Ciclismo a Fondo

PEIO GOIKOETXEA

- Texto Ainara Hernando Fotos Rafa Gómez

El del Euskadi ha superado una situación complicada que relató a Ainara Hernando.

Las grandes batallas que se superan son historias para contar. A veces no se libran encima de una bici, ni hablan de alzar los brazos. Pero son victorias de igual modo. Es el relato de Peio Goikoetxea, el camino que va de unos fuertes dolores a un riñón extirpado por el que transcurri­ó un sueño que ha alcanzado: volver a verse vestido de naranja encima de su bicicleta.

Cuando en el mes de junio, después de los largos y fríos inviernos, despunta un pequeño rayo de sol, los vascos se echan a la calle. A las terrazas. Así que la entrevista se hace así, en la parte exterior del bar Bizipoz, el local que Markel Irizar lleva con éxito en Oñati, muy cerca de Ermua donde vive Peio Goikoetxea. Tres cafés, porque también ha venido Maddalen, la que admira, aguanta y adora a su Peio, la que todo lo ha pasado junto a él. Y ahora sonríen; los dos. Tiene mucho de apropiado el lugar de la cita. Bizipoz es el lema de Irizar, gran amigo de Goikoetxea y compañero de grupeta. Vivir feliz, después de todo lo pasado. Y también de ese sol que baña esta charla que habla de lucha, de superación, de no rendirse... de mucha cabezonerí­a.

EL RIÑÓN

Empecemos por el principio. Hace un año que empezaron los primeros dolores, las molestias. Sí, estaba ya descansand­o porque pensaba que tenía una mononucleo­sis. De aquí fui a Ezcaray a preparar la segunda parte de la temporada y el segundo día allí ya sufría muchos dolores y llamé a Maddalen, que vino a buscarme. Volvimos a casa y al día siguiente fui al médico. Notaba pinchazos dentro del cuerpo, los ganglios inflamados y me sentía cansado a todas horas. Estaba durmiendo todo el día, los síntomas eran los mismos que con una mononucleo­sis que ya había pasado antes. Pero veía que no arrancaba, que estaba mal y de insistir tanto a los médicos me hicieron las pruebas; así supe qué era. Fueron cuatro meses, desde abril que tuve esas malas sensacione­s hasta el día de la carrera de Ordizia, en julio, que me enteré de lo que me ocurría. Cuatro meses sin saber lo que tenía y con muchos dolores. Ahí empecé todo el proceso de médicos. Primero salió una mancha y pasé por el oncológico del hospital de Donosti. Ya me dijeron que el riñón no funcionaba, que estaba al 0.2%. Por una parte me tranquilic­é porque confirmé que tenía algo, que no era un tema mental. Sabía cuál era el problema y que se podía arreglar. ¿Y a partir de entonces?

Yo me había metido en la cabeza que era otra lesión más. Me he roto la clavícula y tengo que volver y vuelvo. Me lo tomé así. Me quitaron el riñón en agosto y a los 15-20 días ya estaba de nuevo encima de la bici, con mucho cuidado y con margen hasta el año siguiente, porque el equipo me dijo que no había ningún problema para seguir; iba a ser lo que yo quisiera. Comencé poco a poco y en noviembre ya les dije que me encontraba bien y quería continuar. No se lo dijiste a nadie, pero interiorme­nte pensabas en volver a ser ciclista. Sí, porque lo dejé sin saber que debía hacerlo y tenía ganas de regresar y volver a ser ciclista. Para recuperars­e

también fue mejor, porque te lo tomas más en serio. ¿Tuviste miedo en algún momento del proceso de recuperaci­ón de no ser capaz de volver al ciclismo? Sí, al principio más que en la bici, en lo físico, en el día a día. Notas un vacío en el cuerpo y no sabes el motivo. Siempre se piensa lo peor, pero soy bastante optimista en ese sentido y lo llevé bien dentro de lo que cabe. Cuando ya me dijeron lo que era y que tenía arreglo, tiré para adelante. Cuando vi esos resultados que indicaban que mi riñón no funcionaba y supe que me lo iban a quitar, se lo dije a mi hermano: ¡A ver

cómo salgo de esta! (ríe) Escuchas que te van a quitar un órgano y suena grave, pero al día siguiente de operarme estaba mucho mejor. ¿Cuál ha sido el peor momento?

El tiempo que pasé sin saber qué tenía. Desde que me operaron me sentí bien, ya no me dolía nada y he ido dando pasos. Me costó mucho ponerme en forma, fue un invierno duro y casi no tuve ni un día de fiesta. Pero la incertidum­bre es lo peor. También ahora, en mayo, cuando ya estaba bien y en la Vuelta a Asturias me rompí la clavícula otra vez. Pero ahora no empezaba de cero; en cambio, en invierno sí. Hacía media hora andando y al llegar a casa tenía que echarme la siesta porque estaba muerto. Cuando los médicos te dicen que tienes una mancha, ¿asusta? Ahí se asustaron más los de casa que yo. “Cuando vino a casa -interviene en la conversaci­ón Maddalen- y nos dijo que el médico le había derivado al oncológico, le miramos asustados.

¿Cómo que al oncológico? ¿Y por qué?,

¿qué tienes? Y él respondió: Ah, no sé. Sin más, me han dicho que tengo que

ir y ya está. Es verdad que ahí hacen mil pruebas de todo tipo, pero suena a lo peor". Encima esos temas, que son casi tabú en la sociedad. Pero cuando me dijeron que el riñón se estaba pudriendo pues ya está, me quedé mucho más tranquilo. Todas las pruebas se hicieron muy rápido. Lo que más me costó fue convencerl­es de que tenía algo. Porque vas allí, te ven bien, andas en bici, deportista... pues estará cansado. Tardé hasta que les convencí de que me dolía por dentro. Pero en cuanto me hicieron la ecografía y vieron la mancha, todo fue rodado.

MEDIÁTICO

¿Te quitaste un peso de encima con la operación? Sí, me lo tomé muy bien. Además en el preoperato­rio tenía gente de la cuadrilla, que trabajan en el hospital de Mendaro. Vino también Maddalen y fue bien. El primer mes y medio noté molestias de la operación, pero era lo normal. Ahí fue cuando ya lo hiciste público.

Llegó un momento que me arrepentí porque se me fue de las manos (ríe). “Yo ya le decía, que no es para tanto ¿eh? ¡No te lo creas tanto!”, bromea Maddalen. El equipo me aconsejó que lo comentase porque si no se habla cualquier cosa por detrás. Estuve tres días que me quemaba el teléfono en el bolsillo. La tele, la radio, entrevista­s... ¡se me fue de las manos porque no estaba acostumbra­do a eso! Pero fue una pasada el apoyo de toda la gente. Los mensajes que recibí son incontable­s. Vi lo que es el mundo del ciclismo, que cuando le pasa una cosa así a alguien la gente se vuelca. Da igual de qué color seas o de qué equipo. Me escribiero­n desde políticos a deportista­s. En la grupeta sabían desde el primer momento lo que tenía y me apoyaron siempre. Markel Irizar me escribía todas las semanas a ver cómo iba. Haimar -Zubeldia-, Amets Txurruka... para mí han sido siempre referentes y que estén encima tuyo todo el día preguntánd­ote qué tal estás y deseándote lo mejor te llena mucho. También Mikel Landa.

Sí, vino al hospital. Todo el rato me preguntaba cómo iba y eso te ayuda en la recuperaci­ón. Igual que ahora con la clavícula, que me llevó a Vitoria para que me atendiesen. Tener esa implicació­n del equipo y de Mikel es una pasada. ¿Te lo esperabas?

Sorprende porque en esta sociedad, en la que lo único importante es producir y producir, que un equipo te diga que

si quieres correr tendrás tu espacio y se vuelquen tanto contigo, es un lado humano muy bonito que no estamos acostumbra­dos a ver. ¿Qué valor le das a ese aspecto en tu recuperaci­ón?

Lo ha sido todo. No tienes una presión ni una fecha, sólo debes escuchar al cuerpo y hacer lo que te pide. ¿Y qué importanci­a ha tenido Maddalen?

Toda, también. En casa me lo han hecho todo, ella y mis padres. Me tratan como a un rey. Notar la comprensió­n de que tienes que dormir un mes dentro de un

camping para hacer hipoxia y que tu novia duerma en la cama de al lado es uno de tantos detalles que no se ven y son una pasada. Eso lo he tenido que hacer ahora para recuperarm­e de la clavícula, pero hay mil cosas del estilo. No salir por la noche, cenar e irte a la cama... sacrificio­s que la de al lado también aguanta. ¿Cuál fue el primer día que volviste a montar en bici?

A los quince días fui hasta la fábrica de Orbea, que está al lado de mi casa, y vuelta. Unos 25 minutos en total, muy suaves. Pero es que no podía aguantar sin pedalear. Luego fui subiendo cada día diez minutos como mucho. El primer día iba muy asustado, tenía todas las heridas, con las grapas, pero estaba seguro de que volvería a andar en bici si nada se torcía. ¿Te dejaste de sentir ciclista en algún momento?

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 ??  ?? 1 Visita de Ciclismo a Fondo. Goikoetxea posa delante de su casa de Ermua, donde nos recibió para llevar a cabo la entrevista. 1
1 Visita de Ciclismo a Fondo. Goikoetxea posa delante de su casa de Ermua, donde nos recibió para llevar a cabo la entrevista. 1
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