Ciclismo a Fondo

BILBAO˜BILBAO

Para los profesiona­les es costumbre dar la bienvenida a la nueva estación en la Milán-San Remo, mientras que los cicloturis­tas salimos de nuestra hibernació­n en la auténtica fiesta de la bicicleta en que se convierte cada año la Bilbao-Bilbao.

- Desde Bilbao (Vizcaya) Sergio Palomar Fotos Rafa Gómez

Sergio Palomar nos cuenta la 31ª edición.

El dicho de los locales de que ª nunca llueve en la Bilbao-Bilbaoº se volvió a hacer realidad -en los últimos quince años sólo nos ha fallado en dos ocasiones- y el sol y las agradables temperatur­as no quisieron perderse lo que para muchos es la jornada ciclista más grande del año. Y es que si bien el grueso de la Bilbao-Bilbao son avezados cicloturis­tas curtidos en montones de marchas y rutas dominicale­s, no es raro encontrar a los que se marcan una bilbainada junto a los amigos de la cuadrilla, ni a los que simplement­e se suman a la interminab­le serpiente multicolor con cualquier tipo de máquina con ruedas. Incluso, para algunos otros es la excusa perfecta para recuperar el hábito por la bici durante las semanas previas y no desentonar en un trazado asequible para el cicloturis­ta medio, pero que no deja de ser el típico rompepiern­as sin fin tan caracterís­tico del País Vasco.

PARA TODOS LOS GUSTOS

Tradiciona­lmente, la opción de elegir la hora de salida ha sido la que ha posibilita­do que esta prueba se adapte a todo el mundo: los más tranquilos salen a las 8 de la mañana al ritmo que marca el coche que abre la prueba, los que se quieren calentar una hora más tarde con el objetivo de cazar y, entre medias, cada uno escoge cuando partir. El año pasado, con motivo de su trigésima edición, se añadió además la opción de elegir entre dos recorridos más, uno más corto y otro más largo con la ascensión añadida al Vivero, la ya tradiciona­l subida de las etapas de Vuelta e Itzulia que han finalizado en Bilbao. Nosotros este año optamos por las 8 de la mañana para asistir al corte de cinta que en esta ocasión recaía en la ultrafondi­sta Ziortza Villa y en el exprofesio­nal Igor Antón.

En cuanto al recorrido, bueno, las piernas y el transcurso del día lo dirían, ya que se trata de disfrutar de una agradable mañana de pedaleo y, de paso, hacer de gregarios a uno de los ejemplos que citábamos anteriorme­nte: el compañero reengancha­do a esto de la bici al que tocaba mimar con un ritmo adecuado a cada ocasión.

TURISMO EN BICI

Haciendo honor a la palabra que define a esta actividad, nuestro rodar mañanero parte desde el puente de Deusto y nos permite disfrutar de forma pausada de algunos rincones icónicos del Gran Bilbao, como pedalear a lo largo de la Ría de Nervión, atravesar Getxo pasando junto a su puente colgante y sus impresiona­ntes casas señoriales o adentrarno­s en la costa vasca hacia localidade­s como Sopelana o Plentzia antes de inmiscuirn­os en una maraña de verdes valles donde, si levantamos la vista del manillar, incluso podemos

descubrir un castillo medieval de esos de cuento. Ya desde el inicio la fila de ciclistas es interminab­le, típico en los años en los que la climatolog­ía resulta benigna, aunque en esta ocasión el ambiente parece más relajado que en otras ediciones. Ascendemos Barrika, puertecill­o injustamen­te relegado históricam­ente en el perfil de la prueba, sin apreturas y a la bajada, en el puente que atraviesa la ría de Plentzia debe ser de las pocas veces que no hemos tenido que echar pie a tierra a causa de la acumulació­n de ciclistas. Regulamos el esfuerzo en Andraka, que aún resta mucho y tenemos que cuidar al compañero para lanzarnos en rápido rodar hacia las faldas de Unbe, pese a sus escasos porcentaje­s una de las partes del recorrido donde más balas se suelen gastar, ya que es de esas que pide ir con toda la tranca metida y en la que te vas tostando poco a poco con las piernas cargadas de ácido láctico. Al otro lado una rapidísima bajada hacia Loiu en la que el viento de costado y las ruedas de perfil alto nos traen reminiscen­cias de esas típicas imágenes que suelen aparecer de vez en cuando en los telediario­s de aviones haciendo virguerías para aterrizar en el aeropuerto de Bilbao, que realmente se encuentra en esta localidad. Entre estas divagacion­es alcanzamos el Parque Tecnológic­o de Zamudio, donde habitualme­nte se ubica la zona de avituallam­iento. Lugar para reagruparn­os con compañeros, hacerse fotos y comentar lo que llevamos de ruta antes de adentrarno­s en la parte más dura del recorrido.

SIN TREGUA

Con las piernas frías tras la parada, Artebakarr­a, apenas un repecho largo -este sí aparece en el perfil perpetuand­o el agravio comparativ­o con el antes mencionado de Barrika-, nos obliga

a recuperar el ritmo de golpe y desde ahí una zona repechera aunque picando hacia abajo nos conduce a Mungia. Desde aquí la tendencia va a ser ascendente y nuestro jefe de filas comienza a dar muestras de flaqueza mientras procuramos adecuar el ritmo para no quemar cartuchos antes de lo debido. Tenemos tiempo de fijarnos en las antenas de Sollube, que aparecen a nuestra izquierda en lo alto de un monte. Una de las ascensione­s míticas del ciclismo vaco y que aún figura en nuestro debe. Así alcanzamos el estrecho valle en el que se sitúa el ascenso a Gerekiz, apenas un par de kilómetros hasta alcanzar el punto en el que la carretera nos da a elegir entre continuar hacia Gernika o girar a la derecha hacia Morga, el coco de la jornada. Mientras lo pensamos, rellenamos el bidón en el punto de avituallam­iento líquido que la organizaci­ón puso aquí hace unos años, un detalle de agradecer. Por delante, cuatro kilómetros que a muchos les parece el Tourmalet. Apenas un par de rampas sueltas al 9% ponen un poco de picante en el ascenso. Exigimos un poquito al compañero sabedores de que el final está cerca. Un vistazo al reloj nos dice que este año no llegaremos a tiempo de poder repetir la subida al Vivero que estrenamos en la anterior edición. No sabemos si apenarnos o considerar­lo un alivio. La versión clásica nos deja un buen regusto mientras vamos rodando a toda velocidad de vuelta a Bilbao, aunque nos quedaremos sin disfrutar de la fantástica panorámica que nos ofrece el monte Artxanda o del reto que supone ese rampón inicial al 14% al que siguen cuatro kilómetros duros y, cuando crees que has coronado, otros cuatro de repechones. El año que viene nos prometemos apretar un poco más para llegar a tiempo para subirlo. Ponemos nuestras últimas fuerzas en vencer el repecho que asciende hasta la basílica de Begoña, un esfuerzo que se torna en recompensa con la bajada hacia la Gran Vía sobre la Ría, sin duda, una de las más icónicas del cicloturis­mo de nuestro país. Una más a la colección, ya no sabemos ni cuántas hemos hecho, algún día reuniremos y contaremos los cacharrito­s que nos dan como trofeo al atravesar la llegada.

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Andraka, Unbe, Artebakarr­a, Gerekiz, Morga... Un trazado que los cicloturis­tas recitan de memoria.
3 De memoria. Andraka, Unbe, Artebakarr­a, Gerekiz, Morga... Un trazado que los cicloturis­tas recitan de memoria.
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amigos. La BilbaoBilb­ao es la excusa perfecta para juntarse y hacer lo que más nos gusta.
2 Ruta con los amigos. La BilbaoBilb­ao es la excusa perfecta para juntarse y hacer lo que más nos gusta.
 ??  ?? 2 Para todos. Cualquier bici es válida para afrontar la BilbaoBilb­ao, una prueba con ese sabor a auténtico cicloturis­mo.
2 Para todos. Cualquier bici es válida para afrontar la BilbaoBilb­ao, una prueba con ese sabor a auténtico cicloturis­mo.
 ??  ?? 1 De cuento. Merece la pena levantar la vista del manillar y disfrutar de la bella estampa que ofrece el castillo de Butrón.
1 De cuento. Merece la pena levantar la vista del manillar y disfrutar de la bella estampa que ofrece el castillo de Butrón.

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