Ciclismo a Fondo

Honor al amarillo

- GREG VAN AVERMAET Texto Ainara Hernando Foto Vincent Kalut/PN/Bettini Photo

Cuando, en la cima de La Rosière, Greg Van Avermaet llega deshecho a 22 minutos del nuevo líder, Geraint Thomas, lo recibe un pasillo de aplausos y ovaciones. Merecidas. Se quedó con las ganas el belga de conseguir su sueño, "una victoria vestido de amarillo", pero se ganó el aplauso y reconocimi­ento a un ciclista que cada vez es más gigante. Van Avermaet ha demostrado en este Tour que es mucho más que un ciclista de clásicas. "Y eso en mi tierra es muy difícil. Si naces en Flandes, te dedicas a cazarlas. Lo llevamos escrito en los genes". Él, nieto, hijo y cuñado de ciclistas clasicóman­os, mucho más que ningún otro. Nuestro protagonis­ta se hizo con el liderato gracias a la victoria del BMC Racing Team en la crono por equipos de la tercera etapa. Esperado. Lo que nadie contaba es que lo defendiese con uñas y dientes incluso en los Alpes. Aguantó con el amarillo hasta La Rosière, después de superar el día anterior la etapa con final en Le Grand Bornand. Ni siquiera él contaba con ello, pero con su líder Richie Porte fuera de carrera, la formación estadounid­ense le dio vía libre para alargar su reinado. "Cuando se formó la fuga decidí apuntarme a ver cómo reaccionab­a el Sky. Como no hizo nada, tiré para adelante". Así honró mejor que nadie el maillot más preciado, en una escapada alpina con sus piernas de clasicóman­o para defenderlo hasta que reventó 24 horas después. En total, ocho días de entrega absoluta. A sus 33 años, el campeón olímpico ya sabía lo que era vestir de amarillo en el Tour, lo hizo en 2016 durante tres días, "y lo recuerdo como algo superagrad­able. Aunque no cambiaría mi victoria en la París- Roubaix por nada, ese liderato está a su altura. Me enriqueció y me enseñó que puedo ser algo más que el típico flamenco". De ese amarillo brillante y esplendoro­so entró vestido en las piedras camino de Roubaix, el día que esperaba con mayor deseo. Quiso alzar los brazos en Roubaix de esa guisa, "sólo entrar en el pavés de líder fue una sensación muy emocionant­e", aseguró. John Degenkolb impidió su triunfo. Segundo. Al palo. Él sabe bien lo que es parar un gol: hasta los 17 años fue portero del Beveren... pero suplente. Se cansó de calentar banquillo y salió a la carretera. A convertirs­e en el ganador que es. En ese ciclista que ha honrado como ninguno el maillot jaune del Tour. "Recibir este jersey en el podio es una sensación increíble -rememora todavía paladeándo­lo-. Lo he disfrutado muchísimo". El Tour, con él, también.

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