Ciclismo a Fondo

Cuando el mejor está en tu equipo

- Texto Ainara Hernando Foto Luca Bettini/Bettini Photo

Y no puedes hacer nada. Pues impotencia. Mucha. ¿Qué, si no? Rabia también. Por los casi cinco minutos con los que Mikel Landa se presentó en su terreno, las montañas. Demasiado lastre concedido a los rivales en dos cronos que se le atragantar­on. Espacio excesivo para la épica. ¿Pero quién como Mikel para poder lograrlo? La esperanza y la fe. Son las dos consignas de su religión, la que cada vez tiene más devotos: el landismo. Y se desató con fuerza en las dos primeras etapas de montaña en las que, con dos vibrantes ataques, puso a la parroquia en pie y recuperó casi dos minutos de los 4’52’’ que tenía perdidos con Roglic. Hasta entonces el Giro estaba siendo un calvario. Las alergias, el calor, las malas vibracione­s. El colmo, la caída que le provocó Simon Yates en la cuarta etapa. "Es una mierda cuando pasan cosas que no dependen de ti. Las sensacione­s son bastante malas. El tiempo perdido no entraba ni en mis peores planes, pero hay que mirar adelante y tener esperanza". Landismo. Allá que va, en el Montoso. Ataca y le saca 28’’ a Roglic. Y al día siguiente otra vez, a 16 kilómetros de meta en la última ascensión, el Lago Serrù. 1’38’’ mordidos a Roglic y Nibali. "He notado debilidad en los rivales, los he visto asequibles". Eso le llenó de moral. "Quiero hallar mi mejor versión en las montañas. Mi ambición siempre es ganar, aunque con el podio en Verona me conformarí­a. Pero seguiré atacando hasta que las piernas aguanten", prometió. Más landismo. La lucha sin cuartel tuvo que aplazarla sin remedio cuando apenas un día más tarde, en Courmayeur, Richard Carapaz se llevó la etapa y se colocó al frente de la clasificac­ión general. "No le puedo pedir que levante el pie, no sería justo", dijo entonces. Fiel y leal compañero. A él se entregó sin reparos y el propio Carapaz se lo agradeció. "Es más que un compañero. Mikel es un líder con más experienci­a que yo y sabe dirigir al equipo", señaló el ecuatorian­o sobre el vasco. Movistar Team priorizó el rosa de Carapaz, aunque no se olvidó de dar su espacio a Landa cuando pudo. Sin poner en riesgo el liderato, buscaron a base de ataques que el alavés entrase en el podio y lo logró en la última jornada de montaña, en la cima de Monte Avena, donde el portador de la maglia rosa se desgastó para brindarle a Mikel un triunfo de etapa que le birló Pello Bilbao. Pero no pudo ser. Ni brazos en alto ni foto de podio. Los 23 segundos de ventaja con los que partió frente a Roglic fueron insuficien­tes para mantener el tercer cajón, que se escapó por apenas ocho. "Estoy muy contento por Richie. Somos un equipo y hay que celebrar este triunfo. Me alegro mucho", declaró. Vendrán otras batallas; volverá el landismo.

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