CAMPEONATO DE ESPAÑA
Valverde batió a Luis León Sánchez en un duelo fratricida en Murcia.
Decían, a escondidas, que estaba siendo un año malo. Decían, los que siempre aguardan con la guadaña sobre la palma de su mano, que ahora ya sí, por fin, estaba acabado, que no iba a ganar más, ni siquiera a sus compañeros de grupeta. Decían, los resultadistas, los que sueñan con retirar cuanto antes a cualquiera que destaque, que lo más acertado sería que se bajara de la bicicleta, que jamás volvería a su nivel. Pero, claro, luego resulta que llega el mes de junio y a Alejandro Valverde Belmonte, 39 años ya, se le plantea un gran dilema en la que señalan como su peor temporada, como una campaña para olvidar. Se mira el pecho y no sabe qué prenda elegir, ni qué bandera llevar. Es campeón del mundo desde finales de septiembre, aquel día de ensueño en Innsbruck, y ahora, en casa, qué mejor que ante los suyos, también se proclama campeón de España. El planeta, por norma, verá el arcoíris, pero tras él, asomando bajo el traje de superhéroe, la bandera nacional proporcionará aún más fuerza a sus pedaladas. Y es que Alejandro Valverde, por muchos años que pasen, por piernas rotas y voces que quieran enterrarlo, sigue siendo el mejor. Lo fue en septiembre y lo es en junio. Lo es en enero y también en octubre. No hay otro como él y tardará en haberlo. Es único el de Las Lumbreras, que para celebrar su conquista mundial se dio un homenaje por las carreteras que tan bien conoce. Después de mil actos formales, sin maillot y sin culote, para rememorar su oro austriaco, qué mejor que darse un baño de masas como más le gusta. Sobre una bicicleta, en
la que se siente como un niño, como si no estuviera acariciando la cuarentena, como si algunos de sus rivales no pudieran ser sus propios hijos.
DUELO DE MURCIANOS
Mientras sus paisanos se rompían las manos para aplaudir a su hijo predilecto, Valverde apretaba los brazos y los dientes, levantaba su trasero del sillín y echaba a volar, a explotar esa potencia que le hace tan diferente. Fue un sprint apretado, de tensión, de emoción. Su amigo Luisle, de celeste de Astana, quiso adelantar la llegada para fundir al
Bala, pero fue incapaz de hacerle hincar la rodilla. Le llevó a rueda y al límite, pero el arcoíris cruzó antes la meta. Por nada, pero antes. Ganó Valverde su tercer Campeonato de España de fondo en carretera para tristeza de su excompañero, un Luis León Sánchez apenado por lo perdido, que ansiaba añadir un oro en ruta al póquer que ha obtenido en la lucha contra el reloj. Antes, el protagonista había sido un castellano-manchego de Mota del Cuervo, Jesús Herrada, el campeón de 2013 y 2017, que a sus 28 años -29 al final del Tour- se encuentra en el mejor momento de su carrera. Su llegada el pasado curso a Cofidis le ha dado el impulso que necesitaba. Valiente en Murcia, el menor de los Herrada, que acabaría colgándose el bronce, hizo estallar la dinamita de la carrera en la última ascensión a la Fuensanta, una subida que esconde un tramo de 500 metros sólo apto para los animales de las rampas, con picos que superan el 15% de inclinación.
IZAGIRRE Y HERRADA
Su demarraje le sirvió para relevar en cabeza al campeón saliente, Gorka Izagirre (Astana), el más fuerte de la escapada del día, en la que estuvo acompañado por el burgalés Carlos Barbero (Movistar Team) y por el élite local Eloy Teruel (Gsport), de quienes el
guipuzcoano se deshizo unos cuantos kilómetros más tarde para comenzar una exhibición rodadora. Sin embargo, Jesús Herrada podría con el ciclista del conjunto kazajo, poniendo terreno de por medio. Cuando parecía que su aventura podría lograr premio, por detrás asomaron los dos murcianos por excelencia, Luis León Sánchez y Alejandro Valverde, y el panorama del hombre de Cofidis empezó a nublarse. Cazado y torturado por los de casa. El resto, la resolución, ya la sabéis. Alejandro Valverde se marchó a su cercano domicilio con el dilema de no poder lucir el maillot de campeón de España... porque es campeón del mundo. Sí, así es una mala temporada en la vida de una leyenda.