CLÁSICA DE SAN SEBASTIÁN
Julian Alaphilippe paseó su monumental estado de gracia por San Sebastián, donde se impuso a Bauke Mollema tras una brutal arrancada en Igeldo. Mikel Landa y Egan Bernal acabaron en el hospital tras una fuerte caída en los últimos kilómetros.
Julian Alaphilippe prolonga su estado de gracia en una edición accidentada.
Entra victorioso Julian Alaphilippe, cruzando brazos en alto el Boulevard donostiarra, en la que es su primera victoria y se antoja que no será la última en la Clásica de San Sebastián. Entra así, con ese poderío y esa lección magistral de ciclismo y de emoción que acaba de dar, de garra y ambición, y apenas nadie le presta atención. Y es que a nadie le sorprende verle ganador, encuadrar esa
foto que ya desde la mañana, desde los días anteriores, se imaginaba. Bendita sea la clase. Del gran favorito, que no sólo cumple la expectativa sino que además lo hace a lo grande, atacando en la subida final a Igeldo desde atrás, con una punta de velocidad extrema trepando sobre el balcón de Donostia, y desde ahí, cuando vislumbra la cima, se asoma y ve cerca ya su triunfo por mucho que un esforzado
Bauke Mollema se pegue a su rueda y no sea capaz de soltarlo hasta el sprint final. Cantado. Pero nadie se fija en el imperial Alaphilippe. Para cuando el del QuickStep Floors cruza la meta, con esa clase y autoridad, la familia ciclista ha girado el cuello casi por el dolor mecánico de ver el sufrimiento de Mikel Landa y Egan Bernal. La peor parte del ciclismo es esa, las caídas. Lo cuenta Leire Olaberria nada más echar el freno al coche que ha ocupado por primera vez en la cita donostiarra. El año que viene suyos serán los mandos de la edición femenina que la Klasikoa promete preparar por todo lo alto. Leire ha disfrutado como una enana de un día de ciclismo desde dentro en Euskadi. Los gritos, el gentío, el calor del público. “Se me han puesto los pelos de punta”. Sueña con verlo en 2019 con las chicas. Ya falta menos. Pero su piel ha mudado para tornarse de gallina al asistir en primer plano a la terrible caída masiva que, cuando Alaphilippe entra en meta con los brazos en alto, está mandando a Mikel Landa y a Egan Bernal en ambulancia al Hospital Donostia. “Y ya me he quedado con ese recuerdo y estoy mal”, confiesa.
“ESTOY BIEN”
Es inevitable. Sebastián Unzué, el primero que atiende a Landa en el suelo, arranca el coche camino de Pamplona y lleva el mismo gusto en la boca. Amargo. Triste. “Cuando se ha caído ha intentado
volver a subirse en la bici”, cuenta Víctor de la Parte, compañero y paisano de Landa. “Pero ha visto que no podía y lo hemos tumbado en el suelo”. La imagen es terrible. El alavés del Movistar postrado en el asfalto y con el cuello vuelto. Quieto. “Estoy bien, tranquilos”, le dice Mikel a Sebas cuando lo meten en la ambulancia. El que no logra hacer amago ni de levantarse es Egan Bernal, que se ha llevado la peor parte. Él y Xiomy, su chica. Toda una vida juntos. Desde hace unos meses cerca de aquí, en Vizcaya viven juntos. Así que Xiomy se vino a San Sebastián a ver a su Egan. Era 4 de agosto, su cumpleaños. Esperaba un buen regalo en forma de ramo de flores y txapela. Pero acabó pasando la noche en el hospital acompañándolo y olvidándose de su día señalado. A partir de ahora habrá doble celebración en casa: el cumpleaños de Xiomy y la reconstrucción de Egan. Eso estuvieron haciéndole toda la noche, una cirugía facial casi completa. En la Clásica se quedó sin dientes, con el labio partido y una fractura maxilar. Todo sucedió en un suspiro. Hacía ya tiempo que los seis fugados de la jornada habían sido cazados, con el LottoNLJumbo de un motivado Roglic a la cabeza del pelotón. Pablo Torres (BurgosBH), Lluís Mas (Caja Rural-Seguros RGA), Loïc Chetout (Cofidis) y Cyril Barthe, Óscar Rodríguez y Aritz Bagües, por parte del Euskadi-Murias, habían
caminado por delante desde los primeros kilómetros hasta Arkale. Allí acabó su aventura, cuando el Team Sky, con cinco ciclistas, cerraba filas en el pelotón para empezar a endurecer la carrera buscando reeditar el éxito de Michal Kwiatkowski en 2017. La querían para ellos. A Bernal le hacía especial ilusión ahora que está instalado en Euskadi y más con el cumpleaños de Xiomy. A por ella. Pero Movistar Team no se entregó. Mandó atacar a Winner Anacona a 35 kilómetros del final. El colombiano lo había intentado antes, pero no encontró a nadie que se uniese a su fiesta. Esta vez sí. Siutsou y Boswell lo secundaron, aunque no llegaron demasiado lejos. Igor Antón, Ben King, Pierre Latour, Tolhoek, Bernard, Serry y Polanc formaron el zafarrancho de combate en el descenso antes de plantarse en la decisiva subida a Murgil. Pocos querían llegar hasta allí compactos. QuickStep Floors, sí. Así que el maillot azul de la formación belga lució en la persecución con el ecuatoriano Jhonatan Narváez. Él solo pudo controlarlos. Y entonces sucedió.
DESPISTE FATAL
Ben King, recién atrapado como el resto, se acoplaba al pelotón. La carrera estaba loca, descontrolada. Faltaban 19 kilómetros para el desenlace, los participantes entraban en Donosti por Miracruz, un pequeño tobogán antes de ascender hasta el balcón de la bellísima ciudad guipuzcoana. En el grupo, menos seleccionado de lo acostumbrado, no había tiempo para observar postales. Los nervios estaban a flor de piel por la búsqueda de la mejor colocación y la llegada del momento decisivo.