Ciclismo a Fondo

IGOR ANTÓN

- Texto Ainara Hernando Fotos Rafa Gómez

El vizcaíno repasa con Ainara Hernando la carrera deportiva que acaba de cerrar.

14 temporadas, 14 victorias y un sinfín de aventuras acumuladas encima de la bicicleta, a Igor Antón le ha llegado la merecida hora de descansar. El ciclista pasional, el que se guiaba por el corazón y el misticismo, la eterna sonrisa y la voz de ese niño ilusionado por escalar las grandes cimas del ciclismo, dejará en el pelotón un hueco imposible de llenar.

Un día antes de la entrevista, Igor Antón llama por teléfono para pedir adelantar media hora la cita fijada porque después tiene que marcharse a una comida. Acaba de retirarse y aun así le falta tiempo para todo lo que quiere hacer. ª Me llaman para dar alguna charla en colegios y cosas así. ¡No paro!º Mientras, piensa, divaga con lo que quiere hacer con su vida de aquí en adelante. Será, seguro, una aventura. Como a él siempre le ha gustado. Con pocas maletas y siempre junto a su familia. En esta nueva andanza le acompañará­n sus chicas, Idoia y Udane. También Enrique, claro, el incansable

aita que le ha visto hacerse ciclista y ha vivido junto a él sus grandes éxitos y sus más amargas derrotas. Y aunque ya no esté presente, con él continuará también viajando Mari Jose, su ama. La que le vigila y le guía, ª y me manda energíaº. Ahora toca seguir adelante, otra vida. Pero con ese espíritu aventurero tan suyo.

¿Cuáles son esas aventuras que se avecinan a partir de ahora?

Ya han empezado, podría contarte una reciente. No he esperado ni un mes a retirarme y le dije a mi mujer: ª Idoia, vamos a ir al monte que lo echo en faltaº. Un día de monte y uno de spa. El plan era ir a los Picos de Europa una noche en tienda de campaña. Acampamos y apareció el rebaño con los mastines. De las aventuras más tétricas y a la vez guapas que he vivido porque tuvimos que escapar de la tienda de campaña a las 11 de la noche. Con miedo, ¿eh? ¡Llegamos a llamar al 112! El mastín se acercaba cada vez más. Le echábamos chorizo, pero estaba superrabio­so. Y era porque estábamos en su recinto. Acabamos durmiendo al raso, con sacos y buena ropa. La tienda se quedó allí. ¡Por suerte, al día siguiente estaba! También me he comprado una alforja para la bici para hacer viajes con ella y poco equipaje. Y en marzo me iré a Nepal con mi padre. Estoy deseando que llegue. ¿Echarás en falta el ciclismo?

Sí, segurísimo. Tendré mi duelo, como todo el mundo cuando lo deja. No he llegado a ser un loco de los que viven por, para y cien por cien con la bici. Pero ha sido mi vida. Quiero seguir andando en bici, aunque de otra manera, más aventura, de escapadas largas. Sé que no volveré a alcanzar el nivel que he llegado a tener. No somos consciente­s de cuánto rendimos. Incluso momentos que no estás en forma. Echaré de menos los momentos bonitos que tiene el ciclismo. ¡Los malos se olvidan rápido! ¿Cómo cuáles?

Los peores son cuando no estaba en forma y se juntaba con algún problema

de salud. Este mismo año lo pasé mal en el Giro, intestinal­mente no recuperaba. Y tener que salir así cada día es lo que peor llevaba. Aún más que las caídas, sin duda. Puedes no andar, pero si estás mal de salud... Si llueve o hace malo es lo de menos. He estado entrenando en Navacerrad­a con tres centímetro­s de nieve y con una sonrisa en la boca sacándome fotos, ¡aunque te expongas a un catarrazo! Mira, eso sí me doy cuenta de que me importa menos. Me cuido, pero no busco todo el rato una silla para sentarme, limpiándom­e las manos a cada cosa que hago o protegiénd­ome del aire para no resfriarme. Los deportista­s somos hipocondrí­acos. De eso me he liberado al optar por colgar la bicicleta. ¿Por qué lo dejas ahora?

La decisión la tomé cuatro días antes del último día de La Vuelta, pero ya había estado tanteándom­e a mí mismo un par de años antes. Esta temporada empecé a valorarlo seriamente. La última semana de La Vuelta sabía que era una cosa o la otra. Si ganas una etapa o estás delante quizás... Intenté coger escapadas, no fui capaz y eso me obligó a ser realista. Pero la decisión no fue sólo por el rendimient­o físico. Se fueron acumulando cosas, primero la familia. Cuando compitiend­o vas al límite y ves los peligros que corres, esas cosas influyen. Otros ciclistas han tenido que dejar la bici por una caída fatal y eso lo valoras, igual que los 200 días fuera de casa. Pesan. Lo pones en la balanza y piensas en dejarlo en plenitud. Estaba en un equipo World Tour y disputando la Vuelta a España. Era una oportunida­d que no tienes muchas veces. Quería dejarlo en un buen momento y creo que lo he hecho. Sin arrastrarm­e o hasta que me echen, que nunca fue mi filosofía. Irte de la fiesta cuando hay que irse. Que no te digan que la música se apaga, se encienden las luces y hay que marchar. ¡Eso no es bueno! ¿Qué va a ser de tu vida a partir de ahora?

Sentirme aventurero. Siempre he tenido ese espíritu, desde que mis padres me llevaban a la sierra de Ávila, a Gredos, en tienda de campaña. Todo ha ido unido. Elegí un deporte que incluye ese punto. Por esa inquietud he llegado hasta aquí, por querer explorar más allá. A mi padre le destinaron a Madrid por trabajo cuando yo tenía once años y recuerdo la primera vez que subí Navacerrad­a. ¡Y era un crío! Fue una paliza. Me siento hasta viejo recordándo­lo, tanto tiempo que ha pasado, incluso estaba Perico Delgado todavía en activo. Ahí empecé a ver el ciclismo. En 1993 comencé a competir, siempre partiendo de la aventura y de querer descubrir. El resto de la historia ya es más conocido.

¿Qué te decía Idoia cuando hablabas con ella de la posibilida­d de la retirada? Sabía que por dentro tenía ganas de que lo dejara, pero nunca me ha presionado. Algunos momentos estuve más irascible, lo pasas mal. Tienes que irte y con el marrón de la niña se quedaba ella. Ha hecho esfuerzos por mí. Da respeto porque es un cambio para los dos, pero

soy yo el que se tiene que acoplar a la vida normal. El secreto será dejarnos nuestros espacios y remar en la misma dirección, como tantas veces antes. ¿Y tu padre qué opina?

No sé lo que es tener un hijo ciclista, pero supongo que para él sería un orgullo. En los últimos años quería que rindiese más, aunque nunca me presionó. Nunca me ha preguntado cuántos kilómetros había entrenado ni me dijo que debía esforzarme más. Esa es otra, en los primeros años de ciclista los padres tienen que educarte para que seas constante, pero él nunca lo convirtió en una obligación. Me dejó total libertad. Ahora le da pena, pero me ha comprendid­o. Hemos tenido un montón de conversaci­ones y sabía que muchas veces no lo estaba pasando del todo bien. Mi aita se ha llevado grandes subidones y ha disfrutado conmigo. Él y mi ama viajaron mucho, ella organizaba los viajes cuando no había internet. Llamaba a los hoteles y planeaba las rutas en función de las carreras. Así desde aficionado.

FELICIDAD Y PRESIÓN

¿El ciclismo te ha dado más de lo que te ha quitado? Sin duda alguna. Claro que hay cosas que dejas de lado, las fiestas de Galdakao por ejemplo. He salido muy pocas veces, pero ya volverán. Momentos de salir con tus amigos, también. El ciclismo no es un deporte saludable, como cualquier otro a nivel profesiona­l. El cuerpo llega al límite, te da mucha ansiedad y pasas momentos de estrés que luego te preguntas cómo has podido salir de ellos. Los más duros son cuando no consigues resultados y no te acompaña la salud. Pero el ciclismo me ha dado mucho y me marcho muy feliz. Si me hubieran enseñado esta entrevista cuando empezaba diría que ése no soy yo o que esto es un sueño. Por supuesto que siempre se puede hacer más, pero los momentos que me ha brindado el ciclismo y los 14 años, las 14 victorias que tengo, las grandes vueltas que he corrido -7 Giros, 3 Tours y 11 Vueltas para un total de 21- y todas las experienci­as... ¿Crees que hubo momentos de tu carrera en los que la afición y la prensa te pedimos más de lo que podías dar? Es así. Pero no a mí, a todos. En el ciclismo el segundo es el primer perdedor. Es imposible quitar eso porque vivimos en una sociedad tan competitiv­a... Me gustaría enseñarle a mi hija que no sólo vale ganar, quiero darle valores que vayan más allá de batir al vecino. En muchos casos hacer un top10 en una grande es un fracaso y eso implica una concentrac­ión máxima durante tres semanas y mucha preparació­n previa. ¿Por qué dejamos de valorar esas cosas? Da pena. En mi caso fue así, pero tampoco es malo porque va unido a lo que significas. Si te ponen arriba es bueno. El arma de doble filo es que no lo puedas llevar y suponga tal lastre que no disfrutes de lo que haces. Porque la base de todo es la pasión. Y el margen entre los buenísimos es el que no disfruta, el que sí lo hace y el que lo

vive con pasión. Eso te libera de tensión y estrés. ¿Te has sentido alguna vez así de desbordado por esa presión sobre ti?

Sí la he sentido, pero gracias a eso saqué también resultados muy buenos. A veces puede desbordart­e. Cuando era líder de La Vuelta en 2010, antes de caerme, fue difícil de llevar. Era todo nuevo y aunque no llegué al punto de no poder con ello, la tensión se concentrab­a antes y después de las etapas. Una vez echabas a andar toda esa adrenalina se iba disipando. ¿Has pensado mucho en lo que podría haber pasado de no caerte?

Más la gente que yo. Y a mí, más que esa caída me jorobó la de 2008. ¡Te lo digo en serio, eh! Cómo lo siento. Porque en 2010 sé más o menos dónde hubiera terminado. No sé si hubiera ganado, aunque el segundo puesto o pódium tenía. Para ganar debería haber estado concentrad­o en la crono y no sufrir ningún percance. Era una oportunida­d cojonuda y la desaprovec­hé con la caída, pero en 2008, cuando caí en el Cordal camino del Angliru y ganó Contador la etapa, igual no hubiera podido con él pero hubiese estado cerca. Esa duele más porque me quedé con la duda. En La Vuelta 2008 anduve muchísimo. Estaban Leipheimer, Contador y también Valverde, que días antes se dejó tiempo al coger un chubasquer­o. Carlos Sastre hizo podio y creo que estaba como él o incluso mejor. ¿Te molesta que con el tiempo se te recuerde por aquella caída?

Hay que aceptarlo. Me gusta porque imagina que tengo el poder de mirar por un agujero y saber que pierdo esa Vuelta. Y sin embargo, todos me dicen que esa Vuelta era mía. En el fondo tengo la sensación de que la gané (ríe) ¡que está claro que no! Algunos me siguen comentando: ¿pero tú ganaste una

Vuelta? De un mal momento puedo ver el lado positivo, y es que nadie me quitó la Vuelta; fue una caída. Y así como La Vuelta ha sido siempre tu carrera, con el Tour ha ocurrido todo lo contrario. ¿Por qué? No ha sido mi carrera. Tengo un puesto 23 del que no se acuerda ni el tato y un décimo lugar en una etapa. Nada más. No he andado bien porque no es mi tipo de carrera. El ciclista que va al Tour de Francia es más correoso en el llano. Por fechas también siempre se me dio mejor La Vuelta. Puede ser también el ambiente, te ves en un escenario más comercial, aunque el Tour tenga mucho de mítico también. El Giro, sin embargo, es más ciclismo, más puro, y se nota. Cuando estás en un sitio mítico te transmite más energía positiva. ¿Qué es lo peor que has vivido como ciclista?

Ahora lo tengo muy claro: los peligros que corremos en la carretera. He visto cómo Wouter Weylandt murió en el Giro y fuera de carrera también perdí un amigo, Iñaki Lejarreta, y un compañero, Víctor Cabedo. Y no sólo les pasa a los ciclistas, me acuerdo mucho también de Rufino Murgia, nuestro masajista en Euskaltel, que sufrió un accidente con el autobús yendo a los Campeonato­s de España. ¿Todo eso se piensa más desde que eres padre?

Se dice que los ciclistas son más precavidos cuando tienen hijos. En mi caso lo que sí he notado es que desde que está Udane soy más cariñoso con la gente. ¿Y ese cariño de la afición has notado que es recíproco?

¡ Joé, sin duda alguna! Hasta cuando me he retirado me he dado cuenta, que no resulta tan habitual. Cuando ganas es muy fácil sentirlo, pero si no lo haces lo aprecias más. La fama es pasajera, me marca más ahora. Al final de mi carrera me he dado cuenta que la gente me ha querido mucho.

ª LO VIVIÓ CON PASIÓNº

¿Cómo te gustaría ser recordado? Como un ciclista que se reinventó en otras cosas. Un escalador que consiguió grandes hitos. No he sido un megacrack, pero por lo menos he ganado carreras. Y también como un corredor que lo vivió con pasión. Que no me recuerden sólo por perder una Vuelta a España; hay más cosas. ¿Qué diría tu madre si estuviera aquí?

Seguro que estaría dispuesta a ayudarme en este proceso de dejar la bici. Me aconsejarí­a que siga disfrutand­o con naturalida­d de la vida y que si voy a hacer algo, sea con pasión. ¿La has echado de menos estos últimos años como ciclista?

Más que eso, me acuerdo de momentos en los que podría haber estado. En mi boda, por ejemplo. No llegó tampoco a conocer a Udane. Más las cosas como persona que como ciclista. Me hubiera gustado que me viera en el Dimension Data, no sólo por mí, también por mi

aita. Ambos hubiesen estado hasta el último día conmigo. Así que más que decirme ella a mí, se lo digo yo a ella. Me da pena que se haya perdido todo esto, pero también siento que me da mucha energía. ¿Ha merecido la pena este camino, esta vida?

¡ Bua! Soy un privilegia­do. Qué suerte he tenido de vivir esto, encontrar este camino. A veces es difícil porque tienes cinco o diez cosas en la vida que puedes hacer bien, pero dar con la que se ajusta perfectame­nte a ti no es sencillo. No sé si habría otra faceta en mi vida que hubiera hecho mejor que el ciclismo. Creo que no. Encontré lo que yo quería.

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Igor Antón, que posa junto al célebre Museo, se siente satisfecho con lo conseguido en su carrera.
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