VUELTA A SUIZA
BERNAL MARAVILLA UNA VEZ MÁS
Rohan Dennis sólo cedió ante Egan Bernal.
El colombiano impuso su fuerza en la etapa reina de San Gotardo y resistió de manera brillante al arcoíris Rohan Dennis en su terreno, la crono, de donde también salió vencedor. Egan Bernal tiene ya casi todo, también una Vuelta a Suiza. Ahora, a por el Tour de Francia.
El Paso de San Gotardo, sus bellos y salvajes paisajes por encima de los 2.100 metros de altura en plenos Alpes, es un cruce de caminos. De ahí su nombre. Es algo así como la frontera, sin aduana, pues a la naturaleza no se le pueden poner barreras ni absurdos muros de piedra, entre la parte más alemana, ordenada y estricta de Suiza y la italoparlante, la del caos, la improvisación y la anarquía. El ruido y los gritos frente al silencio y la armonía. Bastante de esa mezcla tiene Egan Bernal, el niño humilde latino, colombiano, que se fue a Italia de la mano de su descubridor, Gianni Savio, para aprender a ser ciclista en medio de todo ese caos y que a cada paso que da, de gigante, se está convirtiendo en la nueva referencia del ciclismo mundial de la mano del Team Ineos inglés, de su orden, puntualidad y flema. Cada vez más ciclista, más completo, más superior. Cada vez, se vislumbra, más ganador de Tour. En ese cruce de caminos que es el San Gotardo, sus bellos y salvajes paisajes, Egan Bernal se siente como pez en el agua. O como colombiano en las alturas, su hábitat natural. Nadie como él para desplegar sus alas y volar. Tan alto como su instinto quiera. Las piernas ya le han dicho que puede con todo, incluso con el tremendo desarrollo que emplea para escalar. A él, como a las montañas, tampoco habría que ponerle muros ni barreras que lo frenen.
SAGAN Y VIVIANI
Antes de esa llegada casi al cielo del Paso de San Gotardo, Bernal había lanzado su primer aviso un día antes, en la ascensión al Flumserberg. Se había anticipado Antwan Tolhoek, el chico que pide a gritos un chupete con su celestial cara de niño. Allí, a tres kilómetros de la primera llegada en alto, la Vuelta a Suiza despertó. Ya era hora. Tras el primer aviso de Rohan Dennis en la crono inaugural, que abrió con su triunfo y liderato, la carrera helvética entró en estado de standby. Suiza, país siempre neutral, quiere contentar a todos. Los rápidos y los escaladores. Los contrarrelojistas y los valientes
cazafugas. Y sí, hubo de todo. Entre Peter Sagan y Elia Viviani se repartieron las llegadas rápidas. 2-1 para el italiano, con un ‘chapeau’ del tricampeón eslovaco incluido en la segunda meta en la que le batió, la de la quinta etapa, donde ambos protagonizaron una espectacular llegada con arrancada desde lejos y lucha cuerpo a cuerpo muy prometedora para las tardes de julio que se avecinan. Mencionar el buen desempeño en las volatas del Guaje, Iván García Cortina (Bahrain-Merida), que cada día se atreve con más cosas, firmando un cuarto y un octavo lugar. Antes de todo eso, la exhibición con mayúsculas la protagonizó Luis León Sánchez con un ataque marca de la casa. El osado murciano se atrevió a once kilómetros del final de la segunda etapa y mantuvo un pulso extraordinario con el pelotón, que no renunciaba a la llegada masiva pero tuvo que ver en la distancia cómo el del Astana se alzaba con un maravilloso triunfo fruto de su poderío y audacia. El sello del León. A las puertas de la montaña quien se quedó varado y herido fue Geraint Thomas. En la cuarta jornada, el galés se vio perjudicado por una caída de Andrey Zeits que lo arrastró al suelo y disparó las pulsaciones de todo el Ineos. Con un tremendo golpe en la cabeza, aunque afortunadamente sin nada roto, a Thomas le obligaron a retirarse por precaución. Y ahí fue cuando todo cambió.
AVISO EN EL FLUMSERBERG
Porque sobre los papeles en los que los técnicos y directores del Ineos tanto les gusta dibujar tácticas que seguir al dedillo, cero improvisación, estaba escrito que el vigente campeón del Tour tenía en la Vuelta a Suiza su prueba de fuego, después de un inicio de temporada de lo más discreto. Era el campo de pruebas para que Geraint y el Ineos supiesen que estaba a punto, ante la ausencia de Chris Froome, para asaltar el Tour de Francia con garantías. Cuando cayó al suelo, con él se fueron todas esas expectativas, crecieron mil interrogantes,
y voló la capitanía del equipo inglés a las piernas del vibrante Egan Bernal. Así fue como todo cambió, con el triunfo del niño Antwan Tolhoek en Flumserberg, cuando la Vuelta a Suiza se desperezó por los valles alpinos, y Egan Bernal lanzó su ataque en los últimos tres kilómetros, aupado y protegido hasta entonces por un soberbio, como acostumbra, Jonathan Castroviejo. Aviso a navegantes. Con Enric Mas como gran escalador y posible principal rival, dorsal 1 de la carrera en clara progresión pero lejos de su mejor golpe de pedal, a Bernal se le despejó el camino hacia el amarillo. No sólo se quedó sin rivales; él mismo los destrozó. Y cuando llegó escalando hasta los más de 2.100 metros del San Gotardo y su superficie de adoquinado, se dio cuenta de que estaba solo. Solo en medio de su superioridad, de su dominio. La soledad de ser el mejor. Bernal dejó que su amigo Enric Mas se desgastara al probarse en el final de la ascensión, calculó su momento y cambió de ritmo para remacharle con una facilidad pasmosa. Superior. Así llegó hasta la cima del cruce de caminos. El de la Vuelta a Suiza y el Tour de Francia que le llama a gritos como una sirena hipnotizadora y clama por ver sus piernas desatarse en sus montañas. Desde arriba del San Gotardo, Egan ya las ve. Observó también que pronto, demasiado pronto, cruzó la meta Rohan Dennis (Bahrain-Merida). El único ciclista con el que había calculado que debía ganar tiempo ante la crono del día siguiente fue el que mejor aguantó junto a su compañero Domenico Pozzovivo, que cometió el error de entrar segundo y llevarse más bonificación que su líder. 41’’ los separaban.
RETIENE EL AMARILLO
41 segundos, que parecen pocos, pueden separar dos mundos. Colombia y Australia. Escalador frente a contrarrelojista. Jovencito fino y espigado frente a potencia pura de arcoíris para disputar los 19 kilómetros de contrarreloj. Las quinielas hablaban de un vuelco en la general y las predicciones de un hundimiento de Egan Bernal. Para eso están, para romperlas, en un día en el que Yves Lampaert y Kasper Asgreen protagonizaron un 1-2 para el Deceuninck-QuickStep. El colombiano del Ineos, ese corredor que cada vez es más ciclista, más completo y ganador, no tuvo miedo. Miró de frente a las cinco franjas que circundaban el pecho de Rohan Dennis y saltó, canino, a por él en Goms. En su casa, en el terreno del aussie del Bahrain-Merida, lo mantuvo a raya. También ahí. Bernal apenas cedió un segundo por kilómetro. Y con los 41’’ que tenía de ventaja retuvo a sus espaldas el amarillo. “Esta mañana sopesaba que era muy posible perderlo, así que haberlo mantenido es una grata sorpresa. He luchado frente al campeón del mundo de la modalidad y puedo estar contento con mi rendimiento”. Y tanto. Un Bernal así es invencible. En Suiza y hasta en el Tour de Francia.
La parte mala fue la ausencia de espectáculo en la última etapa. Aunque Dennis no se dio por vencido y en medio del hermoso Furkapass y sus imágenes de postal intentó el vuelco. Buscó las debilidades de Bernal. Imposible. Si en la crono no las había tenido, allí, en su hábitat natural, las montañas, mucho menos. El cafetero se pegó a su rueda y así se marcharon, juntos, en el ascenso y también en una bajada peligrosa con el suelo mojado por el deshielo, con el británico Hugh Carthy (Education First) firmando por delante una hazaña construida a base de fuerza pura.
No tuvo más que hacer Bernal. Aguantar y reservar para cruzar dentro de poco la frontera con destino a Francia. Lo supo desde la mañana antes de la última etapa. “No tengo que hacer ninguna locura”, se repetía. Porque además de que sube como nadie y se codea con los mejores en las cronos, su arma más poderosa es la cabeza. Con los pies en la tierra. Y sólo 22 años. “Es precioso ganar y más en una carrera como la Vuelta a Suiza, que es de las pruebas más importantes del calendario. Me siento muy feliz. Después de la caída que me apartó de correr el Giro, verme así es muy valioso para mí y para el equipo”. Lo necesitan más que nunca. Aunque él, pies en la tierra de nuevo, se descarta para la gloria inminente. “No he demostrado nada para decir que soy favorito para ganar el Tour. En el equipo va a haber un líder que será Geraint Thomas e intentaré apoyarle en todo lo que pueda. Si él está mejor que yo, por supuesto que le ayudaré a ganar su segundo Tour. Con 22 años tengo muchos Tours por delante”. En eso también acierta, pero desde los Alpes suizos también se ven los Campos Elíseos.