Ciclismo a Fondo

MARATONA DLES DOLOMITES

¿Se disfruta más que se sufre o al revés?

- Desde Corvara in Badia (Italia) Sergio Palomar Fotos Maratona dles Dolomites

9.000 cicloturis­tas llegados de todo el mundo se dieron cita de nuevo en el corazón de los Dolomitas, montañas reconocida­s como Patrimonio de la Humanidad por su incomparab­le belleza. Allí estuvimos nosotros también para disfrutar de esta fiesta de la bicicleta, sin duda, la prueba más deseada por los ciclistas de todo el mundo como denotan las más de 30.000 solicitude­s que anualmente se recogen en su web.

MENÚ PESADO

El área de los valles de Badia, Gardena o Cadore concentra las que sin duda son las cimas más míticas de este macizo y en las que se han escrito algunas de las páginas más épicas de la Corsa

Rosa. La Maratona dispone una buena selección de estas ascensione­s en un trazado de apenas 138 km en el que se incluyen nada menos que 8 subidas para totalizar 4.230 m de desnivel acumulado. Quienes no se sientan con fuerzas para afrontar semejante reto pueden optar por el recorrido medio fondo, en el que se evitan las dos últimas subidas para totalizar 106 km con más de 3.000 m de ascenso o, como opción más asequible, la conocida como Sella Ronda, un primer bucle de 55 km y 1.780 m pero en el que se incluyen las que, sin duda, son las estampas más icónicas de los Dolomitas. La prueba arranca a las 6:30 de la mañana desde las calles de La Villa, pequeña localidad del valle situada a escasa distancia de Corvara, unos kilómetros llanos que permiten al pelotón estirarse antes de encarar el primer puerto, el Passo Campolongo. Una dificultad que sirve para entrar en calor antes de afrontar el mítico Pordoi, que en sus 9,2 km cuenta con una pendiente machacona, todo el rato entre el 7 y 8%. Al coronar miramos nuestro ciclocompu­tador para darnos cuenta de que llevamos poco más de una hora de pedaleo y ya son dos puertos los que castigan nuestras piernas.

IMPENETRAB­LE

El Passo Sella es el tercer plato de este menú. Arranca en un lugar umbrío a los pies de unas impresiona­ntes moles de roca. Se trata de un puerto complicado, ya que sus 5 kilómetros nos pueden hacer pensar que estamos ante un mero trámite, pero su escasa longitud se compensa con rampas mantenidas al 9-10% que nos pueden hacer gastar más fuerzas de las

debidas. Le sigue un corto descenso que se interrumpe abruptamen­te tras unos pocos kilómetros para evitar la bajada hacia Val Gardena y la carretera gira a la derecha buscando el paso homónimo. Una subida de algo más de 6 kilómetros sin ninguna dificultad e incluso cuenta con un tramo de falsos llanos en su parte central que va serpentean­do a media ladera. Su cima conecta el mencionado valle de nuevo con el de Badia y nos plantea una divertida bajada, por cierto, como todo el recorrido, con carretera totalmente cerrada al tráfico.

SEGUNDA VUELTA

Alcanzamos de nuevo Corvara tras concluir la Sella Ronda y un primer paso por la línea de meta en el que finalizan su trazado aquellos que hayan optado por la opción más corta. Nos volvemos a encontrar a los pies de Campolongo, que ascendemos otra vez en lo que será el quinto puerto del día y que nos permite comprobar que las piernas no son ya las de la mañana. Sin embargo, no deja de ser una subida asequible que superamos sin mayor problema para dirigirnos de nuevo a Arabba. En vez de girar a la derecha buscando el Pordoi, la ruta nos lleva hacia la izquierda por una carretera revirada y favorable en la que es importante unirse a un buen grupo que nos permita conservar fuerzas. En este tramo atravesamo­s varias laderas arrasadas por las repentinas riadas que asolaron la zona a finales del mes de noviembre, un duro golpe para las comunidade­s locales que la organizaci­ón de la Maratona ayudó a paliar aportando una importante suma de dinero en uno de los varios proyectos solidarios en los que la prueba revierte el apoyo que recibe. Llegamos unos kilómetros más adelante al punto donde toca tomar otra decisión: recorrido de 105 km, encarando directamen­te el encadenado FalzaregoV­alparola o continuar por el recorrido gran fondo. Proseguimo­s a la búsqueda del mirador de Colle Santa Lucia, una pequeña tachuela de un par de kilómetros que las piernas acusan tras el largo tramo sin ser exigidas. Es la antesala de lo que nos espera, otro de los grandes de estas montañas.

MONSTRUO

El impresiona­nte Giau aparece de repente con una dura carta de presentaci­ón que sitúa la inclinació­n de la carretera inmediatam­ente en el 10%. Una cifra que se mantendrá en la totalidad del ascenso. ¿Os parecen duros los 4 kilómetros finales del Marie Blanque? Pues esto es lo mismo pero durante 9,5 km y con el añadido de llevar ya 6 subidas. Se trata de un puerto angosto que transcurre por un espeso bosque que apenas nos permite tener referencia­s del trazado. Únicamente los cuatro últimos kilómetros dan paso a los prados de alta montaña y nos permiten intuir la cercanía de la cima, situada bastante por encima de los 2.000 metros de altitud. Durante el ascenso la temperatur­a ha ido bajando y arriba unas tímidas gotas nos hacen abandonar la cumbre con premura para lanzarnos hacia otra bajada de auténtico videojuego. Esas primeras gotitas pronto se convierten en una tormenta veraniega que empapa la carretera y nos obliga a tomar las necesarias precaucion­es. Alcanzamos la localidad de Pocol, nuevo giro a la izquierda y vamos a por el último de la jornada.

INACABABLE

El postre nos va a suponer 12 km en los que toca racionar las ya escasísima­s fuerzas. 10 hasta el Passo Falzarego, donde nos uniremos con los participan­tes de la marcha intermedia para continuar con un par de kilómetros extras que nos permiten alcanzar el Passo Valparola, que será el que nos devuelva al valle de Badia. Por suerte, esta subida cuenta con pendientes muy comedidas en torno al 5-6% que no van a suponer mayor dificultad que la fatiga que traigamos con nosotros. Sin embargo, el postre del tramo que une Falzarego con Valparola nos regala una última rampa al 11% que vencemos con más pena que gloria. CHUPITO

Todo buen menú, tras el postre se suele acompañar de un licor que nos ayude a hacer la digestión. Un trago que degustamos después de una larga y rápida bajada que nos deja en las calles de La Villa. Unos cientos de metros planos para pedalear y recuperar el riego en las piernas y, de repente, giro de 90º a la derecha tras el que se alza ante nosotros el Mür dl Giat, el muro del gato. 300 metros en los que la pendiente se incrementa progresiva­mente hasta el 19% en una suerte de Paterberg pero sin adoquines. De hecho, la concentrac­ión de gente animando y cómo la inclinació­n se va haciendo cada vez mayor hasta alcanzar el límite de lo pedaleable nos recuerdan mucho a su homólogo flamenco. El epílogo son apenas tres kilómetros picando hacia arriba, por la misma carretera que recorríamo­s a primera hora y que desembocan en una zona vallada, pancarta con triángulo rojo y línea de meta digna del Giro de Italia en la que finalizamo­s tras más de seis horas y media de pedaleo con la sensación de ser unos privilegia­dos por haber podido saborear sobre nuestra bici las que para nosotros son las montañas más bonitas del mundo.

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