JOSEBA BELOKI
Febrero de 2018, Campeonato del Mundo de Ciclocross en Valkenburg. Llevaba unos años sin acudir a la máxima cita del año de la disciplina. Holanda esperaba, una vez más, con los brazos abiertos al espectáculo del barro. Máxima expectación y un favorito claro, Mathieu Van der Poel, que se disponía a rematar una gran temporada.
Durante toda la campaña la superioridad de MVDP había sido lo suficientemente solvente como para encabezar prácticamente todas las apuestas. Pintaba bien; corres en casa, el circuito te va, las referencias con los rivales están a tu favor... Digamos que tenía todo de cara. Recuerdo que pocos minutos antes de tomar la salida, su padre, Adrie, pasaba a nuestra altura bicicleta de repuesto al hombro, dispuesto a hacer sus labores en el box. Sonriente, aclamado, protagonista. En ese momento pensé para mis adentros: ¿qué responsabilidad debes notar siendo nieto de Poulidor e hijo de Adrie Van der Poel? A priori no debería haber ninguna, pero yo creo que sí. La gran cita tuvo el arranque esperado. Bélgica a bloque y Mathieu con Van Aert soldado a su rueda, avanzando en busca de la segunda vuelta. A partir de esta, todo se torció para nuestro protagonista. Lo que durante la temporada eran automatismos se transformaron en errores. Él, desesperado; su padre en el box buscando ser positivo sin éxito. El desastre se mascaba y Bélgica se llevaba de nuevo el oro. Van Aert apareció en el momento justo de la temporada, aguando la fiesta en casa de los tulipanes. Frustración, tristeza, pataleta. Desde ese momento, mil lecturas. Van Aert es mejor ciclista, a Mathieu le puede la presión, habrá que ver si tiene margen, la carretera es otra cosa... Chorradas y más chorradas sin sentido, abanderadas de una ola de desconocimiento sensacionalista. Con una personalidad muy marcada, Mathieu es ahora mismo el disidente del ciclismo profesional.
MTB, ruta y su querido CX. Cuando todos pensamos primero en la ruta, él lo tiene claro. No hablamos de una pincelada al uso, carente de categoría y con tintes de suerte, sino de alguien que ha conseguido imponerse a lo grande en la Amstel Gold Race. Hace 14 meses era, para los visionarios de mirada híbrida, un niño mimado, aunque con cierto potencial. Por lo menos, algo es algo.
MARAVILLOSA DISIDENCIA
Defendiendo los colores de campeón neerlandés en ruta, en 2019 ha mojado en Sarthe, se ha impuesto en Denain y Brabanzona, con la maravillosa guinda de la Amstel. Posiblemente, más que las victorias lo llamativo es observar su madurez como ciclista. Valentía, convencimiento y una sensación de control máximo de la situación poco normal en un chico de su edad. Provocador de situaciones de carrera y rematador, caídas e infortunios varios solucionados con la mentalidad del barro, cabezón, testarudo e incluso generoso. No voy a criticar, bueno un poco sí, a Fuglsang y Alaphilippe por
cómo negociaron los últimos kilómetros, pero eso no resta valor al grado de responsabilidad que Mathieu se echó sobre los hombros. Viendo repetido una y otra vez el sprint final, pienso que las fuerzas también tuvieron algo que ver. El baby boom ya es una realidad. Me encanta ver a los Van Aert, Pogacar, Evenepoel, Schachmann... y compañía siendo protagonistas desde muy jóvenes. ¿Y por qué no? Sigo el campo sub23 y soy muy crítico con su sistema. No culpo a nadie, pero ahora mismo son más carreras de juveniles que otra cosa. 90, 100 km para chicos que, de no ser por la falta de sitio en profesionales, algunos ya deberían haber dado el salto. Elosegui, Lazkano, Ibon Ruiz, etc., chavales que tienen algo y que en breve veremos arriba. Con el formato pro verían desarrolladas sus facultades de manera más directa. Esto lo comento para quienes digan que nosotros no tenemos chavales con futuro. El punto de inflexión en su carrera que acaba de soportar MVDP es positivo para el ciclismo, aunque a mí lo que más me seduce es ese punto de disidencia. “Tengo contrato y planes a corto plazo; deberán esperar”. Y estoy seguro que le veremos a partir de mayo en mountain bike y preparar la campaña de ciclocross. Un CX que, dicho por él públicamente, lidera sus preferencias. Me encantaría ver la cena de Navidad de esa familia. Poulidor presidiendo la mesa, con Adrie en un segundo plano y Mathieu como futuro muy presente. Esta es en definitiva la magia del ciclismo. Para los románticos como yo, nutrientes de muchos quilates. Juventud al poder.