Ciclismo a Fondo

ADELANTO EDITORIAL

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Un trocito de Mi Mundo de Peter Sagan.

Mi Mundo, el libro del tres veces campeón mundial, llega a España -traducido por David Batresal mismo tiempo que su lanzamient­o internacio­nal. Son 352 páginas con 16 de fotos que podéis adquirir por 23,90 € en www.librosderu­ta.com o en librerías. Como era de esperar en una figura tan carismátic­a como Peter Sagan, no se trata de una biografía al uso y sí de un retrato único del eslovaco que se enriquece con sus personalís­imas reflexione­s. A continuaci­ón incluimos un pequeño extracto de una obra que permite descubrir cómo piensa el hombre que ha lucido el maillot arcoíris durante tres años consecutiv­os. INVIERNO 2015

Si en la línea de salida de una carrera hay cien ciclistas, cuando termine te podrán contar cien historias diferentes. La carrera profesiona­l de cada uno de esos cien ciclistas podría dar lugar a cien libros, todos únicos. Todo el mundo es excepciona­l, pero nadie es especial. Quiero comenzar mi historia diciendo esto porque me parece muy importante que recordemos que todo el mundo tiene una historia que contar. La mía no es más valiosa que la de cualquier otro, pero sí diferente. De la misma manera que la historia de cualquier otro es diferente a la mía, o la del resto. Mi historia ha ido cambiando a lo largo de mi carrera. Cambió durante los últimos tres años y lo seguirá haciendo durante los próximos. Incluso habrá ido cambiando según llego al final de este libro, como os ocurrirá a vosotros. Afrontémos­lo, algunas de nuestras historias habrán cambiado mientras escribo esta misma frase. Lo que intento decir es que no puedo contaros la historia de mi vida, porque es algo que está en proceso y cambia día tras día, igual que sucede con las vuestras y las de todo el mundo. Apenas tengo veintiocho años, así que espero que cuando me llegue el momento de relatar la historia de mi vida estaré sentado en un gran sillón de cuero, fumando un aromático tabaco en pipa y mesando lo que quede de mi escaso cabello blanco. Pero lo que sí puedo contaros es lo que se siente al ser el campeón del mundo de ciclismo en ruta tres años seguidos. Y supongo que eso es algo que sólo puedo explicaros yo, porque nadie más ha sido capaz de ser el campeón tres años seguidos. La vida puede cambiar en lo que dura un parpadeo. Algunas puertas se cierran, mientras que otras se van abriendo. Puedes ganar o te puedes ir al suelo. En cuestión de un instante te puedes

enamorar o puedes perder a alguien muy cercano. Incluso si nos atenemos a una verdad tan absoluta como esta, en enero de 2015 me vi en mitad de un cruce de caminos bastante peliagudo. Tenía 24 años. Era de Žilina, en Eslovaquia, pero ahora vivía en Montecarlo. Había sido ciclista profesiona­l durante los últimos cinco años y en ese tiempo había logrado sesenta y cinco victorias, fui campeón nacional cuatro veces y gané en tres ocasiones el maillot verde del Tour de Francia. Pero por primera vez en mi carrera, iba a cambiar de equipo. Supongo que debería ir un poco más atrás para explicar cómo llegué a este punto. Vayamos al principio.

INFANCIA SOBRE RUEDAS

De niño, me encantaba montar en bici y ganar carreras. La gente adora escuchar historias de cómo me presentaba en las carreras con la bicicleta de mi hermana o con bicis que apenas habían costado unas míseras koruna en una gran superficie; y que, aunque llevase unas zapatillas de tenis y una camiseta, ganaba a todo el mundo. No voy a negar que todo eso sea cierto, pero, de verdad, tampoco es que fuera una proeza. Eslovaquia era un país emergente, en expansión después de décadas de hibernació­n a la sombra del telón de acero, y que, gracias al tan popular `divorcio de terciopelo', se estaba liberando de nuestra incómoda unión con los checos. Todos los niños vivíamos a lo grande y podíamos gritar lo que daban de sí nuestros pulmones. Yo tenía dos hermanos mayores, Milan y Juraj; y también una hermana, Daniela. Mi padre me llevaba a todos lados para que pudiera correr en bicicleta. Lejos de Žilina, e incluso lejos de Eslovaquia: Polonia, la República Checa, Austria, Eslovenia, Italia... simplement­e íbamos. Bicis de montaña, de carretera o de ciclocross, daba igual. Lo único que yo quería era competir. Porque ganaba, y eso me gustaba. Estaba logrando tantas victorias que los equipos profesiona­les comenzaron a fijarse en mí. Durante mi último año como júnior, fui a hacer unas pruebas a la sede del QuickStep, de la que han salido tantísimos grandes corredores a lo largo de los años. Me alojé en un edificio normal y corriente, que más bien parecía una fábrica, o la delegación regional de una compañía cualquiera, consciente de que los pasillos de ese lugar reverberab­an con el eco de las jóvenes voces de tantísimos campeones de los últimos veinte años. Al final, fue precisamen­te esa enorme cantidad de jóvenes ciclistas lo que se convirtió en un obstáculo en mi progreso. Cada año pasan por allí cientos de chavales, literalmen­te, y monitoriza­n a miles de júniors a lo largo y ancho del globo, con la esperanza puesta en descubrir al nuevo Merckx, Kelly o Indurain. Ni mis resultados en carrera ni los datos que arrojé en sus pruebas fueron suficiente­s como para hacerme destacar entre el resto de aspirantes. Me recomendar­on trabajar duro mientras estaba en la categoría sub23 las dos siguientes temporadas, y dijeron que seguirían monitoriza­ndo mis progresos. No tenía por qué ser algo negativo, necesariam­ente, pero a mí me lo pareció. Por ese motivo, cuando el equipo Liquigas apareció para decirme que querían ficharme, sin más esperas, me faltó tiempo para aceptar. No tuvieron que esperar demasiado a mi respuesta, y puedo aseguraros que no iba a esperar a recibir una llamada del QuickStep que podría no llegar jamás. Los equipos italianos sub23 están sujetos a unas cuotas de ciclistas extranjero­s, por lo que seguí compitiend­o enfundado en la equipación del equipo nacional de Eslovaquia: carreras de mountain bike, de carretera, en Eslovaquia o Italia, o de Alemania a Croacia. Puede que no fuera a disputar el Tour de Francia con el maillot del Liquigas, pero tenía diecinueve años y era ciclista continenta­l con un sueldo de 1.000 euros mensuales. Lo que estaba muy bien. En julio de 2009, Liquigas me convocó para unirme al equipo durante el Tour de Polonia. Liderado por Ivan Basso, había allí varios tipos con los que acabaría trabando gran amistad a lo largo de los años. Gente como Maciej Bodnar, Daniel Oss -que ahora vuelve a estar conmigo en el Bora Hansgrohe-, pero sobre todo Sylwester Szmyd, quien durante muchos años ha sido uno de mis mejores amigos y ahora es mi entrenador.

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 ??  ?? 1 La rutina del éxito. Una escena habitual en las últimas tres temporadas, el eslovaco obteniendo un triunfo luciendo el maillot arcoíris.2 Detallazo. La iniciativa de Peter Sagan de entregar personalme­nte la medalla de oro a Valverde en Innsbruck recibió elogios generaliza­dos.
1 La rutina del éxito. Una escena habitual en las últimas tres temporadas, el eslovaco obteniendo un triunfo luciendo el maillot arcoíris.2 Detallazo. La iniciativa de Peter Sagan de entregar personalme­nte la medalla de oro a Valverde en Innsbruck recibió elogios generaliza­dos.

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