HAUTE ROUTE ALPE D’HUEZ
Mucho más que 21 curvas míticas.
3, 2, 1… La salida de una contrarreloj individual es una de las imágenes más características del ciclismo, aunque generalmente ese momento está reservado para los ciclistas profesionales. Prepararse, subir a la rampa, templar los nervios y salir esprintando en una carrera en la que tú eres el único rival. Esas sensaciones, aunque lógicamente sin la presión por el resultado -por nuestra parte, porque el evento es competitivo y hay resultados comparables a continentales-, las pudimos vivir en la última jornada de la Haute Route Alpe d´Huez, la cronoescalada al legendario puerto de las 21 curvas de herradura desde su vertiente de Bourg d'Oisans. La lucha contra el reloj en los 13 km fue el broche final a un fin de semana en el que aquellos que pensaban que Alpe d’Huez se limita a la subida clásica se llevaron una agradable sorpresa y que comenzó, como es habitual en estos eventos, con una reunión de todos los participantes el jueves por la tarde en la que la organización explica los detalles de la carrera. Sí, carrera, porque es un evento competitivo con clasificaciones por etapa y general y con premios finales. Todo en Haute Route está controlado y centralizado en el Village, la recogida de dorsales, los masajes -incluidos en la inscripción-, las comidas post etapa y las reuniones, ya que, además de la previa, cada día se hacen otras más breves después de
la etapa para analizar el recorrido, advertir de puntos importantes, etc., y para entregar los maillots de líderes.
PATIOS TRASEROS
La primera jornada comenzó con una bajada neutralizada -asegurada por el coche que abría carrera y la multitud de motos de enlace- por la vertiente de Villard-Reculas hasta la presa de Verney, donde comenzó el tramo cronometrado hasta la Croix de Fer, casi 30 km de ascenso en el que rápidamente se configuraron los grupos con los dos tipos de participantes del evento: los más competitivos y los de perfil cicloturista. Ambos tienen cabida y conviven en perfecta armonía, disfrutando cada uno de sus objetivos, ya sea medirse con otros o disfrutar recorriendo lugares nuevos. El regreso por la misma ruta nos permitió descubrir, esta vez de subida, la vertiente de Alpe d´Huez por el pas de la Confession, tan desconocida como recomendable por sus vistas, que nos deja en el pueblo de Huez para terminar la subida por la vertiente clásica. La segunda jornada era, a priori, menos atractiva en su primera parte hasta La Sarenne, la vertiente que descubrió al gran público el Tour en 2013. Sin embargo, tanto la carretera de Auris como la de Bons, que nos evitó la aburrida primera parte de la ascensión clásica a Los Dos Alpes, nos regalaron unas espectaculares vistas del valle. Eso sí, no aptas para los que padezcan vértigo. La subida a La Sarenne es una delicia. Salvaje, alejada de los edificios de la estación de esquí, y durísima en su parte final, se adentra en una carretera estrecha que, una vez conocida la vertiente de las 21 curvas, debería ser la opción prioritaria de los cicloturistas para ascender a Alpe d´Huez. Son 15 km de tranquilidad hasta la cima, desde donde aún nos restan 10 km de sube y baja hasta la estación con unas vistas espectaculares. Esta vez, la organización nos regaló un ascenso extra de 3 km tras bajar desde la estación por la carretera que suelen utilizar los coches para regresar por la ruta del Tour. Un tramo final que puso la puntilla a muchos después de dos días intensos y que minó las fuerzas antes del gran día. 3, 2, 1… y en aproximadamente una hora de ascenso se acabó un fin de semana que nos ha demostrado que el mito alpino tiene mucho por descubrir.