Un repaso a su medallero

Hasta que nos parase el corazón a todos con un sprint de infarto en Innsbruck que acabó en lágrimas de oro y arcoíris, Alejandro Valverde era el ciclista con más medallas en la historia de los mundiales de ciclismo, con seis. Dos platas, en Hamilton y Madrid; y cuatro bronces, los cosechados en Salzburgo, Valkenburg, Florencia y Ponferrada. Él no duda en señalar que la más especial "fue la primera, por inesperada y porque era mi segundo año como profesional". Tenía 23 años y era su primera participación. Pero con ese metal, sobre su cuerpo también se le colgó una presión añadida: la de ser el campeón del futuro para el ciclismo español. "Era muy joven, pero demostré que podía y eso me añadió presión", confiesa una década y media después. Se acuerda perfectamente de todas. "En Madrid iba detrás de Boonen y era la mejor versión de Boonen en toda su carrera. Arranqué muy pronto y empecé a remontarle. Acabé segundo y contentísimo". Un año después, fue bronce en Salzburgo, "gracias a Samuel, que me lanzó. Ese día llevaba 54 de plato, me costó más trabajo. Hice medalla por Samuel Sánchez. Si no es por él, esa no la tendría. Tampoco me la esperaba". Cuatro años después repitió bronce en Valkenburg, en el último Mundial donde compartió galones con Óscar Freire y demostró tener las mejores piernas de la selección. El metal más triste de su carrera es, sin duda, el bronce de Florencia, tras Rui Costa y Purito -a quien saluda en la imagen inferior que ilustra este texto-, cuando el portugués arrancó y él no pudo seguirle cuando cazó al catalán. Valverde fue el centro de las críticas de todo un país. "No fue fácil llevar esos días. Apagué el móvil y desconecté, ¿qué iba a hacer? La gente se pensaba que era fácil, que ganó Rui Costa porque como era compañero mío yo no había ido a por él y no es así". Un año después, en un clima complicado, se reivindicó con otro bronce en Ponferrada. "Esa medalla fue muy trabajada. Rompí el grupo cuando Kwiatkowski se fue. Me costó mucho ser tercero en ese Mundial".