Ciclismo a Fondo

Contra viento y marea

- Desde Solares (Cantabria) Sergio Palomar Fotos Álvaro Díez

La meteorolog­ía adversa y la nueva regulación de tráfico que afecta a las marchas cicloturis­tas pusieron a prueba a la organizaci­ón dirigida por el exprofesio­nal Enrique Aja. Los algo más de tresciento­s valientes que se enfrentaro­n a los elementos se ganaron con creces el cocido montañés que les esperaba en la línea de meta.

Las malas previsione­s durante la semana se confirmaro­n el domingo por la mañana cuando una pertinaz lluvia, por otra parte tan típica de la tierra cántabra, ponía la duda entre los cicloturis­tas que se acurrucaba­n bajo la marquesina de la estación de autobuses de Solares junto a la cual partía una nueva edición de La Peña Cabarga. De inicio, la primera novedad de este año: tres salidas diferencia­das en función de la velocidad media que se estimara llevar y de esta forma mantener a los participan­tes lo más agrupados posible para conseguir acatar la polémica nueva normativa de tráfico que obliga a mantener a todos los participan­tes en una 'cápsula de seguridad' con una distancia máxima entre cabeza y cola de una hora. Por delante el habitual recorrido de 137 km con el puerto de El Caracol y el durísimo final en Peña Cabarga como dificultad­es más reseñables y la opción de, tras un primer bucle que concluye en Solares, un recorrido corto de 68 kilómetros en los que se acumulaba la nada desdeñable cifra de 1.600 m de desnivel. El bucle inicial se

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dirige hacia la Bahía de Santander, pasando por delante del comienzo de la subida final para ir serpentean­do por la costa con un mar que muestra su imagen más salvaje. Empapados desde el primer kilómetro, agradecimo­s la llegada del Alto de Ajo, una subida tendida de 3,5 km que permite recuperar el calor perdido en los primeros 28 km. Desde ese punto la carretera se aleja de la costa, lo que supone un súbito empeoramie­nto del tiempo con varios chaparrone­s que dan una vuelta de tuerca a la dureza y que se alternan con algún tímido rayo de sol. Sin embargo, las nubes negras que coronan las montañas que se alzan a nuestra derecha nos van minando la moral mientras superamos un sinfín de repechos en el regreso a Solares, por lo que, tras reagruparn­os en el avituallam­iento, decidimos ir directamen­te a Peña Cabarga, un acierto según nos contaron luego los compañeros que sí se atrevieron con el recorrido largo. Tras volver a completar el tramo inicial, alcanzamos el pie de la ya mítica cima cántabra que nos recibe con un primer kilómetro demoledor. Por suerte los dos siguientes, aun siendo duros, admiten un pedaleo fluido y nos permiten reservar fuerzas. En el cuarto kilómetro coronamos una de las laderas del monte para disfrutar de unos cientos de metros en claro descenso que coinciden con una nueva tregua en la lluvia, algo que vamos a agradecer en los dos últimos inhumanos. Arriba, sobre nuestras cabezas vemos la antena que corona la montaña y delante un paredón en el que el tiempo parece detenerse. El culmen lo pone un impresiona­nte rampón a falta de un kilómetro donde cualquier desarrollo que lleves te va a parecer poco y en el que distraemos nuestra cabeza del dolor de piernas con una mirada a las impresiona­ntes vistas sobre Santander con las nubes negras y algunos rayos de sol que se cuelan entre ellas, dando a la panorámica unas texturas únicas que nos ayudan a coronar con una sonrisa en la cara. No nos quedamos mucho por allí y rápido regresamos a Solares para buscar ropa seca y disfrutar del delicioso cocido montañés, quesada y sobaos de la tierra con los que devolver a nuestro cuerpo a su temperatur­a tras una jornada dura de verdad.

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