Ciclismo a Fondo

Juaristi pone la piel de gallina

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Al acabar la Klasika de Amorebieta, "abierto de patas en el último paso por Autzagane", muerto y reventado, a Txomin Juaristi le esperaba en el parking de autobuses su director, Jorge Azanza, loco de contento y henchido de orgullo de sus chavales naranjas. De Sergio Higuita, del que ya no hay calificati­vo que lo agrande más, pero también de él. "Me dio un abrazo ¡y hasta un beso y todo! -cuenta Juaristi-. Me dijo que se le había puesto la piel de gallina. Se emocionó al ver al equipo así, trabajando y atacando ante un equipo de tanto nivel como el Movistar, en la carrera de casa. Eso es mucho y estaba muy contento". No es para menos. La actuación de toda la Fundación Euskadi rayó el sobresalie­nte en el GP Primavera. Los naranjas se pasaron casi toda la prueba tirando del gran grupo y miraron de cara a la carrera con los ataques de Peio Goikoetxea e Ibai Azurmendi en la primera parte. Después llegó el turno de Higuita y del gran tapado del día: Txomin Juaristi. Atacó desde el pelotón para dar caza a los fugados junto a Rubén Fernández y Mario González y ya no perdió comba con la cabeza. "Desde por la mañana, Jorge Azanza ya nos había dicho a los dos que nos quedásemos guardando para el final". Y cumplieron con nota. Y eso que Juaristi lo de que le echen la presión encima, "no lo suelo llevar muy bien". Pero algo ha cambiado dentro de su cabeza en el último mes. La respuesta hay que buscarla en su buena actuación en la Vuelta al Alentejo. "Allí le dije a Jorge que quería ir sin ningún objetivo y él me propuso ser el caballito blanco del equipo, que corriese tranquilo. Al final casi gano una etapa", la cuarta donde atacó al final y que se acabó llevando Higuita, "y terminé sexto en la general. Al no ponerme presión rendí bien. A partir de ahí he cogido confianza en mí mismo, era lo que me hacía falta", reconoce. En Amorebieta, con esa responsabi­lidad dictada por su director, Txomin cumplió. Lo hizo delante de su público y su gente. "Vinieron a verme unos veinte familiares a Montecalvo. Estaba nervioso por pasar, tenía muchas ganas. Y cuando vi las banderas que me hicieron te da otro plus. En la primera pasada les saludé... en la tercera creo que ya iba inconscien­te, ¡tan ciego! Ni los vi", ríe. Ahora hay que estarlo para no atisbar el tremendo futuro que se cierne ante las piernas del joven ciclista naranja de Markina. Él es el porvenir del ciclismo vasco. Paso a paso. "En Amorebieta me di cuenta de que lo de Alentejo no fue una casualidad. Me ha demostrado que tengo un nivel y que debo ir a las carreras tranquilo, sin miedo". Para seguir poniendo de gallina la piel de los aficionado­s vascos.

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