La victoria de la perseverancia
Diría que el arcoíris está en las piernas de Alejandro Valverde desde siempre. Allá por sus comienzos como profesional ya lo podía haber ganado, pero ha tenido que alcanzarlo en su madurez dorada de éxitos. Es la guinda al pastel de una carrera brillante, el premio a un corredor único, un ciclista de récords. Se trata de una victoria que se le había resistido hasta el punto de ser el hombre con más visitas al cajón de las medallas. En Innsbruck, como dicen muchos, se hizo por fin justicia. Ciclistas con menor bagaje ya vistieron el maillot arcoíris; ahora lo va a portar alguien que ha peleado por él desde siempre. No se me ocurren mejores espaldas para portarlo. El próximo puede ser el año de la despedida a lo grande o, como sus piernas siguen ganando, continuar hasta sobrepasar la barrera de los cuarenta. Haga lo que haga, estará bien. No le podemos exigir nada, sólo darle las gracias por hacernos vibrar una vez más mientras se retorcía en las rampas de la última subida antes de cerrar el círculo de sus victorias con la más esperada. Larga vida al Rey Bala.