Ciclismo a Fondo

El sueño imposible

- Texto Álvaro Calleja Foto Tim Van Wichelen/Bettini Photo

Parecía imposible. Parecía posible. Parecía imposible. Y cada vez que parecía que el posible se acercaba, más imposible se antojaba. O algo así fue el Tour de Francia que vivió el ciclista de moda durante dos semanas y media de ensueño. La lógica acabó imponiéndo­se en un deporte en el que las leyes de aquella no siempre funcionan. No se encontraba en las quinielas de nadie antes de partir en Bruselas, pero Julian Alaphilipp­e, un estrambóti­co francés de perilla y cara de pillo, a punto estuvo de dinamitar las apuestas del mundo entero, boquiabier­to por el feroz aguante de un hombre que ilusionó a Francia con conquistar lo que no se alcanza desde tiempos del bruto bretón Bernard Hinault, que en 1985 fue el último vencedor local del Tour. No lo logró finalmente por pura coherencia y porque un extraterre­stre colombiano se empeñó en que no fuera así, pero Alaphilipp­e, e Bala l del otro lado de los Pirineos, ilusionó a sus aficionado­s con un repertorio de talento, primero, y pundonor después. La estrella del Deceuninck-QuickStep, que cumplió 27 años en junio, llegó al amarillo por calidad, lo recuperó por clase y lo aguantó por una buena dosis de... narices. Los puertos de verdad, la altitud de los Alpes y sus interminab­les carreteras, acabaron con su resistenci­a, pero hubo momentos en que su lucha amenazaba con acabar de amarillo sobre los adoquines de los Campos Elíseos. "Lo he dado todo", acertó a decir cuando ya ni el podio le quedaba allá en lo más alto de Val Thorens. "Esperaba que en cualquier momento podía explotar", admitió el mejor galo de una edición que parecía que, por fin, haría ondear la bandera tricolor en la zona más bonita de París. "Pero es que era difícil hacerlo mejor", continuó Alafpolak, que se salió en la primera semana -ganó una etapa y dio un golpetazo en la mesa en La Planche des Belles Filles-, que voló en la crono de Pau -victoria y espaldaraz­o a sus irreales opciones-, que sorprendió en Pirineos, que se tambaleó en el Galibier, que perdió el equilibrio y el maillot más deseado en el caos del Iseran y que se desplomó en Val Thorens, donde contó con el apoyo de un repuesto Enric Mas. "No ha podido ser, pero este es mi temperamen­to. O todo o nada", dijo Alaphilipp­e, ganador de la Milán-San Remo y de la Flecha Valona -tiene dos- este año y elegido supercomba­tivo del Tour de Francia 2019. "Esta mañana era segundo en la general y ahora voy quinto, pero si fuera el 50 me daría igual. Lo importante es que he peleado al máximo. Si me dicen que iba a hacer todo lo que he hecho en estas tres semanas, no lo hubiera creído. ¿Por qué iba a sentirme frustrado? Estoy extenuado y orgulloso de lo que hemos conseguido. No teníamos el equipo más armado para ganar el Tour y hemos vivido momentos excepciona­les. Hay que disfrutarl­o". Te lo has ganado, Julian.

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