ACERO Y RASTRALES
El vizcaíno culminó dos escapadas durante el Tour de Francia de 1999. Veinte años después, las repasamos con él.
Veinte años del imponente doblete en la Grande Boucle de David Etxebarria.
Hace dos décadas que David Etxebarria se ganó un lugar destacado en la historia del ciclismo español. En un periodo donde la mayoría de las victorias parciales en grandes citas llegaba en alta montaña o contrarreloj, el entonces corredor de ONCE-Deutsche Bank maravilló al planeta ciclista culminando dos fugas en pleno Tour de Francia. La primera en solitario en Saint Flour durante la duodécima etapa; y la segunda, cuatro días más tarde imponiéndose en Pau a un pequeño grupo de seis ciclistas. “Otras veces vas igual de bien y no hay manera”, apunta el de Abadiño, quien consiguió una difícil marca aprovechando su dulce momento de forma, con inteligencia en carrera y unas circunstancias que no siempre se ponen de cara. De su dificultad habla la selecta lista de los otros nueve españoles que la han logrado en las 105 ediciones de la prueba: Indurain, Ocaña, Bahamontes, Julio Jiménez, Freire, Poblet, Fuente, Bernardo Ruiz y Purito Rodríguez, el último en hacerlo en 2015. Gente como Contador, Delgado o Valverde nunca lo ha conseguido.
ESTRENO EN SAINT FLOUR
En una participación marcada inicialmente por el trabajo colectivo en favor de Abraham Olano, el desarrollo de las etapas y la estrategia diaria pondrían en bandeja a David Etxebarria dos situaciones que solventaría exitosamente. Primero en la 12ª etapa camino de Saint Flour, en pleno Macizo Central, al final de una complicada jornada de 201 kilómetros donde la fuga tardó en formarse. “No sería hasta el kilómetro ochenta -recuerda-; ese día era casi seguro que iba a llegar y todo el mundo quería entrar”. Seleccionada una escapada inicial de catorce corredores, David lanzó su ataque definitivo en la última cota de la jornada, Saint Loup, un puerto de tercera. “Llegaba de atrás a la cabeza y no paré. Lo que quedaba hasta meta me venía bien y pude aguantar dándolo todo”. La persecución de Elli, De Wolf y François Simon resultó infructuosa y en el repecho final pudo mantener una cómoda diferencia con la que disfrutar de su estreno en la Grande Boucle. “En el desenlace me quité la radio. No escuchaba más que gritos de Pozo desde el coche y lo único que me preocupaba era dar lo máximo de mí mismo”, reconoce.
SEGUNDA EN PAU
Cuatro días después firmó el doblete en Pau, al final de la jornada que cerraba la montaña de aquella edición. “Subiendo el Tourmalet se formó un grupo de dieciséis escapados y Manolo quería tener a gente del equipo allí, por lo que salté y me uní a ellos en poco tiempo”. La dureza del puerto convirtió la fuga en un terceto donde se integraría junto a Tonkov y el astuto Elli, primero en la cima. “Se llevó los seis mil euros de premio para el primero. Me enteré al acabar...”. Durante las siguiente ascensiones, Soulor y Aubisque, sucesivos contraataques buscando la etapa y el podio acabaron configurando en cabeza una docena -con Armstrong, Zulle y Escartín entre otros- que se jugó el triunfo en la capital pirenaica, con David de nuevo como protagonista. “Para mí fue curioso, ya que supe seguir concentrado en carrera pese a que nos cogiesen. En toda la parte final me ayudó muchísimo Marcos Serrano. Cuando en los últimos metros vi que perdía fuelle, lancé de lejos la
llegada y aguanté”. Su expresivo gesto de aquel día en la meta, reflejado en tantas fotos y vídeos, no respondía a nada premeditado. “Simplemente me salió así de pura alegría. No estaba pensado, ensayado, ni era por nada especial”.
AL VOLANTE
En 2000, David volvería a subir al podio de una etapa del Tour como ganador, aunque acompañado por sus compañeros tras la crono por equipos de SaintNazaire. “Fue la más difícil. Me había caído en el prólogo y llevaba puntos en la cabeza. El dolor y la dureza de la jornada me pusieron muy complicado aguantar”. Esa racha de buenas actuaciones se prolongó, aunque ya sin victorias, con segundas plazas en Aixles-Bains en 2001, “ese día me equivoqué y se me fue Ivanov cuando bebía agua”,
y Béziers en 2002. “Allí sí que no pude hacer nada ante un David Millar inconmensurable”, afirma resignado. Los triunfos y buenos resultados le acompañaron hasta el final de su carrera profesional en 2006, seguida de un nuevo periodo donde continúa inmerso al mando de equipos sub23: una década dirigiendo a Koplad, Café Baqué, Aldro Team y ahora en el Grupo Eulen. Desde su privilegiada posición, para acabar ofrece un rápido diagnóstico de nuestra cantera. “Veo un grupo sólido de chavales que pueden acabar haciendo cosas. Antes eran fundamentalmente individualidades y retazos de clase, pero nada más”, comenta esperanzado a CAF. “De todos modos, a la categoría le faltan una mayor participación en las carreras y, sobre todo, internacionalización”, concluye.