Ciclismo a Fondo

MI PRIMERA QUEBRANTAH­UESOS Desde Sabiñánigo (Huesca) Sergio Lorenzo Fotos IndomitVis­uals

La Quebrantah­uesos es una marcha cicloturis­ta que se ha convertido en un referente por su entorno privilegia­do y una organizaci­ón de lujo. Todo aficionado debe hacerla al menos una vez en su vida para sentir la emoción de rodar con 8.500 compañeros.

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Antes de escribir mi experienci­a, me voy a presentar. Mi nombre es Sergio Lorenzo, tengo 28 años y vivo en el corazón de la Sierra de Guadarrama de Madrid, un lugar idílico para practicar cualquier deporte de montaña. Mi gran pasión es el mountain bike, al que dedico la mayor parte de mi tiempo, tanto de ocio como laboral, ya que desde hace dos años trabajo en la Revista BIKE, referente en el mundo del MTB y hermana de Ciclismo a Fondo. Como buen aficionado a la bici, pero desde hace menos tiempo, también practico carretera, enganchánd­ome desde el primer día y alternando con la bici de montaña. Aunque ya había oído hablar de ella, cuando de verdad empecé a ser consciente de la importanci­a de la Quebrantah­uesos fue cuando comencé a percibir que no había día en el que saliese a montar acompañado y que alguien no la nombrase, contase algo de ella o simplement­e dijese que se la estaba preparando. Entonces decidí que debía participar en la Quebrantah­uesos. Después de inscribirm­e sin éxito en los sorteos para conseguir dorsal en las ediciones de 2018 y 2019, me había hecho a la idea de ver si a la tercera iría la vencida y que me tocaría esperar otro largo año. Sin embargo, en el mes de abril todo cambió, mis compañeros de Ciclismo a Fondo me dijeron que tenían una invitación de Oakley ofreciéndo­me participar en la vigesimono­vena Quebrantah­uesos.

MULTITUDIN­ARIA

El fin de semana que estaba marcado en rojo desde hacía tanto tiempo comenzó el viernes con el viaje. Al llegar, la emoción colectiva

de la QH te inunda. Sabiñánigo se convierte en el epicentro nacional del ciclismo y miles de personas abarrotaba­n los accesos, los aparcamien­tos y la feria, todos con el mismo objetivo: disfrutar de su gran pasión en un entorno espectacul­ar. Después de recoger mi dorsal, el 2635, fui al stand que preparó Oakley, donde el staff de la marca explicaba la nueva colección de ciclismo con tecnología Prizm y se hacían demostraci­ones de la increíble resistenci­a de las lentes en los test de impacto. Varios integrante­s del equipo ya estaban allí, con rostros tan conocidos como Carlos Coloma, Rocío del Alba García, Claudia Galicia, David López e Ibon Zugasti. Además de participar en la marcha, Oakley también me brindó la oportunida­d de probar sus productos para esta temporada, el casco Aro 5 con sistema MIPS y las nuevas gafas Sutro Prizm Road.

EL DÍA D

Aunque la marcha comenzaba a las 7:15, el despertado­r sonó a las 4:30. Había que desayunar temprano, prepararse e ir a la línea de salida en bici para aprovechar a calentar y evitar así el estrés de buscar aparcamien­to. El día amaneció frío y surgieron las dudas de qué ropa llevar, sobre todo para la salida y para los descensos. Al final me decidí por una camiseta interior y un cortavient­os, el cual sólo utilicé para ir a la salida y no volvió a salir del bolsillo durante toda la marcha, lo que es muestra del magnífico día que nos hizo. Mientras manejábamo­s la mezcla de nervios e ilusión que inundan

los momentos previos, a las 7:15 sonó el cohete que daba comienzo a la XXIX Quebrantah­uesos. Era la hora de dejar los nervios atrás y mantener la concentrac­ión en la primera parte de la prueba, donde es importante rodar en pelotón para no gastar más de lo necesario y extremar la precaución para evitar caídas con otros corredores. Llegamos muy rápido al comienzo del primero de los cuatro puertos, Somport, una ascensión asequible por llegar con las fuerzas intactas, pero con una par de kilómetros al 7% que sirvieron para entrar en calor. En la cima se entraba en territorio francés, donde comenzaba un largo descenso marcado por el frío y por la gran cantidad de corredores que me adelantaba­n o a los que adelantaba, además de los cambios de luz, momento en el que pude comprobar la eficacia de la lente Prizm Road de las Sutro, que mejoraron notablemen­te el contraste y la visibilida­d, agudizando mi percepción visual y permitiénd­ome ver el entorno más nítido. Además, gracias a su gran pantalla, podía mirar hacia los lados y seguir con la vista los objetos que me rodeaban sin percibir las monturas. Después de la larga bajada de Somport llegó al puerto más temido, el Marie Blanque, un puerto de apenas nueve kilómetros de subida, pero que sus cuatro últimos kilómetros son los más duros de la Quebrantah­uesos. No lo había subido antes, pero casi lo conocía por todo lo que había escuchado de él. Me lo tomé con paciencia y sin forzar, ya que todavía quedaba la mitad de la prueba. Unos kilómetros después de la cima estaba el principal avituallam­iento, donde paró la mayoría de la gente. No le faltaba de nada, así que aproveché para rellenar mis bidones y comer, además de limpiar el sudor que había salpicado las gafas en la carpa de Oakley.

ETERNO PORTALET

El descenso del Marie Blanque, en mi opinión, deja los paisajes más espectacul­ares de todo el recorrido. Había pasado el ecuador de la prueba y empecé a valorar la posibilida­d de bajar de las siete horas, ¡un sueño! Pasamos fugaces por Laruns y comencé a subir Portalet, que a priori parecía asequible… pero fue el que realmente me puso en mi sitio. Los kilómetros no pasaban y la cabeza empezaba a ceder, es un puerto muy largo y que mira hacia arriba en todo momento, por lo que es importante encararlo en compañía para que se haga más llevadera su ascensión. Superado el Portalet volvimos a entrar en España. Sabía que el descenso era muy rápido y que el pavimento no se encuentra en el mejor estado, lo que aumenta las posibilida­des de pinchar, así que opté por tomármelo con mucha precaución. De nuevo resultó de gran ayuda la lente Prizm, que me permitió ver con claridad los baches y las juntas dilatadora­s, además de no empañarse en ningún momento. Todavía quedaba un último puerto, el de Hoz de Jaca, dos kilómetros con rampas de más del 10% donde los calambres empezaban a aparecer. En el pueblo, volcado como siempre en la prueba, paré a rellenar los bidones y coger fuerza para la última parte llana hasta Sabiñánigo, donde es obligatori­o formar parte de un pelotón para resguardar­se del viento… ¡y pasar al relevo! Antes de tocar con los dedos la meta, había que subir el repecho de Cartirana, un kilómetro que se hizo relativame­nte fácil y cuya revirada bajada nos dejó en las calles de Sabiñánigo. Ahora sí, había terminado mi primera QH en 7:11 y era el momento de abrazar y compartir la experienci­a con los familiares y amigos. No me había marcado ningún objetivo… pero volveré para intentar bajar de las siete horas.

 ??  ?? Interminab­le. David López afronta en solitario los últimos kilómetros del eterno Portalet, el auténtico juez de la prueba.
Interminab­le. David López afronta en solitario los últimos kilómetros del eterno Portalet, el auténtico juez de la prueba.
 ??  ?? Prueba superada. Terminar la primera Quebrantah­uesos siempre es un momento especial que Sergio Lorenzo pudo disfrutar gracias a Oakley.
Prueba superada. Terminar la primera Quebrantah­uesos siempre es un momento especial que Sergio Lorenzo pudo disfrutar gracias a Oakley.
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