"Me gustaría correr el Tour 2019"
Después de haber disputado un Giro y tres Vueltas -aunque en la primera se retiró por caída en la sexta etapa- y cosechar un podio en España y en Italia -en la imagen felicita a Froome- en 2018, ambos en el tercer cajón, Miguel Ángel López se ve preparado para asaltar el Tour de Francia. Le ha llegado la hora. Su madurez pide a gritos el debut en la ronda gala y todo parece indicar que el Astana no va a demorarlo. Después de haberle otorgado a Jakob Fuglsang el liderato esta temporada, ha llegado el momento de Supermán. "Me gustaría correrlo", dice él, a la espera de que el equipo kazajo trace sus objetivos para 2019. El recorrido del próximo Tour, el más montañoso de los últimos años y con sólo 27 kilómetros de crono, se adivina propicio para el colombiano. "Hay mucha altitud y eso me favorece. Además, no sé lo que es estar ahí y eso me emociona". Tiene ganas de sentirlo y, asegura, "no lo veo lejano. Todo es mentalidad, cuestión de proponérmelo y de trabajar para ello. Quiero probarme allí, ver qué tal se me da la carrera y si cometo errores, aprender de ellos", dice. Esos escasos kilómetros contrarreloj sin duda benefician a Miguel Ángel López, porque es su talón de Aquiles. "Tengo que mejorar mucho en la modalidad, trabajarlo estos meses", se promete. Pero sobre todo, lo que busca es "acumular experiencia y años de profesional. Ir sumando grandes vueltas en las piernas para aprender a ganarlas".
Chaves me aconsejó que estuviese tranquilo, a él también le pasaba al principio. Con el tiempo, las rodillas cogen más potencia y madurez.
¿Cuál era tu plan B cuando estuviste pensando en dejar el ciclismo?
La bici tampoco era entonces mi plan. De pequeño pensaba en estudiar, concluir el bachillerato y continuar con alguna carrera para ganarme la vida. La bicicleta salió de la nada. Vino de improviso. Creo que es cuestión del destino. Dios le tiene preparado a cada quién una cosa y le da unos dones. Te enseña cuál es tu camino.
Gustoso, además, de cogerlo.
Sí, claro. En mi familia ninguno es ciclista ni practica deporte. Soy el primero, incluso remontándome a décadas atrás. En casa no éramos amantes de escuchar la radio para seguirlo o verlo por televisión. Cuando empecé, no sabía quiénes eran los ciclistas más fuertes ni el campeón del mundo. Me fui enterando poco a poco.
¿Y cómo entró el ciclismo en tu vida?
Porque iba en bici al colegio hasta que acabé el bachillerato. Tenía cuatro kilómetros en descenso para ir y subiendo para volver a casa. Era mi medio de transporte. De niño, ¿a quién no le gusta montar en bici y dar vueltas? Siendo todavía estudiante, me apunté a alguna carrera cercana por probar y la gané.
Así de sencillo.
Y a los ocho días, otra vez. Las dos primeras, victorias. Allí había niños con sus equipaciones buenas y con bicicletas preparadas, mientras la mía era un pedazo de metal que no era ni apta para correr. Iba en sudadera. Empecé a analizar que si esos niños competían bien equipados y llegaban entrenados, yo vengo y soy el mejor sin haber hecho nada, ¿por qué no puedo entrenarme y mejorar aún más? Ahí empecé, pero solo. Mi padre me compró una bici algo mejor. Salía a entrenar una hora, luego dos... Comencé con ciclomontañismo. Un año después ya luchaba con los mejores de mi zona en todas las carreras. Me dijeron que me cambiase a la ruta porque en el ciclismo de montaña había que ser una figura mundial para tener futuro.
LOS `PELAOS' INCRÉDULOS ¿En carretera seguiste el mismo camino victorioso?
Sí. Esa bici ya me la compré yo. ¡Pesaba muchísimo! (ríe) La primera carrera fue una cronoescalada y la gané, pero no me querían dar la premiación porque había salido de la nada y no iba ni con zapatillas de ciclismo. Por lo menos, uniforme y casco sí que llevaba, pero zapatillas con calas no. Se resistían a considerarme vencedor. Decían que de dónde había salido para ganarles a todos. Ahí había pelaos que ya destacaban, se quedaron atrás y se preguntaban unos a otros: `¿De dónde salió éste? Seguro que se agarró al coche'. Sí claro, ¡si nadie me acompañó! Mi padre ni tiene coche, ¿quién iba a venir conmigo? No había muchos jueces porque son carreritas piratas como las llamamos allí, organizadas en pueblitos. Pero no me querían dar el premio.
¿Y qué hiciste?
Tenía un amigo que intercedió. Se empeñó en que me concedieran el triunfo, les dijo que no contaban con ninguna prueba de que me hubiera agarrado a un coche, no había fotos. Al final me lo dieron y me puse muy contento. Era superbueno.
¿Qué tal se te daban los estudios?
No repetí ningún año. Era bastante bueno en Educación Física y no desentonaba para nada en todo lo demás. Dejé de estudiar después del bachillerato por la bicicleta. No tenía claro qué hacer, pero seguro que hubiera ido a la universidad.
¿Tus padres veían con buenos ojos que fueses ciclista?
Al inicio no porque no estaba nunca en casa, me pasaba el día dando pedales fuera y si no, durmiendo porque llegaba reventado. Y luego las caídas, que en el ciclomontañismo también te las pegas duro. Me presentaba en casa raspado y dolorido, me decían que cualquier día me iba a matar. Si uno está para morirse, lo va a hacer hasta sentado. Mi madre lo pasaba mal, pero es lógico. Ama a sus hijos como a nada en la vida y siempre quiere protegerte.
¿Es más duro trabajar en el campo o subir el Zoncolan o los Lagos de Covadonga?
¡Subir los puertos! En el campo uno está a gusto, es un relax total. Allí te la gozas más que en la ciudad. Hay mucha tranquilidad. Si uno se encuentra junto