Ciclismo a Fondo

La mala suerte de siempre

- Texto Álvaro Calleja Foto Luca Bettini/Bettini Photo

La historia está empeñada en que Mikel Landa se estampe siempre con el maldito muro. Fortuna no parece estar enamorada de un corredor diferente, uno con el cuchillo entre los dientes y amante del ciclismo ofensivo, que vive en una noria con luces brillantes y apagones melancólic­os. Sufrió una mononucleo­sis; topó con líderes -Aru y Froome- que le frenaron; se puso enfermo en un Giro; en otro, una moto le destrozó las ilusiones; se quedó a un mísero segundo del podio del Tour y a ocho en el Giro 2019; disputó la pasada ronda gala con una vértebra rota; se estampó contra el suelo en la Clásica de San Sebastián y en la Challenge de Mallorca... Su lista de infortunio­s es infinita. Y a ella añadió una línea durante este Tour de Francia. El vitoriano, de 29 años, se cansó de repetir que lo único que le quitaba el sueño era llegar intacto a Pirineos, donde empezaría a jugarse la general. Y parecía que esta vez sí, que Landa por fin arrancaría en igualdad de condicione­s con el resto de candidatos. Hasta se enganchó al grupo delantero del abanico que puso patas arriba la décima etapa. Se hizo amigo del viento pero no de Warren Barguil, que perdió el equilibrio y para no caerse, acto reflejo, mandó al vasco contra unos aficionado­s que amortiguar­on el golpe. El Tour de Landa, una vez más, se iba a la basura: perdió 2’08" respecto a los principale­s favoritos. "Me he levantado con algún dolor más, pero no fue nada: un golpe en el brazo, otro en la cara y ya", repasó el propio Mikel su estado en la jornada posterior, la de descanso antes de la batalla pirenaica. "De lo que estoy peor es de ánimo. Es otro golpe duro que toca remontar. Queda mucha carrera y habrá que pensar en lo que queda. Ayer sí que le daba vueltas. ¿Por qué a mí?", se preguntaba uno de los líderes del confundido Movistar. "La carrera ayer nos iba muy bien, y habría sido una gran oportunida­d para acercarnos al objetivo. Sin embargo, te sucede una más", se lamentaba Landa, que reclamaba "dos días de luto". Pasadas las 48 horas solicitada­s, Mikel prometió lucha, ataques y hacer levantarse de sus asientos a los aficionado­s. "El landismo nunca muere", avisó Landa, que inició la remontada en la etapa de Foix, la 15ª, última de Pirineos. Atacó a más de 40 kilómetros de meta y acabó cruzándola junto al mejor de los favoritos, Pinot, que le alcanzó a última hora. "Ganar el Tour es difícil, pero voy a intentarlo". Y ya está. El landismo se difuminó. Las piernas no respondían como quería, el caos de su equipo apagó el fuego que ardía en su interior y el Tour 2019 pasó a la historia. La remontada no existió y admitió que en los Alpes había comenzado a notar la fatiga del Giro. El sexto lugar de la general, primer español, no hace justicia a un Mikel Landa que merece tener su ronda gala de gloria. Por él y por el ciclismo de verdad, el antiguo, el de los ataques y más ataques.

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