WCT COSTA BLANCA
Tudons, Rates, Guadalest... y mil repechos intermedios para sumar más de 3.000 metros de desnivel en 150 km ya eran de por sí un reto exigente para los participantes en la primera edición de la marcha WCT Costa Blanca Benidorm. La lluvia nos lo puso aún m
Joaquín Calderón acudió a Benidorm para el estreno de una cicloturista exigente.
Las previsiones meteorológicas eran malas, pero, como suele ocurrir, muchos albergábamos esperanzas de que las aplicaciones de predicción se equivocasen. Eso, o que directamente somos masoquistas, porque en la línea de salida de la primera edición de WCT Costa Blanca Benidorm nos presentamos casi 500 de los 1.000 cicloturistas inscritos, a pesar de que los augurios y lo temprano del comienzo, cuando aún casi no había salido el sol, animaban a quedarse en la cama. Desde Terra Mítica, bajamos hacia la ciudad para recorrer el paseo marítimo de la playa de Levante y posteriormente virar de nuevo hacia la montaña, donde la sierra de Aitana, cubierta completamente de nubes, se levantaba desafiante ante nosotros. Desde la propia playa empieza el primer puerto del día, el alto de Finestrat, una ascensión típica de la zona no muy dura, pero que nos sirvió para desperezarnos y comenzar a entrar en calor, a pesar de que la fina lluvia que comenzó a la entrada de Benidorm se iba haciendo
cada vez más persistente. Con notable precaución superamos el bonito pueblo de Finestrat, mucho más tranquilo que otros de la zona más cercanos a la playa, y pusimos rumbo al coco del día, Tudons. El cielo nos dio una tregua, pero las esperanzas resultaron falsas al sobrepasar Sella, el último pueblo antes de la cima, donde aún quedan trece kilómetros de subida. Fue el momento en el que muchos decidieron abandonar porque, de otro modo, tendrían que dar la vuelta completa a la sierra. La fina lluvia se convirtió en los últimos cinco kilómetros en un diluvio que endureció la parte más complicada del puerto e incluso hacía peligrar la estabilidad de algunos en las curvas de herradura. Sin embargo, si la ascensión fue complicada, lo peor llegó tras superar el cartel que indica los más de 1.000 metros a los que se sitúa el puerto de paso más alto de Alicante. Frío, mucho frío, a pesar de que la mayoría de los que se habían atrevido a hollar el puerto iban equipados con chubasqueros o con diferentes prendas de protección.
Pies encharcados, manos entumecidas, brazos tiritando¼ las escenas eran las propias de jornadas épicas, hasta que por fin alcanzamos el primer avituallamiento y una breve parada nos hizo entrar en calor. Si habíamos llegado hasta aquí, lo demás sería fácil.
RITMO IMPOSIBLE
Benidorm es un destino magnífico para pasar unas vacaciones ciclistas. Fruto de estas, tenemos el placer de conocer bien las carreteras del interior de Alicante y de sus trampas, que a veces no coincide con los puertos. Por eso, y porque la hicimos en sentido contrario en la Marcha Alberto Contador apenas un mes antes, sabíamos bien que la carretera entre Quatretondeta y Facheca iba a hacer estragos por su encadenado de duros repechos que impiden rodar a un ritmo constante. Aunque lo agradecimos para coger temperatura y empezar a sentir los dedos de las manos y los pies, en la grupeta se oían voces que cuestionaban si es que los que diseñaron
esta carretera no saben de la existencia de puentes. Superado este tramo, que rompió los ya escasos grupos, la carretera se tornaba en agradable hasta Castell de Castells y, posteriormente, hasta Parcent, donde arrancaba el segundo puerto de la jornada, coll de Rates, famosísimo por ser uno de los puertos preferidos por los profesionales para sus tests. Cuando llueve es fundamental hidratarse y comer. Si no lo haces, por despiste, porque no existe la sensación de hambre, o porque simplemente estabas dormido a primera hora de la mañana y se te han olvidado tus barritas preferidas, como me sucedió, estás comprando muchas posibilidades para que el señor del mazo te atice. Más si el recorrido es tan duro como el de la marcha, y más aún si en el último mes te has descuidado y has subestimado la dureza porque son carreteras conocidas. Comenzamos Rates sin ninguna prisa, pero las sensaciones no eran las mejores y parar en el arcén para actualizar nuestro Instagram con una foto no fue la mejor idea. Quizá por el parón, o probablemente porque, para volver a la grupeta, encaré el siguiente tramo a una velocidad que un mes antes era de crucero, pero que resultó excesiva¼ el resultado fue el esperado: desfallecimiento que me obligó a llegar a la cima sin superar, ni siquiera en el tramo llano a falta de 2 km, los 10 km/h. Ni la foto de rigor en el cartel, ni apurar el último trago de agua que me quedaba, hicieron milagros; necesitaba comer algo con urgencia. Sin barritas ni geles, y luciendo un orgullo absurdo para no admitir que estaba fundido cuando los compañeros me pasaban al doble de la velocidad y preguntaban si necesitaba algo, encaré la bajada de Rates muy despacio y con una notable falta de reflejos. Los dos kilómetros de ascenso a Tárbena fueron patéticos, con todo el desarrollo metido y peleando con la cabeza para no echar pie a tierra, pero impulsado por saber que después afrontaría un largo descenso, interrumpido por un par de repechos que de nuevo subí casi parado, hasta Callosa d'en Sarria. Por fin, la salvación en forma de avituallamiento. Eché en falta algo salado, pero cerca de media hora de parón, tres bollos gigantes y más de un litro de la bebida de cola más famosa hicieron efecto: casi resucitado. O al menos, con fuerzas para afrontar con dignidad la última ascensión a Guadalest, una carretera preciosa que nos acerca a un pueblo encantador por su castillo y que merece una visita para recorrer el pantano por la carretera que lo rodea. El suave ascenso, con pendiente de entre el 4 y 5%, se vio truncado en la salida del pueblo para subir otros dos kilómetros en la CV-70 que nos devolvería a Benidorm. Y menos mal que no lo hicimos al revés, porque el temido Turrón Duro hubiese hecho que, al menos yo, probablemente hubiese tenido que echar pie a tierra. Lo mejor de este perfil de dientes de sierra es que el final es una bajada con breves repechos que, aunque molestan, a estas alturas de la prueba ya no asustan. Eso sí, seguro que el próximo año no me olvidaré de comer durante la marcha.