Infortunio
Fue una de las imágenes de este Giro. Miguel Ángel López es derribado en Monte Avena por un aficionado que corría a su lado y, fruto de la rabia y frustración, le suelta un par de manotazos -la gorra salió volando- que bien le pudieron costar una sanción, pero el jurado entendió que fue "una reacción humana" y no aplicó ningún castigo. El incidente le descolgó del grupo de favoritos y le privó de la opción de luchar por la victoria de etapa, en una jornada reina en la que ya lo había intentado en el temible Passo Manghen y en Croce d’Aune. Porque en su ADN está el ataque, con o sin piernas. Esa 20ª etapa supone el perfecto resumen de lo que fue el Giro para el colombiano: irregular y desafortunado, con incidentes y averías mecánicas en momentos clave. Llegaba a la salida de Bolonia pletórico tras sus victorias en el Tour Colombia y Volta a Catalunya, pero en la Corsa Rosa no ha podido cumplir con las expectativas. Las fuerzas no fueron las esperadas. Y pese a todo, finaliza séptimo de la general y con el maillot blanco de mejor joven, que conquista por segunda vez consecutiva. López, de 25 años, no empezó el Giro nada mal, con un cuarto puesto en la crono inaugural, sólo superado por Roglic, Yates y Nibali. Fue la cara para el tercer clasificado en la edición precedente, que vivió el reverso en la segunda contrarreloj. En San Marino, perjudicado además por un pinchazo en su rueda delantera, en sólo 34,8 km perdió un tiempo excesivo con Roglic (3’45"), Nibali (2’40"), Carapaz (1’50") y Landa (42"), que le obligaba a remontar en la montaña. Pero en su terreno, donde marca diferencias, se mostró irregular. Muchos altos y bajos para Supermán, de un día para otro e incluso en la misma etapa. De repente estaba delante, con Astana endureciendo la carrera, como se quedaba rezagado. En la 12ª, con llegada a Pinerolo, se fue junto a Mikel Landa para aventajar en 28" al grupo de favoritos. Y de nuevo la cruz al día siguiente, en Lago Serrù, en cuya meta se dejó 1’22" con Roglic y Nibali; 2’41" con Carapaz; 2’59" con Landa... Otra avería al inicio de la subida le rezagó del grupo y pagó el esfuerzo tras "dejarse la vida" para recuperar. Y así fue transcurriendo su Giro, en una montaña rusa de estados físicos y anímicos, alternando días donde se mostraba poderoso -Courmayeur o Anterselva- con otros en los que cedía tiempo -Como o Ponte di Legno-. Pero nunca dejó de intentarlo. En la antepenúltima etapa, en la ascensión a San Martino di Castrozza, se lanza con valentía para aventajar en 44" a los favoritos. Seguía lejos del podio, pero su ADN atacante infundía respeto de cara a la jornada reina. En ella intentó poner la carrera patas arriba en el Passo Manghen, donde sólo Carapaz y Landa pudieron seguirle. Siempre con el cuchillo afilado -más ganas que fuerzas-, hasta que el infortunio se cruzó de nuevo en su camino en forma de descerebrado espectador.