MOTIVACIÓN
Las vivencias de tres cirujanos, Daniel Chaverri, Fran Espín y Jesús Paniagua, en el adoquín de la gran clásica primaveral.
¿Conoces alguien que pueda inspirar?
Organizada desde hace ocho años, la París-Roubaix Challenge permite a cualquier aficionado y practicante disfrutar en un mismo
fin de semana de la intensidad que representa transitar por el mítico pavés del norte de Francia, y al día siguiente, si la agenda lo permite, presenciar la legendaria clásica profesional con la que comparte sus veintinueve tramos adoquinados. Daniel Chaverri (Huesca, 1976), Fran Espín (Barcelona, 1976) y Jesús Paniagua (Madrid, 1970) fueron tres de los seis mil participantes de la edición 2018. Además de su trabajo en el sector sanitario -los tres son cirujanos en diferentes hospitales de la provincia de Barcelona-, les une la afición común por la bicicleta, que cada año les lleva a recorrer algunos de los escenarios más míticos de este deporte. "Tras realizar el Tour de Flandes decidimos completar las cicloturistas de los cinco monumentos -comenta Daniel-. Necesitábamos sensaciones diferentes de las que se pueden encontrar en pruebas de este tipo en España y siempre son retos que te animan a entrenar".
PRIMER CONTACTO
Viviendo a centenares de kilómetros del pavés, lógicamente su preparación previa no difirió demasiado de la de cualquier otra marcha, con algún sencillo cambio de material -doble encintado, cubiertas anchas y guantes de gelcomo principal ajuste para afrontar la dureza del trazado. "El mejor consejo que podría dar ahora -nos dice Fran- es reconocer el día anterior los últimos sectores. Sirve para asumir que nada será fácil y después, a las veinticuatro horas, ganar optimismo cuando llegas allí después de 140 kilómetros y 24 tramos previos. Esos por lo menos los conoces, je, je...". Queda claro escuchándole que el primer paso por un tramo adoquinado es una experiencia que ciclísticamente marca, nada común a lo vivido hasta entonces, como relata Jesús. "¡Brutal! El primer sector que conocimos fue el de Camphin-en-Pévèle y no tenía nada que ver con los de Flandes, por poner un ejemplo. Pensé que sería imposible hacer tantos kilómetros así. O reventaba yo, o la bicicleta, o los dos a la vez". Pero afortunadamente, nada acabaría siendo así para ninguno. A la dureza de los kilómetros y el trazado se uniría la de un obligado madrugón previo. "Tuvimos diana a las... ¡cuatro!", para tomar los autobuses que trasladan a los participantes desde la meta en el Velódromo de Roubaix hasta la localidad de salida, Busigny. Desde allí, 172 kilómetros con paso sin excepción por todo el recorrido adoquinado que ASO había preparado este año para los profesionales. "Es un adoquín picudo y lleno de ondulaciones -explica Daniel-. Al principio los soporté bastante bien, pero a partir del segundo avituallamiento comencé a sufrir un dolor insoportable en los brazos. Me faltaba fuerza y tuve que cambiar por completo el modo de afrontarlos, dejando que el trasero y la próstata aguantasen el constante traqueteo. También me terminé dando cuenta de que pedalear a cadencias altas era contraproducente. Fui mejor atrancado y lo más rápido posible dentro de mis posibilidades". Pese al sufrimiento vivido, todavía les quedaba un poco de espacio para el humor. "Recuerdo preguntarnos si a la semana siguiente podríamos operar en el trabajo", bromeaban como buenos cirujanos que son los tres.
DE RESACA
Finalizada la prueba y asimilado el esfuerzo -y también conforme desaparecen las ampollas y el dolor-, las sensaciones experimentan una curiosa mutación después de un primer momento de negación total, como apunta Jesús. "Sinceramente, y ahora que ha pasado lo peor, pienso que sí volvería. Esta es una cita ineludible para cualquier aficionado al ciclismo. Acabé soltando incluso alguna lagrimilla al terminar el Bosque de Arenberg". El domingo, y todavía con la resaca de las piedras encima, llegaba el momento de disfrutar de la clásica del World Tour en Compiègne y la llegada al velódromo. Fran era explícito en sus reflexiones sobre esta prueba. "No entiendo las críticas de gente como Hinault. El silencio sería en todo caso la mejor muestra de respeto para quienes no desean estar aquí. Por mi experiencia considero que debería hacerse al menos una vez. ¿Lo más impresionante? Sus caras al llegar. Hasta que no les ves de cerca, no comprendes el esfuerzo que supone". La Gran Fondo Stelvio en junio y citas como Lieja o Il Lombardía podrían ser los próximos destinos del periplo ciclista de este aguerrido trío. "Siempre lo que marque Il Capo", que es como llaman a Dani, corredor sub23 con participaciones en algunas vueltas y clásicas a finales de los noventa.