Lo perdemos
Organigrama e ideas claras contra la rebaja en el número de corredores. Este mes me toca ser pesimista con la deriva que ha tomado el ciclismo y lo extraviados que parecen algunos de sus dirigentes. Vamos allá.
Pienso que mejor si lo dejamos en modo F-1, dos ciclistas del mismo equipo por carrera o, mejor, como en las motos, pilotos oficiales y satélite. Un Tour con 100 equipos, así, a lo loco. 200 tíos en culote y una caravana de 4 kilómetros. Un calendario de 25 días de competición y recortamos a la mitad el número de etapas en las pruebas de tres semanas. La contrarreloj desaparece y, como ahora se bebe más que antes, suprimimos los avituallamientos en busca de lo épico. Lucha en solitario contra sí mismo en un recorrido que se da a conocer en la propia línea de salida. Todo por descubrir, todo sorpresa, nada programado, ni estudiado. ¿Se ríen? Pues no lo hagan porque a esto vamos a llegar en el ciclismo. Nos estamos volviendo locos intentando encontrar la fórmula para desbancar las
hegemonías de los equipos más potentes, sobre todo en las grandes vueltas. ¿Que Sky ha ganado las últimas ediciones del Tour? Sí... ¿y? ¿No lo hicieron antes Armstrong, Indurain y compañía?
PLA-NI-FI-CA-CIÓN
Sigo pensando que el éxito radica en cómo lo planificas. Me refiero al reparto de roles y que todo el mundo sepa su función y para qué está en la salida. Un único líder, otro a la sombra y después gestionar las fichas en cuestión de las necesidades. Un apunte: ¿en cuántas fugas se mete el equipo Sky? A poder ser, en ninguna. La UCI quitó un corredor en 2018, dato dramático para el pelotón. Si analizamos el organigrama del Movistar Team, comprobamos que presentó a tres aspirantes a la victoria. Si llevamos
tres líderes de los ocho por equipo, la estrategia ya es forzosamente diferente. Unos, siete para trabajar; otros, cinco. Ni mejores ni peores, todo es cuestión de estrategia. Algún otro incluso aboga por la popularidad de uno de sus corredores, especialista en completar año tras año las tres grandes. Lo importante no es el rendimiento, sino más bien que las termine y continúe con su récord. Los hay que buscan protagonismo hasta que las fuerzas les abandonan. Desde la primera etapa a bloque siendo protagonistas, sin pensar ni en el amarillo ni en ningún otro objetivo predeterminado, como mucho en alguna clasificación alternativa. Otros a por la montaña o a por el verde, maillots de mucho mérito y que requieren de un trabajo/desgaste importante. Cada uno, o la mayoría, prepara su estrategia en función de sus opciones. Si a eso le sumamos que los kilómetros contra el crono disminuyen, la carrera queda emplazada a la batalla en la montaña. Etapas más cortas y sin contrarreloj, igual a escasas diferencias que se miden en pocos segundos. La valentía está bajo control y los movimientos en falso pueden pasar factura. Indurain, Hinault, Froome, Armstrong... todos ellos no sólo subían, sino que también ganaban cronos. Vamos, que eran corredores completos. Ahora la UCI piensa en seis por equipo. Cada vez estamos más cerca del circo móvil de Dorna o la F-1. Sálvese quien pueda. Estoy convencido de que restar corredores por equipo no es la solución. Con esa maniobra perderemos puestos de trabajo y el romanticismo de nuestro deporte. No habrá abanicos porque nadie arriesgará, porque nadie atacará de lejos pensando en que tiene un compañero por delante para hacerle de puente. Otro dato: Perico ya se benefició de Peio Ruiz Cabestany y Del Ramo, que rodaban por delante del pelotón, en el Tour'85 en busca de la victoria en Luz Ardiden. Allí aún no había pinganillo. Si el ciclismo tiene algo bonito es que el trabajo en equipo nutre el día a día de situaciones espectaculares. Si no somos claros favoritos, debemos buscar el fallo de los rivales y aprovecharlo. Todo es cuestión de organigrama y de roles.