Fórmula Uno
Dicen que este sprinter irlandés es un gran aficionado a la Fórmula 1. De hecho, el piso en el que vive en Mónaco está a 200 metros de la mítica sección del Casino del circuito monegasco. Contó Nicholas Roche (BMC), que se retiró de este Giro en la 15ª etapa, rompiendo su récord de haber terminado todas las grandes vueltas en las que había participado -y llevaba 18-, en la columna que escribe en un diario irlandés que, cuando se mudó al Principado, era un joven sin apenas experiencia World Tour y le daba vergüenza juntarse con ellos para entrenar. Philip Deignan y él tuvieron que insistirle para que se animara a compartir pedaladas con la grupeta irlandesa de la zona. Y es que Sam Bennett (1990, Carrick-on-Suir) muestra cualidades que le diferencian de la mayoría de miembros de ese club de mejores velocistas del mundo al que aspira a pertenecer. Lejos de ser un gallo, impetuoso o pagado de sí mismo, tiene una personalidad afable y hasta cierto punto modesta. No se mosqueó cuando Bora-Hansgrohe, el equipo en el que lleva creciendo desde 2014 tras completar su formación en el Continental An Post de Sean Kelly, fichó a Peter Sagan para apuntalar su salto al World Tour y le relegó a un papel secundario. Lejos de esto, aprovechó la presencia del campeón eslovaco, quien para demostrarle que llegaba en son de paz hizo el gesto de lanzarle en varios sprints al principio de su convivencia, para aprender. "Me he dado cuenta de que siempre acudía a las carreras con elevadas expectativas que me generaban mucho estrés, mientras que los grandes afrontan sus principales objetivos relajados. Peter no se estresa ni en el último kilómetro", expresó en Cyclingnews después de ganar su primera carrera World Tour, una etapa de París-Niza 2017. La llegada de Sagan y su cohorte inspiró a Bennett, también, para variar su perfil deportivo. Pasó de aparecer citado por sus compañeros entre los peores escaladores del pelotón y ser farolillo rojo en un Tour de Francia a concentrarse en Sierra Nevada para mejorar subiendo y bajar su peso por debajo de los 70 kilos. Sacó partido de esta condición para superar los numerosos repechos que llevaban hasta un escenario de Fórmula 1, Imola, donde lanzó un sprint espectacular a 400 metros de meta para sorprender a sus rivales y neutralizar la escapada de Mohoric y Betancur por sí solo. Antes había protagonizado una escena de automovilismo con Viviani en la tercera etapa, cuando cerró su trayectoria de forma ostensible y peligrosa sin lograr evitar que le rebasara en los metros finales. Sí pudo batirle en la 7ª, desenlace en Praia a Mare, para firmar la primera victoria irlandesa en el Giro d’Italia desde que Stephen Roche sumara la última en 1987, y en la volata más anhelada por los sprinters, la que cerró la prueba en Roma.