El ciclista solo

En la Antigua Grecia se inventó hace milenios la figura del ostracismo, un proceso por el cual la comunidad desterraba temporalmente a uno de sus miembros como castigo por una mala acción o una conducta peligrosa para la sociedad. El deporte, tan griego cuando quiere, tradujo esta figura en las sanciones por dopaje. El ciclismo, tan intenso cuando le apetece, lo lleva un paso más lejos imponiendo destierros figurados a quienes están asociados con malas prácticas, con indiferencia de que existan hechos o sólo se oigan rumores. Más allá de cuánto se merezca el cordón sanitario un sujeto, lo cierto es que la peor de sus consecuencias no es económica ni deportiva, sino social. El corredor es la pieza más vulnerable del ajedrez ciclista. Cuando cae le puede abandonar su equipo, que en unos casos se siente traicionado y en otros se distancia de forma hipócrita pese a ser cómplice; y su representante, cuyos intereses cruzados le llevan a no defender a la parte más débil y menos rentable; y los periodistas, que prefieren no inmiscuirse en historias amargas y oscuras, a veces por miedo a no saber o no entender; e incluso los propios compañeros de pelotón, que no quieren relaciones que les perjudiquen... La conclusión es que el ciclista, cuando sufre un contratiempo grave, se encuentra solo. Es importante que habitantes y espectadores de este mundillo recordemos que detrás del mentiroso, del tramposo, del desgraciado... hay una persona que, hasta su caída, comía en nuestra mesa. Una persona que, en esos momentos de ostracismo, necesita nuestra compañía mucho más que en los momentos de gloria.