VUELTA A ASTURIAS
Richard Carapaz domó el Acebo y se llevó sin apuros de Asturias su primera carrera por etapas, rodeado de un Movistar Team superior.
Carapaz destapó el tarro de las esencias, anticipando su gran actuación del Giro.
En el alto del Acebo siempre hay niebla. Es como si los dioses anduviesen por allí, en su olimpo particular, revoloteando a ver lo que encuentran. Lo que ven. Pero sin querer ser vistos, envueltos en un halo de misterio. Asturias está llena de cimas míticas. Cumbres sólo conquistadas por hombres inmortales. El Angliru, los Lagos de Covadonga... El Acebo es algo más pequeño que esos
infiernos para las piernas, pero no por ello menos legendario. Es de los montes que han quedado para las carreras que resisten el envite de los nuevos tiempos, del ciclismo globalizado y el World Tour. Y que aguantan gracias al carácter y el coraje de personas como Cristina Álvarez Mendo, fiel sucesora del legado de su padre, Julio. A ella cualquier montaña, aunque fuese el Everest, le vendría pequeña. Valiente. Hay que serlo para domar la Vuelta a Asturias. El paraíso natural, el verde de las praderas y el escarpado de las carreteras. Casi es mejor sobrevolarlo que pedalearlo encima de una bicicleta. Planear como un Cóndor de los Andes. De ahí viene él. De Tulcán, una ciudad que linda con Colombia, a casi 3.000 metros de altura. Normal que los dioses se fijasen en él subiendo el Acebo.
ª VENGO A GANARº
Lo designaron el elegido. Era el lugar y era el momento. Entre la niebla, para darle mayor épica. Para surgir de ahí, de entre lo oscuro. De una carrera deportiva fulgurante que comienza tan prometedora como rápida y que así, veloz, empieza a ser cuestionada. El pasado mes de noviembre, a Carapaz le echaron de la selección ecuatoriana durante los Juegos Bolivarianos porque lo encontraron ebrio. A él, a Jhonatan Narváez, otro cóndor prometedor que está desplegando sus alas en el QuickStep, y a Jonathan Caicedo, del Team Medellín. Carapaz calló. Pedaladas y entrenos, trabajo y más trabajo para reconstruir su nombre. Pronto supo que el Giro de Italia iba a ser su gran objetivo de 2018 y que además lo iba a correr sin ponerse al servicio de nadie. Con libertad para volar alto. Y marcó la Vuelta a Asturias, la carrera de las montañas, como el gran test donde medirse. ª Vengo a ganar la carreraº , dijo un día antes de colgarse el dorsal. No falló. Determinación. Con el mismo Caicedo se enfrentó en esta Vuelta a Asturias entre las nieblas. Esta vez la fiesta la montaron encima de la bicicleta. Puro espectáculo. Pero Richard Carapaz, además de las mejores piernas tenía un gran aliado de su parte: el equipo.
TREMENDO PEDRERO
Un extraordinario Movistar Team encarnado especialmente en Antonio Pedrero, tremendo en su despliegue y entrega. El escalador catalán se dejó la piel por su líder para llevarlo en volandas hasta los últimos seis kilómetros de ascensión. Hasta entonces, la etapa reina de la Vuelta a Asturias había ido más tranquila de lo normal. Todos esperaban al Acebo. Los colombianos Fabio Duarte y Hernán Aguirre se habían lanzado en la subida al Escamplero en busca de los puntos de
la montaña y el pelotón los dejó hacer. Movistar Team y Euskadi-Murias tenían controlada la carrera a la perfección. Nadie quería dejar pasar la oportunidad de ganar. En el nervioso paso por Cangas del Narcea, a los pies del último puerto, atacó Gonçalves. El portugués soñó con la gesta, pero la formación dirigida por Pablo Lastras no le dio opción. Ahí empezó el festival de Pedrero. Laverde (Coldeportes-Zenú-Sello Rojo) y Caicedo revolotearon en la cabeza de carrera, pero Antonio apenas les dejó espacio. La selección del canterano de Lizarte, junto a sus compañeros Rubén Fernández y Víctor de la Parte, redujo el pelotón a veinte unidades bajo el aguacero incesante en las rampas del Acebo. A seis kilómetros de la cima, Richard Carapaz soltó su golpe de gracia. Y ahí acabó la Vuelta a Asturias. Nadie fue capaz de seguirle. La niebla se alió con él. Los dioses lo habían designado: el elegido. El siguiente, otro cóndor más que lo hace. Las suyas, dicen, son unas piernas prodigiosas, embriagadas del néctar de una gloria que ya ha empezado a saborear. ª Estoy muy orgulloso. He trabajado duro para lograr un triunfo como este en un lugar de tanto prestigioº , comentó después.
SIN SOBRESALTOS FINALES
En meta logró cuarenta segundos de ventaja frente a su amigo y rival Jonathan Caicedo, otra vez con la miel en los labios. Al menos, esta vez el ecuatoriano del Medellín no celebró antes de tiempo como le sucedió en Pola de Lena, donde le acabó superando Dmitrii Strakhov. El siempre aguerrido ciclista ruso del Lokosphinx no despegó las manos del manillar hasta la línea de meta y acabó llevándose un éxito merecido y esperado. A Carapaz sólo le quedaba por delante una etapa corta, explosiva y nerviosa. 118 kilómetros con el temible ascenso al Violeo camino de Oviedo, que aseguraba ataques y emboscadas. Pero ni él ni Movistar Team sufrieron. El luso Ricardo Mestre (W52-Porto), que corrió una temporada -2013- en el Euskaltel, lo intentó y su valentía tuvo premio en forma de triunfo de etapa y podio, pero nadie, ni él ni Caicedo, pudieron desdibujar el maillot azul de líder a Carapaz. ª Este triunfo no lo olvidaré nuncaº. No quiso dedicárselo a nadie. ª Es sólo mío, por lo mucho que me he preparado para lograrlo. Ya vendrán otros para repartir con los demás. Este me lo llevo en el corazón y me da alas para el futuroº. Para volar alto. Como todo un Cóndor de los Andes.