El ciclista que iba para radiólogo
Detrás de una victoria que nadie esperaba, ni siquiera él "hasta los últimos 100 metros", detrás de ese éxito "está el trabajo de cientos de personas", quiso recordar Alberto Bettiol en la sala de prensa de Oudenaarde. "Los compañeros, el staff, los chicos que se han pasado horas con las ruedas en los tramos del pavés. Para todos ellos va esta victoria". Un triunfo que tiene detrás una historia de sufrimiento y sacrificios. Al final de la temporada 2017, a Bettiol le diagnosticaron un grave problema en la columna vertebral. "Una sacroileitis. No podía ni andar, me pusieron en una silla de ruedas allí mismo y tuvimos que llamar a Alitalia para que dispusieran un avión especial y poder regresar a casa". A base de "ejercicios específicos de core y con todo el equipo de especialistas a mi disposición, pude solucionarlo". Un año antes había empezado a trabajar con quien todavía es su entrenador, Leonardo Piepoli. "Es auténtico oro. Con él no tienes un plan a largo plazo, le gusta estar muy pendiente de mí e ir poniéndome las cargas de entrenamiento según cómo esté". Y para estar completamente controlado, Alberto Bettiol tiene un anillo que se coloca por las noches "que revela todos mis parámetros vitales. Mediante una aplicación se sincronizan en mi teléfono y en el del staff médico del equipo. Así me monitorizan 365 días al año". El italiano del Education First es un apasionado de todo lo relacionado con la preparación y de la biología. De hecho, comenzó a estudiar Radiología Biomédica pero tuvo que dejarlo al pasar a profesionales. En el último año ha conseguido bajar tres kilos, hasta los 69, merced a una estricta dieta que le ayuda a dormir mejor. "En la mesa, mi regla es que si tengo que entrenar poco, como poco. En los días de descanso, nada. Desayuno un café sin azúcar, un huevo y con eso tiro hasta la cena. Pero no consigo adelgazar más y el esfuerzo que hago es muy grande. El último kilo me costó muchísimo bajarlo. Algún capricho me doy; cuando hago un entreno largo me paro en un bar a comer algo. Si puedo, una pizza, aunque en los últimos tres meses hasta Flandes me he concedido sólo una porción". El esfuerzo valió la pena.