PARÍS˜TOURS
El joven danés del Sunweb salió triunfante de la montaña rusa en que se convirtieron los kilómetros finales entre cotas y caminos de viñas. Terpstra y Cosnefroy, que perdieron su rueda cerca de la meta, completaron el podio.
Soren Kragh Andersen manda entre la polémica por el cambio de trazado.
Texto Juanma Martín Fotos Vincent Kalut/PN/Bettini Photo
La vieja París-Tours ha muerto. Tendremos que olvidarnos de aquella carrera que fue llamada la Clásica de
los velocistas, esa gran cita otoñal que favorecía las posibilidades de que un hombre rápido se impusiera al sprint pese a que las tres cotas -Crochu, Beau Soleil y l©Epan- que precedían el final en la larguísima Avenida de Grammont hayan sido testigos de numerosas aventuras y han frustrado muchas volatas cantadas. Todo eso pertenece ya al pasado, a la leyenda ciclista. Con el nuevo recorrido implantado por ASO, que busca relanzar una prueba cuyo nivel de participación había caído en picado, asistimos a una carrera distinta, que no tiene nada que ver con la antigua. ¿Mejor, peor? Las comparaciones son siempre odiosas. Dejémoslo en completamente diferente y, sin duda, espectacular, con apasionados defensores, aunque también con numerosos y poderosos detractores.
ENTRE COTAS Y CAMINOS DE VIÑAS
Este nuevo final entre cotas y caminos de viñas - chemins de vigne en su denominación original-, con los últimos sesenta kilómetros plagados de estrechos senderos de tierra -hasta nueve tramosy casi todos ellos -siete en concretoprecedidos por su correspondiente cota, hace prácticamente imposible que se pueda ver una llegada masiva y lo transforma en una especie de pequeño
infierno del norte donde se terminan imponiendo aquellos que, además de ser los más fuertes, han tenido la fortuna y la habilidad de salvarse de destrozar sus neumáticos con las piedras y la grava
que predomina en la mayoría de esos tramos de tierra. El debut de tan revolucionario escenario coronó a uno de los jóvenes de la nueva generación que vienen pidiendo paso sin misericordia, el polivalente danés Soren Kragh Andersen (Team Sunweb), que curiosamente había sido segundo tras Matteo Trentin en 2017 con el anterior recorrido. A sus 24 años todavía no ha ganado mucho, de hecho es su cuarto triunfo y el primero en clásicas, pero llevaba toda la campaña avisando y dando muy buenas sensaciones. El joven Soren se estrenó ganando una etapa del Tour des Fjords en 2015, cuando aún militaba en el Trefor-Blue Water continental. El Team Sunweb, por aquel entonces todavía bajo la denominación Giant-Alpecin, lo fichó en 2016, año en el que ya brindó destellos: mejor joven en Qatar y cuarto en Ster ZLM Toer. Cada temporada ha ido dando pasitos hacia delante. La pasada ganó una etapa en Qatar, debutó en una grande -La Vuelta- y la terminó y formó parte del sexteto que se proclamó campeón del mundo por equipos en Bergen; en la presente sumó otro parcial en la Vuelta a Suiza y completó un brillante debut en el Tour de Francia, pero sobre todo se ha ganado el estatus de rodador capaz de echar pulsos con lo mejorcito del pelotón, como el que le ha llevado a ganar a lo grande esta revolucionaria París-Tours.
LA CARA Y LA CRUZ
Se puede decir que la remozada ParísTours tiene dos partes muy diferentes. Los primeros 150 kilómetros discurren por terreno completamente llano y lo único que cabe destacar fue la inclusión de Sylvain Chavanel (Direct Energie) -que disputaba su última carrera en línea- en la fuga del día, en la que también se metieron Dries de Bondt (Veranda©s Willems), Bernhard Eisel (Dimension Data), Thibault Guernalec (Fortuneo-Samsic), Brian Van Goethem (Roompot) y Emiel Vermeulen (Roubaix). Más adelante llegarían también hasta ellos Alex Dowsett (Katusha-Alpecin), Tom Devriendt (Wanty-Groupe Gobert) y Johan Le Bon (Vital Concept). La carrera sufre una transformación radical cuando a 60 kilómetros de la meta empieza el territorio comanche con la sucesión de cotas y tramos de tierra. Unos centenares de metros en ascenso precediendo un giro que anuncia el inicio del siguiente tramo de camino de viña pasa a ser la tónica y el pelotón no tarda en descubrir que acaba de adentrarse en un auténtico infierno. Bastan dos tramos para que delante apenas aguanten cuarenta corredores, menos todavía cuando Niki Terpstra (QuickStep Floors) decide que el terreno es perfecto para tratar de despedirse a lo grande de su equipo. Ataca en la
cota que precede al tercer tramo de tierra y selecciona todavía más el grupo cabecero. Los pinchazos empezaban a hacer mella, dejando fuera de combate a Philippe Gilbert, a un motivado André Greipel, que cerraba ocho productivas campañas con Lotto-Soudal, y a su compañero Tiesj Benoot, entre otros. Y la batalla no había hecho más que comenzar. Finalizando ese tercer tramo, el más largo de los nueve sectores, y con más de 33 kilómetros por recorrer, Kragh Andersen se viene arriba y comienza su desafío. Realiza un primer ataque marchándose del cada vez más reducido grupo y únicamente Terpstra alcanza a llegar a su rueda. Ambos ponen tierra de por medio y consiguen abrir un hueco de veinte segundos respecto a un primer grupo perseguidor incapaz de taponar la brecha. En el mismo reina la desunión y muchos desconfían de la presencia allí de un tipo tan rápido como Arnaud Démare. La suerte empieza a estar echada y Benoît Cosnefroy (Ag2r La Mondiale) contacta con el dúo en el séptimo de los nueve tramos, después de una larga y agónica persecución en solitario.
A LA SEGUNDA VA LA VENCIDA
El francés, ex campeón del mundo sub23, es quien menos colabora en la aventura, entre otras cosas porque su jefe de filas -Oliver Naesen- viene acechándoles por detrás junto a Sep Vanmarcke y Madouas, pero la distancia no hace sino acrecentarse en los tramos de tierra que restan y en las dos cotas finales. A 13 km de Tours completan los 800 metros del último de los tramos y la diferencia entre los tríos que se persiguen ha subido hasta los 43 segundos. Queda por saber quién de los tres de cabeza se llevará el premio gordo. Por su experiencia, Niki Terpstra parece favorito, pero Kragh Andersen está por la labor de amargarle la fiesta. Tensa en las rampas de Rochecorbon, la última de las siete cotas, y el holandés no quiere hacer él solo todo el gasto y le deja la tostada al galo. Algo debe pasar por la mente del danés que le hace insistir al ver que puede ser el momento oportuno. Vuelve a demarrar y esta vez se va. Un instante de indecisión -y un mosqueo considerable con Cosnefroy- es suficiente para que Terpstra no pueda volver a llegar a su rueda. A seis kilómetros del desenlace, con la ventaja incrementada ya por encima de los veinte segundos, la batalla se decanta más y más en favor del futuro ganador. El talentoso danés del Sunweb vuela hacia su primera victoria en una gran carrera de un día. Desemboca en la mítica Avenida de Grammont -esta vez acortada al entrar a Tours por un recorrido diferente- seguro de que no van a alcanzarle y celebra en los cien metros finales un éxito muy especial. ª No termino de creerme que esto haya sido posible. Mis sensaciones tras el Tour no habían sido las mejores, pero hoy me he levantado motivado a tope. Estaba centrado, tenía un plan y he ido a por ello. Sé que algunos han dicho que no les gusta el recorrido, que es demasiado peligroso, pero yo lo he disfrutado muchísimo. Estoy superfeliz de haber ganado mi primera clásicaº.