VUELTA A CASTILLA Y LEÓN
Davide Cimolai logró el sello final de una Vuelta a Castilla y León que homenajeó al Camino de Santiago y que contó con una buena dosis de polémica con la descalificación de Carlos Barbero y la expulsión del rumano Grosu.
Davide Cimolai y Cycling Academy se llevaron una ronda muy movida.
Fue una Vuelta a Castilla y León diferente, rara, extraña. Acostumbrada a darnos vencedores que brillan cuando la carretera se empina, la edición de 2019 nos regaló un triunfador que nada tiene que ver con los que habitualmente aparecen en el historial de la prueba: de Indurain a Valverde, pasando por Mauri, Mancebo o Contador. Con permiso de Jonathan Hivert -el mejor de 2017-, cuesta encontrar en el palmarés un tipo musculoso y veloz como Davide Cimolai (Israel Cycling Academy), italiano de 29 años con parciales en carreras de postín como la Volta a Catalunya o París-Niza. Gana poco, pero no suele patinar al elegir el destino de sus disparos más certeros. Especialmente fino ha estado Cimolai con su puntería en Castilla y León, en la que ha conseguido más triunfos en tres días que en cada una de sus anteriores temporadas, en las que nunca había superado la barrera de las dos victorias. Llegó con el marcador a cero a Belorado,
el inicio de este particular homenaje que la organización preparó al Camino de Santiago, y se marchó marcando un tres con su mano de Villafranca del Bierzo, el final de una ruta por la que cada año transitan miles de peregrinos. Con el Movistar Team como único representante de la máxima categoría del ciclismo mundial, el pelotón de la Vuelta a Castilla y León reunió en la mencionada Belorado a una nómina en la que aparecían todos los equipos españoles, pero en la que se echaba en falta a alguna escuadra de renombre, pues el peso del glamour extranjero recayó sobre el Total-Direct Energie, uno de los pocos conjuntos reconocidos -a pesar de su cambio de nomenclatura- de un paquete multicolor en el que también se encontraban Israel Cycling Academy, Manzana Postobón o Delko Marseille. La nota exótica la puso el japonés Matrix-Powertag, liderado por el incombustible Paco Mancebo y por José Vicente Toribio.
DOBLETE CON POLÉMICA
De todos ellos, el que mejor aprovechó la ausencia de los más poderosos del ciclismo internacional en este particular Camino Francés -que atraviesa Castilla y León de este a oeste- fue el equipo israelí, que desde el primer día avisó que no venía a España de vacaciones. Se apuntó el triunfo de la etapa inaugural, que durante varios minutos no fue suyo sino de Carlos Barbero, quien quiso ser profeta en su tierra -la carrera pisó suelo burgalés desde Belorado hasta Castrojeriz-. Cumpliendo con los pronósticos, el velocista del Movistar estrenó la meta levantando los brazos, pero pronto se desvanecería su sonrisa, ya que los jueces le descalificaron por una maniobra que, según los que deciden, perjudicó a Enrique Sanz (Euskadi-Murias). Con Barbero sancionado -los árbitros le relegaron al quinto puesto-, la gloria se marchó a visitar a Cimolai, el vencedor de una jornada que contó con una fuga de
cinco con Sureda (Burgos-BH), Toribio (Matrix), Mendoza (Postobón), Bruno Silva (Efapel) y Trueba (Sporting-Tavira), y con el viento y el trabajo de Movistar como protagonistas: la victoria acabó jugándose entre apenas diez ciclistas. Contento, pero a medias por aquello de no disfrutar de ese momento único de explotar de alegría al cruzar la línea final, empezó la segunda etapa Cimolai, que se estrena con Israel Cycling Academy en 2019 tras pasar por Groupama-FDJ, Lampre y Liquigas, y que repitió éxito en Villada, en un parcial en el que la provincia de Palencia acaparó también la salida, situada en Frómista. Entre ambas, Frómista y Villada, hubo espacio para varios escarceos, como el del veteranísimo Mancebo (Matrix), quien junto al colombiano Ochoa (Postobón) -más de 17 años los separanpuso picante a la cita. Pronto se configuró en cabeza un grupo de diez en el que, además de los dos mencionados, aparecían Ezquerra y Bol (Burgos-BH), Gotzon Martín (Fundación Euskadi), Ángel Sánchez (W52-Porto), Jones (Delko), Casimiro (Efapel), Figueiredo (Sporting) y Boivin (C. Academy). Todos caerían a 15 km de un final en el que Movistar Team e Israel incrementaron la velocidad de un pelotón que se rompió y en el que Cimolai afianzó su liderato. También hubo espacio para la polémica, ya que el rumano Eduard-Michael Grosu (Delko), que ocupó la segunda plaza de la etapa, fue expulsado tras agredir con un manotazo al cántabro David de la Fuente (Ludofoods-Louletano) después de un incidente de carrera.
LA REVANCHA DE SANZ
Entre polémicas y victorias de Cimolai, quien vive una segunda juventud después de su etapa como lanzador de Arnaud Démare, la prueba se plantó en León para disputar la última jornada, que llevaba a los corredores hasta Villafranca del Bierzo, la puerta que cruzan cada día decenas de peregrinos para saltar a la amiga y vecina Galicia. De camino a
la frontera, la escapada que más duró estuvo compuesta por Madrazo (BurgosBH), Sergio Rodríguez (Euskadi-Murias), Jokin Aranburu (Fundación Euskadi), Campos (W52), Guerin (Delko) y Rafael Silva (Efapel). Cazados los seis, otros guerrilleros lo intentaron, tratando de desmantelar al Cycling Academy, empeñado en defender con Cimolai la corona lograda en 2018 con Rubén Plaza y subiendo la dosis de tensión en una etapa que acabó con varios corredores visitando el hospital, entre ellos Daniele Bennati (Movistar), quien con fractura de clavícula decía adiós a su presencia en el Giro de Italia. Controlados todos los ataques, el turno fue para Enrique Sanz, protagonista el primer día por la maniobra que eliminó a Barbero. Con suficiencia, el navarro del Euskadi-Murias logró su cuarta victoria de la temporada en el fin de fiesta de Davide Cimolai, quien consiguió el sello más importante de su particular credencial de peregrino, el de la general de la Vuelta a Castilla y León.