Ciclismo a Fondo

Italia ya tiene heredero

- Texto Ainara Hernando Foto Dario Belingheri/Bettini Photo

Tan acostumbra­dos a ensalzar, a llevar a épicas historias casi banales y envolver con la tricolore a casi cualquiera, Italia y su ciclismo han descubiert­o en este Giro a quien de verdad puede reportar los días más gloriosos de un futuro cada vez menos lejano. Porque con la confirmaci­ón de Carapaz, con Vincenzo Nibali y su tesón incansable, con Roglic y su eterna flema, con el empuje de Miguel Ángel López y las ganas de más de Mikel Landa, la historia de este Giro de Italia es la de la eclosión definitiva de Giulio Ciccone, el nuevo rey de las montañas, heredero de la pesada corona del ciclismo italiano. Que iba a ser protagonis­ta lo anunció ya desde el primer día, cuando el del Trek-Segafredo, nacido en Chieti hace 24 años, hizo suyo el maillot azul de la montaña. Lo mantuvo en una primera semana anodina y sólo lo prestó en la 12ª etapa con final en Pinerolo. Una jornada después lo recuperó y nadie fue capaz de arrebatárs­elo hasta Verona. Se acostumbró casi tanto a él que, aunque bien preciado, no lo disfrutó tanto como merecía el gran premio que suponía. Porque Ciccone quería más. Él había venido a por otra cosa: una jornada de gloria. Y vaya que si la tuvo. En la 16ª etapa cabalgó hasta meterse en la fuga y sobrevivir al Mortirolo, sus endiablada­s rampas y el aguacero, coronándol­o antes que nadie. Sólo Jan Hirt consiguió seguirle y a punto estuvo de desquiciar­le. Ciccone, nervioso como un flan, no fue capaz de ponerse la chaqueta en la cima del coloso más bello del mundo. Cabreado la tiró a la cuneta y agarró unos periódicos de un aficionado. Ciclismo a la antigua... y congelació­n asegurada. El italiano temblaba, pero se mantenía caliente por su enfado al ver, terminado el descenso, que el del Astana apenas pasaba al relevo. Ni siquiera así pudo con él. Con un excelente golpe de pedal y un brutal cambio de ritmo alzó los brazos en Ponte di Legno para llevarse la etapa que tanto ansiaba. "Es uno de los mejores momentos de mi carrera", dijo al alcanzar su segundo triunfo de etapa tras el que logró en 2016 vistiendo los colores del Bardiani. "Había venido a por esto y me encontré pronto con el maillot de la montaña, algo muy bonito, pero mi objetivo era ganar una etapa. Hacerlo el día que subíamos el Mortirolo y Aprica, que era mi jornada preferida, me llena de alegría". Ciccone confesaba que "no tengo palabras que puedan describir esto, porque honestamen­te, haber venido al Giro ha sido una sorpresa y ganar, un sueño. Día a día he ido aprendiend­o algo y esta victoria es la lección más importante. Se la dedico a mi abuela Pasqualina, que me ha estado empujando toda la etapa desde el cielo. Tras dos años de muchas frustracio­nes, por fin he vuelto a vencer en el Giro". Ahora, a por más.

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