LA CICLOTURISTA
El adjetivo para calificar a Gran Canaria se antoja recurrente, pero es imposible no enamorarse de la isla en cada visita por su multitud de propuestas, tanto para recorrerla en bicicleta como para descubrirla con calma.
Joaquín Calderón nos cuenta una Gran Canaria Bike Week.
Primera semana de diciembre; temperatura media 25 ëC. El plan de pedalear con temperaturas casi veraniegas en diciembre es muy atractivo, a pesar de que en los últimos años el retraso de las temperaturas gélidas nos esté dando tregua, pero no es el único, ni siquiera el más importante, de los argumentos que hacen de La Cicloturista Gran Canaria Bike Week un evento que merece mucho la pena descubrir. Además del sol asegurado, el éxito se basa en la combinación de recorridos atractivos, un ambiente estupendo en el que las caras se repiten año tras año y las diferentes opciones para conciliar las salidas en bici con la vida familiar, una suma que ha logrado que el evento llegue a su trigésima edición con una salud envidiable, a pesar de que el inventor Ángel Bara haya dado paso a partir de este año a la empresa DG Eventos, responsable de numerosas carreras en la isla, en las tareas de organización. Tras unos años en los que el centro neurálgico se había instalado en Puerto de Mogán, La Cicloturista regresaba a Maspalomas, su localización tradicional, cuyo Faro se convirtió en el punto de reunión de los ciclistas que tomaron partida en el evento, que tiene como otro gran atractivo su concepción con dos vertientes: por un lado cicloturista, con cinco jornadas en las que la premisa es disfrutar descubriendo nuevas rutas y compartiendo momentos con compañeros con nuestra misma pasión, y por otro lado ciclodeportiva, modalidad en la que se celebraron el Desafío La Titánica-Continuar es vencer y la Escalada al Pico de las Nieves.
INICIO ENTRETENIDO
La quinta edición del Desafío La Titánica fue la encargada de dar el pistoletazo de salida, el domingo 2 de diciembre, con un recorrido de 93 km y 2.800 m de desnivel acumulado que en su inicio nos llevó desde Maspalomas hasta Arguineguín para afrontar el primer tramo cronometrado de la jornada, la subida a la Cruz de San Antonio. La primera parte, tras el pueblo de Las Filipinas, es lugar habitual de entrenamiento de los profesionales por su pendiente constante en torno al 7% y el 8%, pero al llegar al pueblo de Barranquillo Andrés comenzó el verdadero infierno, para el que se tomó la marcha a tope, o el espectáculo, para los que como nosotros preferimos bajar las pulsaciones para disfrutar el paisaje: otros 3 km por una carretera estrecha y plagada de curvas hasta la presa del Salto del Perro, con rampas superiores al 13%. Como recompensa, la espectacular bajada de la Cruz de San Antonio en su vertiente hacia Mogán, el conocido como pequeño Stelvio, un precioso encadenado de curvas que nos dejó en Pie de la Cuesta, donde se produjo un reagrupamiento, parada que se repitió unos kilómetros después, tras el segundo tramo cronometrado, en la Aldea de San Nicolás, donde se estableció el avituallamiento. Los participantes más competitivos quizá hubiesen preferido que la marcha se celebrase sin paradas, pero en nuestra opinión es mejor este formato porque, además de que el recorrido puede hacerse durísimo si se afronta como una carrera, así se garantiza que la carretera está completamente cortada a la circulación, un lujo del que pudimos disfrutar gracias al despliegue con motos y vehículos de apoyo de la organización. Desde La Aldea de San Nicolás, casi al nivel del mar, el plan parecía sencillo:
30 kilómetros de tramo libre casi hasta Artenara en los que superaríamos más de 1.000 metros de desnivel por la que se conoce popularmente como `Carretera de las presas', una especie de montaña rusa en la primera parte, en la que se superan las presas de Caidero de la Niña y la del Parralillo, y un auténtico reto tras llegar al Mirador del Molino, donde merece la pena detenerse para contemplar lo que ya hemos ascendido mientras cogemos fuerzas para lo que viene. A partir de ahí, la pendiente se mantiene constante coqueteando con el 10%, cifra que supera en un kilómetro durísimo antes de llegar a Vega de Acusa. A pesar de que es exigente, las vistas y el entorno merecen la pena, sobre todo cuando podemos disfrutar más relajados al descender la pendiente al superar Acusa y encontramos frente a nosotros el imponente Roque Nublo. Un último esfuerzo y llegamos a Artenara, que se volcó con la prueba y en cuya plaza disfrutamos de una merecida paella antes de regresar a Maspalomas en autobús -guagua para los canarios- por unas carreteras muy sinuosas que atraviesan un paisaje impresionante. Tanto nos gustó que regresamos por ella al día siguiente para recorrerla en coche y llegar de nuevo a Artenara, pueblo que merece una visita relajada para degustar un potaje canario.
AUTÉNTICO CICLOTURISMO
Aunque el recorrido del Desafío La Titánica ya tiene enjundia suficiente, el núcleo de este evento son los días que se dedican a recorrer la isla. El martes, día previo a la Escalada al Pico de las Nieves, disfrutamos de una ruta de media montaña -en la isla, de alta montaña en otros lugares de la Península porque ascendimos 1.400 m en apenas 75 km- para comprobar que el viento en Juan Grande no es un mito, sino que puede ser casi tan duro como el puerto más exigente, y que también hay ascensiones más suaves que las de las marchas ciclodeportivas, como la que nos llevó desde Vecindario hasta San Bartolomé de Tirajana. Tras el avituallamiento, regresamos por Fataga y Arteara, que nos regaló una impresionante vista desde el mirador de la Degollada de las Yeguas antes de retornar a Maspalomas. La ascensión al Pico de las Nieves supuso el ecuador de La Cicloturista y dio paso al Gran Tour, un novedoso formato para dar la vuelta a la isla en las etapas del jueves y viernes, mientras que el sábado se celebró una ruta suave hasta la playa de Amadores, tras la cual se celebró un cóctel de fin de fiesta en el que se repartieron los premios a los vencedores en el Desafío La Titánica y la Escalada al techo de la isla. La celebración del Gran Tour dio continuidad a la iniciativa del año pasado, cuando la última etapa concluyó en Las Palmas de Gran Canaria, y permitió a los participantes rodear prácticamente la isla. Los lugareños nos comentaron que para ellos es un orgullo que el evento, tradicionalmente enfocado en el sur, haya trascendido y dé a conocer pueblos como Santa Brígida, Arucas o Agaete. Para nosotros, supuso una agradable sorpresa comprobar que son ciertos los contrastes en tan pocos kilómetros, ya que el norte de Gran Canaria destaca por su frondosa vegetación y el intenso color verde en algunos rincones, prueba de que, aunque nos cueste creerlo a los peninsulares, allí también llueve. El jueves la ruta conectó Maspalomas con Arucas por el este, mientras que el viernes, tras un importante madrugón para no perder la guagua, regresamos a Maspalomas desde Arucas por el oeste. Sólo por conocer la carretera de la costa entre Agaete y La Aldea de San Nicolás, recorriendo uno de los acantilados más altos de Europa, está justificada la visita la isla. Aunque luego hubo que subir hasta el Mirador de Tasartico -600 metros de desnivel en menos de 9 km, por donde bajamos el primer día-, el entorno y la compañía merecieron la pena. Porque La Cicloturista es el Pico de las Nieves y La Titánica, que aportan un aliciente indudable para todos aquellos que quieren medirse, pero sobre todo son los compañeros con los que afrontas las etapas -los lugareños, los conocidos en otros eventos y los extranjeros-, los paisajes de la isla, su gastronomía, las playas¼ y el sol, por supuesto.