Ciclismo a Fondo

Infortunio

- Texto Fernando Belda Foto Luca Bettini/Bettini Photo

Fue una de las imágenes de este Giro. Miguel Ángel López es derribado en Monte Avena por un aficionado que corría a su lado y, fruto de la rabia y frustració­n, le suelta un par de manotazos -la gorra salió volando- que bien le pudieron costar una sanción, pero el jurado entendió que fue "una reacción humana" y no aplicó ningún castigo. El incidente le descolgó del grupo de favoritos y le privó de la opción de luchar por la victoria de etapa, en una jornada reina en la que ya lo había intentado en el temible Passo Manghen y en Croce d’Aune. Porque en su ADN está el ataque, con o sin piernas. Esa 20ª etapa supone el perfecto resumen de lo que fue el Giro para el colombiano: irregular y desafortun­ado, con incidentes y averías mecánicas en momentos clave. Llegaba a la salida de Bolonia pletórico tras sus victorias en el Tour Colombia y Volta a Catalunya, pero en la Corsa Rosa no ha podido cumplir con las expectativ­as. Las fuerzas no fueron las esperadas. Y pese a todo, finaliza séptimo de la general y con el maillot blanco de mejor joven, que conquista por segunda vez consecutiv­a. López, de 25 años, no empezó el Giro nada mal, con un cuarto puesto en la crono inaugural, sólo superado por Roglic, Yates y Nibali. Fue la cara para el tercer clasificad­o en la edición precedente, que vivió el reverso en la segunda contrarrel­oj. En San Marino, perjudicad­o además por un pinchazo en su rueda delantera, en sólo 34,8 km perdió un tiempo excesivo con Roglic (3’45"), Nibali (2’40"), Carapaz (1’50") y Landa (42"), que le obligaba a remontar en la montaña. Pero en su terreno, donde marca diferencia­s, se mostró irregular. Muchos altos y bajos para Supermán, de un día para otro e incluso en la misma etapa. De repente estaba delante, con Astana endurecien­do la carrera, como se quedaba rezagado. En la 12ª, con llegada a Pinerolo, se fue junto a Mikel Landa para aventajar en 28" al grupo de favoritos. Y de nuevo la cruz al día siguiente, en Lago Serrù, en cuya meta se dejó 1’22" con Roglic y Nibali; 2’41" con Carapaz; 2’59" con Landa... Otra avería al inicio de la subida le rezagó del grupo y pagó el esfuerzo tras "dejarse la vida" para recuperar. Y así fue transcurri­endo su Giro, en una montaña rusa de estados físicos y anímicos, alternando días donde se mostraba poderoso -Courmayeur o Anterselva- con otros en los que cedía tiempo -Como o Ponte di Legno-. Pero nunca dejó de intentarlo. En la antepenúlt­ima etapa, en la ascensión a San Martino di Castrozza, se lanza con valentía para aventajar en 44" a los favoritos. Seguía lejos del podio, pero su ADN atacante infundía respeto de cara a la jornada reina. En ella intentó poner la carrera patas arriba en el Passo Manghen, donde sólo Carapaz y Landa pudieron seguirle. Siempre con el cuchillo afilado -más ganas que fuerzas-, hasta que el infortunio se cruzó de nuevo en su camino en forma de descerebra­do espectador.

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