Ciclismo a Fondo

Bodas de plata y rosa

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El increíble macizo alpino de los Dolomitas volvió a ser, por vigesimoqu­inta ocasión, el escenario sobre el que se disputó una de las gran fondo más duras que se pueden realizar en Europa.

Desde Feltre (Italia) Sergio Palomar Fotos Sportful Dolomiti Race

Un 25º aniversari­o que comenzó quince días antes, cuando la 20ª etapa del Giro de Italia rindió su peculiar homenaje a esta prueba realizando el mismo recorrido en la jornada que nos dejó la victoria de Pello Bilbao. Ahora nos tocaba el turno a nosotros y a los otros 4.000 participan­tes. En realidad, no todos ya que la brutal dureza del trazado de 205 km y más de 5.000 m de desnivel hace que la gran mayoría opte por la nada desdeñable opción medio fondo. Sin embargo, tras ser nosotros el año pasado uno de esos, este año no había excusa; el Manghen nos esperaba. Un precioso día soleado nos recibe muy temprano, ya que la salida es a las 7 de la mañana. Unos minutos donde compartimo­s parrilla de salida y saludos con personajes como Paolo Bettini, Fausto Pinarello o Purito Rodríguez, que al igual que nosotros conoció la marcha el año anterior y ha quedado enganchado por la belleza de la prueba. Salida pura de carrera, que eso son las gran fondo en Italia, sin la hipocresía de nuestro país donde nos empeñamos en llamar a estas pruebas como marchas. 15 kilómetros llanos, pasando por delante de la fábrica de Sportful en la vecina Fonzaso, antes de afrontar el primer monstruo de la jornada. La Cima Campo no es sobre el papel un puerto duro si nos atenemos al porcentaje de sus kilómetros, pero sus 18 km y las fuerzas intactas nos obligan a tener mucha frialdad para no gastar balas que luego harán falta. Una subida que nos introduce poco a poco en terreno de alta montaña. Veloz descenso hacia Castello Tesino, lugar donde se separan los dos recorridos y esta vez no dudamos: hacia el Manghen. Antes de llegar a Telve, punto de comienzo, tramo pestoso en el que resulta complicado recuperar y ante nosotros se alza este lobo con piel de lobo, ya que no hay engaño posible: 22 km en los que se asciende la brutalidad de 1.626 m. Primera parte bastante amable en la que se alternan tramos de pendiente dura con zonas más pedaleable­s en una subida donde los kilómetros parecen no pasar. Sin embargo, es a falta de 6 para coronar, cuando las piernas ya están saturadas del esfuerzo anterior, cuando esa última parte, a una media del 10%, causa estragos. Delante, un muro de roca infranquea­ble hasta que descubrimo­s arriba, muy arriba, pequeñas figuritas en bici que van ganando espacio a la ladera. Un auténtico coloso.

TORMENTA VERANIEGA

Coronarlo puede hacernos pensar que tenemos la marcha en el bolsillo, nada más lejos de la realidad ya que una larguísima bajada y un no menos largo tramo favorable de rodar nos dejan ante otro puertaco de 20 km. El Passo Rolle tiene unas pendientes mucho más amables en las que sólo la fatiga acumulada nos puede poner las cosas difíciles. Sólo eso no, ya que una inoportuna tormenta veraniega, con la temperatur­a desplómand­ose y nosotros vestidos de puro verano, puso el toque épico. Por suerte, la penuria de frío y lluvia no dura más que una veintena de kilómetros entre subida y bajada y pronto recuperamo­s la protección del fondo del valle tras haber disfrutado de las increíbles agujas dolomítica­s que visten el paisaje de su cima. Sólo nos queda el, a priori, puerto más corto. Sin embargo, la Croce d’Aune no debe ser menospreci­ada. El puerto en el que Tullio Campagnolo ideó el cierre rápido, que supuso la creación de una de las firmas más icónicas del ciclismo, nos reta con sus 10 km en los que el calor infernal y una gran humedad se ceban en los machacados ciclistas que vienen del frío Rolle. Especialme­nte en sus últimos 3 km, con continuas rampas por encima del 10%. Arriba aún no podemos cantar victoria ya que este año contamos con un extra. La organizaci­ón ha alargado la ascensión hacia el Monte Avena por una carretera que sale en el mismo puerto a nuestra derecha para emular la llegada del Giro. Son apenas 3,5 km, pero a una media del 11% que resulta mortal con casi 200 km en las piernas. Rapidísima bajada hasta Feltre y aún hay más. 300 últimos metros de dura subida adoquinada por el casco viejo de esta bonita ciudad para terminar sin un gramo de fuerza, pero plenos de satisfacci­ón por completar un auténtico tappone dolomítico.

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