LA CRÓNICA
Ochenta kilómetros entre Finestre y Bardonecchia nos reconciliaron con un ciclismo que parecía extinguido. Un británico solo al comando para enterrar a otro británico que parecía destinado a grabar su nombre en el imponente Trofeo Senza Fine. Al final tuvieron que cambiar el de Simon Yates por el de Chris Froome, quien compartió el podio con Tom Dumoulin y Miguel Ángel López.
ª Un uomo solo è al comando, la sua maglia è biancocelesteº. Pero no, no es Fausto Coppi en 1949, ni la célebre y maratoniana etapa de 254 kilómetros entre Cuneo y Pinerolo. Este es otro Giro de Italia, 69 años después, en un ciclismo donde la igualdad, la tecnología y el cálculo milimétrico hacen que gestas como aquella se antojen hoy en día imposibles, magia y leyenda de otros tiempos. Y en cambio sí, por mucho que nos frotamos los ojos y nos pellizcamos para comprobar que no estamos soñando, en pleno Giro de Italia de 2018 está sucediendo. Vuelve a haber un uomo
solo al comando cuando arranca el tramo sin asfaltar en el Colle delle Finestre y restan 80 kilómetros para alcanzar la línea de meta en Bardonecchia. Al inicio del coloso ha puesto a su armada biancoceleste a funcionar. Su ritmo ha hecho saltar por los aires al que apenas 48 horas antes parecía dueño y señor de la maglia rosa. Simon Yates, a quien contra todo pronóstico se le habían encendido las alarmas el día anterior en Prato Nevoso, no puede más. Se le han acabado las pilas de golpe y deambula KO perdiendo minutos como rosquillas. No es el único, antes habían pasado ya por similar trance su compañero Estaban Chaves y Fabio Aru. Giro traicionero, Giro brutal. ¡Cuidado Thibaut, que tú vas a ser el siguiente! El camino que conduce al podio de Roma es resbaladizo y traicionero.
¿QUIÉN MANDA EN ESTE GIRO?
Paramos el relato en las rampas de sterrato del Finestre, donde Chris Froome ha decidido que es el momento de hacer bueno el trabajo de sus pretorianos y jugar a ser el dios de este Giro para ponernos en situación y hacer una pequeña recapitulación de lo sucedido hasta ahí. Lo cierto es que el anglokeniano tenía muy poco que perder porque hasta ese momento la cosa no ha ido ni por asomo como esperaba. Se había caído reconociendo la crono inaugural en Jerusalén y de nuevo en las rampas de Montevergine. En el Gran Sasso había cedido más de un minuto y en la general llevaba ya un retraso de dos y medio que serían casi uno más cuando por fin sacaba las uñas y en el Monte Zoncolan atisbábamos -por fin- al Froome de raza que sus incondicionales tanto habían echado de menos. Pero parecía sólo eso, un golpe de rabia para al menos sacar un poco de petróleo entrando en el club de ganadores de etapa en las tres grandes y no irse de vacío. Porque en Sappada acusaba el esfuerzo y Simon Yates le endosaba otro minuto y medio y le mandaba a un abismo que parecía definitivo. La crono, donde tantas veces había cimentado ulteriores victorias, tampoco había sido reveladora de lo que terminaría pasando.
¿Quién estaba ejerciendo de patrón? Pues por lo visto en las primeras quince etapas, sin duda alguna Simon Yates y el Mitchelton-Scott. Del tríptico israelí, cerrado con el vuelo de la Mariposa de Maastricht en Jerusalén y el posterior doblete de Elia Viviani, rey de las volatas -junto a Sam Bennett- y maglia ciclamino en un Giro que tampoco tuvo en ese apartado un elenco como para tirar cohetes, pasamos al tríptico siciliano, donde tras dos nerviosos finales ganados respectivamente por Tim Wellens y Enrico Battaglin llegaba el Etna, primer episodio donde ver a los aspirantes al rosa en acción.
AUGE Y CAÍDA DE YATES
Allí puso Mitchelton-Scott la primera piedra en la forja de un imperio que iba a durar trece días. Etapa para Esteban Chaves y liderato para Simon Yates, que desbancaba a Dennis para vestir un rosa que poco a poco fuimos viendo que se ajustaba perfectamente a la talla del menudo escalador británico. Porque después de que Sam Bennett pusiera coto al monopolio de Viviani en Praia a Mare llegó el aldabonazo de Richard Carapaz -el joven ecuatoriano, sin duda la revelación de este Giro, terminó arrebatándole a Betancur el protagonismo dentro del Movistar Teamen Montevergine di Mercogliano y un día después se constataba que la maglia rosa marchaba sin cadena. Yates ofrecía un recital de ciclismo ofensivo y ganaba
en el Gran Sasso d©Italia la primera de las tres etapas que terminarían en su zurrón. Mohoric estrenaba al Bahrein-Merida en Gualdo Tadino antes del segundo recital de Yates en Osimo, donde se vivió una locura de etapa y Chaves y Meintjes perdieron hasta el apellido. Bennett y Viviani continuaban en su duelo particular y se alternaban levantando los brazos en los sprints de Imola y Nervesa della Battaglia. Y así se llegó a los dos siguientes platos fuertes previos a la tercera y última jornada de descanso y a una tercera semana que una vez más iba a marcar las diferencias hasta puntos insospechados. Como ya hemos referido, Froome reaccionó en el Zoncolan, pero con Yates a punto de atraparle en una emocionante persecución entre túneles. Siempre espectacular Zoncolan, pero también una vez más quedó confirmado que en las rampas imposibles no es donde más diferencias se hacen. El principal damnificado, Carapaz, perdió dos minutos y la maglia bianca. Igual de espectacular pero aún más contundente resultó el tapone dolomítico con cuatro puertos cortos pero duros y final en Sappada. Fue el punto álgido del dominio de Yates y su Mitchelton-Scott. El líder atacó en el Costalissoio, a 17 km de meta, para lograr el más contundente de sus tres parciales -una hazaña que llevaba sin verse desde 2003, cuando Gilberto Simoni ganó en Zoncolan, Alpe di Pampeago y Cascata del Toce-. A Dumoulin, Pozzovivo, Pinot, Carapaz y López les cayeron 41 segundos y 1Â20ÂÂ al resto de integrantes del top ten. Peor le fue a Froome, que acusaba el esfuerzo del Zoncolan y se dejaba 1Â32ÂÂ. En la general las diferencias empezaban a ser una losa muy pesada para las aspiraciones de los rivales de Simon: 2Â11ÂÂa Dumoulin; 2Â28ÂÂa Pozzovivo; 2Â37ÂÂa Pinot; 4Â27 a López; 4Â47ÂÂa Carapaz y 4Â52ÂÂa Froome. A la solidez que estaba demostrando Yates había que sumar además la de su equipo con Haig, Nieve y Kreuziger, impagables como siempre. Lo cierto es que con la tercera y última jornada de descanso entramos en la decisiva última semana y cambió por completo el decorado, aunque no sería gracias a la lucha contra las manecillas del reloj sino a lo que vino después. Pocas veces han sido las cronometradas tan poco decisivas para el desenlace final como en este Giro. La de Rovereto se la llevó un Rohan Dennis que aunque mejoró cuesta arriba en las dos primeras semanas volvió a naufragar en la tercera. Ni Froome ni Dumoulin marcaron unas distancias con los escaladores que permitieran hacer pensar en ellos como los mayores aspirantes a terminar de rosa a falta del último encadenamiento montañoso. Ambos habían empezado este Giro ejerciendo de principales
favoritos en las apuestas, pero la carrera se les estaba yendo de las manos, curiosamente más al británico que al tulipán aunque luego resultó ser al revés. Viviani sumaba la cuarta en Iseo y en Prato Nevoso todo parecía seguir igual. Con el retrovisor enfocado en las dos siguientes y brutales jornadas se consintió una fuga que disputó el parcial con 11 minutos de ventaja. La juventud y la fuerza de Maximilian Schachmann pudo con la picardía y la veteranía de Rubén Plaza. Por detrás, cuando Carapaz aceleraba por fin a 3 km de meta replicado por el resto de gallos, Yates no pudo seguir el ritmo y acabó cediendo 28 segundos. Sintomático y alarmante. Luego acabaría revelando que la crono le había dejado completamente vacío.
DESENLACE INESPERADO
Hora de retomar el relato a esa ascensión al Finestre. Los pretorianos se han encargado primero de rematar definitivamente a Yates -en meta le caerían casi 39 minutos- y también de dejar al resto de gallos sin lugartenientes -Reichenbach será la excepción- para que los 80 km restantes se conviertan en un mano a mano de poder a poder. Y Froome arranca. ª Un uomo solo è al comandoº. En unos pocos kilómetros la magnitud de lo que está ocurriendo se palpa en el aire. Les ha sorprendido a todos. Dumoulin acepta el mano a mano y con él van Carapaz y Pinot -luego acabaría llegando también López y en el descenso esperaron a Reichenbach, craso error-, pero no pueden con el desatado anglokeniano. Diez, veinte, treinta, cuarenta segundos ya cuando corona la Cima Coppi. Al siguiente grupo perseguidor, donde transitan Pozzovivo, Bilbao, Formolo, Konrad, George Bennett,
Oomen, Geniez y un Ben O©Connor que estaba salvando el honor del Dimension Data con su gran actuación pero que desgraciadamente abandonaría tras romperse la clavícula en el descenso, le cae ya más de minuto y medio. Su espectacular bajada va a ser clave, porque cuando acaba, la gesta empieza a tener tintes de hacerse realidad. Las diferencias se han doblado. 1Â40ÂÂcon el grupo de Dumoulin y tres minutos con el de Pozzovivo. El refuerzo de Reichenbach no consigue cambiar las tornas. En la tendida ascensión a Sestriere regula su esfuerzo, pero sigue abriendo más hueco. Corona con 2Â41ÂÂ, la maglia rosa virtual está ya a escasos segundos cuando al comienzo de la etapa la tenía a más de cuatro minutos, que es lo que ahora le saca al grupo de Domenico Pozzovivo, a quien el podio se le escapa una vez más de las manos. Faltan todavía 46 kilómetros. ¿Reventará? No, es un Froome desatado, crecido al ver que lo que todos creían derrota se va a convertir en su victoria más espectacular. Magia y leyenda. Son los demás los que acaban arrojando la toalla. En Bardonecchia, pese al mortal cansancio, el gesto de alegría y rabia lo dice todo. Es nueva maglia rosa. Carapaz llega a tres minutos, siete segundos delante de un Pinot que provisionalmente recupera el podio. López cede 12ÂÂcon el ecuatoriano, pero aguanta como mejor joven. Y Dumoulin, que entra a 3Â23ÂÂ, se mantiene segundo en la general a 40ÂÂde Froome. A los demás como poco les caen ocho minutos. Hay que retrotraerse unas cuantas décadas para encontrar una gesta a la altura de la realizada por el del Sky.
DUMOULIN LO PRUEBA SIN FE
Aún quedaba una jornada brutal, con Tsecore, Saint-Pantaléon y Cervinia encadenados en los últimos 83 kilómetros. Pero el patrón había regresado y aunque Tom Dumoulin atacaba en Cervinia más por obligación que por convencimiento, Froome y el Team Sky lo tenían ya todo atado y bien atado. La víctima del día fue un Thibaut Pinot fundido que acusó de repente la brutalidad de este Giro corrido a todo trapo. Lo mismo que Yates. Nada más cruzar la raya tiene que ser trasladado a un hospital con fiebre y deshidratación. Adiós a un podio que finalmente terminó premiando el concurso de menos a más de Superman López. Para alegría del ciclismo español el gran protagonista de la jornada fue un Mikel Nieve que, liberado de su labor de equipo, vengó a su líder y volvió a poner la sonrisa en las huestes del Mitchelton-Scott. Roma esperaba, con sus siete colinas, para poner el punto final con la volata triunfal de Sam Bennett -la tercera- en el Foro Imperial. Y con la merecida ceremonia de pleitesía para un Chris Froome que con esta sensacional victoria se convertía en el primer inglés en ganar el Giro de Italia, en el séptimo ciclista en ganar las tres grandes y el tercero en ganarlas seguidas aunque no en el mismo año. Y para adornar aún más la faena, sumó a la maglia rosa la azzurra de la montaña y el Sky se impuso por equipos.