JESÚS HERNÁNDEZ
En su incipiente carrera, este auxiliar ha recogido un buen puñado de anécdotas que reflejan los intríngulis de uno de los oficios más infravalorados del ciclismo.
Hay pocos auxiliares tan carismáticos.
ENTRÉ EN ESTO POR PURA
CASUALIDAD. Con 16 años era una bola de 110 kilos que no practicaba ningún deporte. No tenía relación alguna con el ciclismo; apenas los recuerdos típicos de ver al Chava, Pantani y Armstrong por la tele en las tardes de verano. En esas organizaron una carrera de mountain bike cerca de mi casa, me acerqué por curiosidad y me encantó el ambiente. Rescaté mi bici vieja, me puse a pedalear y, entre los entrenos y la dieta que me marcaba mi amigo Juanfran Andreu, perdí 35 kilos en 9 meses. Supuso tal cambio de vida que me vi atrapado en este fantástico mundillo.
COMPETÍ VARIOS AÑOS. Empecé en segundo de juvenil, corriendo pruebas de mountain bike. Después me pasé a la carretera; como sub23 estuve en equipos pequeños como el antiguo Cosaor o el Citröen Tres Cantos. Sin embargo, nunca fui bueno; me faltaban motor y años de bicicleta para ser competitivo. Además compaginaba la bici con los estudios y echaba una mano en la tienda de mi madre, el típico ultramarino de pueblo. Llegó un momento en que tuve que ponerme al mando de la tienda y eso me obligó a colgar.
QUERÍA ESTAR LIGADO A ESTE
MUNDILLO. Por eso estudié CCAFD, orientándome al alto rendimiento y la salud para después especializarme en ciclismo y natación. Más adelante hice un curso de quiromasaje y después cursé Fisioterapia en la UCAM, donde ahora imparto clases en un Máster.
HE TENIDO BUENOS MAESTROS. Tras el curso de quiro, hice algunos días con un equipo juvenil y luego, por casualidades de la vida, acabé en Lointek femenino. Al principio andaba perdidísimo en las carreras, pero por suerte mis compañeros Esteban Peña y Egoitz Aguirre estaban ahí para enseñarme el oficio de auxiliar. Ahora, en Dimension Data, he coincidido con Teixeira, un masajista veterano del que estoy aprendiendo muchísimo. Este trabajo no se puede estudiar en ningún sitio: hay que fijarse en los demás y adquirir conocimientos y rutinas de ellos.
LA PALABRA ˜MASAJISTA˜ SE QUEDA CORTA. En realidad somos a la vez
masajistas, osteópatas, fisioterapeutas... y, sobre todo, nos encargamos de aquello que los demás miembros del equipo no hacen. Porque el director, dirige; el mecánico cuida las máquinas; y los masajistas hacemos todo lo demás. Debemos estar listos 24 horas al día para limpiar y mantener los vehículos, preparar la comida, repartirla antes de la carrera y en el avituallamiento, acompañar a los corredores al podio y al control antidopaje, conducir, etc. Y a toda velocidad. Me gusta mucho más el nombre del oficio en inglés (˛carer˛) o francés (˛soigneur˛). En esos idiomas nos llamamos, literalmente, ˛cuidadores˛.
DANDO MASAJES NOTAMOS LA CALIDAD Y LA FATIGA DE LOS
MÚSCULOS. Especialmente cuando tratas al mismo ciclista muchas veces: de inmediato sabes si ha soltado piernas tras la carrera y si está en forma. También se pueden predecir o interpretar problemas físicos, como un mal gesto en el pedaleo. Me encantaría haber dado masaje a Alberto Contador antes de que se retirara; también me gustaría trabajar algún día con Valverde, aunque será difícil quitarle el puesto a Escámez. Eso sí, si tengo que destacar unas piernas, me quedo con las de Luisle. Son dignas de tratado de anatomía: finas y muy bien trabajadas.
LAS TARTAS DE ARROZ SON UNA
CIENCIA. En un día de competición, los ciclistas tienen barra libre de barritas y geles. Nosotros, además, les hacemos algún bollito salado, tipo pavo y queso; y, como agasajo especial, procuramos echar en la bolsa algún dulce local que compremos en una panadería. Y luego están las tartas de arroz. Preparamos un montón que se distribuyen entre lo que se llevan los corredores de salida, lo que se queda en el coche del director para darlo sobre la marcha y lo que se reparte en el avituallamiento. Al principio de la temporada las hacemos con sabores sencillos, tipo canela, coco o plátano. Más adelante las complicamos: que si vainilla con fresa, que si menta con chocolate... y luego ya está el sabor a Speculoos, que es una crema de galleta y caramelo que venden en Bélgica. Ese es adictivo.
UNA VEZ TUVE QUE BUSCAR UNA
FÁBRICA DE CALCETINES. En una gran vuelta, un corredor estaba teniendo muchísimos problemas con el calor porque los calcetines del equipo eran demasiado gruesos para él. Solía entrenar con otros calcetines y en plena
grande se dio cuenta de que los pies le ardían. Iba incomodísimo hasta el punto de pensar en retirarse, así que en el día de descanso busqué una fábrica de calcetines cerca del hotel y fui a pedirles que nos hicieran unos pares especiales para él. Mereció la pena, porque acabó ganando una etapa.
A VECES LOS CORREDORES PIDEN
CADA COSA... En una carrera, un ciclista me dijo que iba a ganar una etapa y, si lo hacía, quería que le consiguiera un tubo de Pringles y dos cervezas para él y su compañero de habitación. Efectivamente, el tío ganó y en el podio me lo recordó. Fue un auténtico reto no sólo encontrar las Pringles, sino meterlas en su habitación sin que se diera cuenta el jefazo del equipo, que nos visitaba esos días. Me jugué una bronca, pero fue muy divertido.
CICLISMO NO ES IGUAL A
COMPETICIÓN. A mí lo que me gusta es la bicicleta como forma de vida. Una mañana de sol, una buena grupeta, una carretera solitaria y escuchar el ruido de la cadena. La sensación de libertad, del aire refrescándote el pecho un día de verano. O levantarse de madrugada para salir a entrenar y ver amanecer desde la cima de un puerto. Prefiero 200 kilómetros con mis colegas, parando un ratito a disfrutar de una Coca-Cola, que participar en una carrera o verla pasar. La competición es sólo la representación mediática del deporte.