Ciclismo a Fondo

Dos ejemplos para todos

Andrey Amador y Marc Soler se reivindica­ron como dos de los mejores hombres de equipo del Tour 2019. Protegiero­n a Landa y Quintana, aupándoles en Alpes y Pirineos desde las fugas y tirando de ellos.

- Texto Ainara Hernando Fotos Bettini Photo

Por jugar a tantas bandas y querer abarcarlo todo, al final llevándose poco o menos de lo esperado, a Movistar Team le cayeron palos día sí y día también. Duras críticas. Hasta en la victoria de Nairo Quintana, volando sobre el Galibier hasta Valloire, fueron azotados por una opinión pública que reclamaba más orden, estrategia y un plan definido, que durante el Tour dio la sensación de ir cambiando sobre la marcha, improvisan­do. Pero no todo fueron voces negativas para el único equipo español en la Grande Boucle. Porque si alguien mereció halagos de verdad, fueron los gregarios. Rindieron más y dieron mucho mejor ejemplo. Ni peleas, ni egos, ni polémicas. Erviti, Oliveira y el debutante Verona aportaron, pero quienes se erigieron como las figuras en este apartado fueron Marc Soler y Andrey Amador. Dos ejemplos, dos espejos en los que muchos deberían reflejarse, fieles compañeros que entregaron todo lo que tenían por el objetivo, cada día diferente y cambiante de sus líderes. Amador venía del Giro, un motivo ideal para excusarse en el cansancio después de dejarse la piel por Richard Carapaz. Y no, lo siguió haciendo.

EL SALUDO A MAMÁ BIKKAZAKOV­A

Cuando Movistar Team se puso peleón y quiso ir a por el Tour, él no dejó de estar presente en todas y cada una de las fugas importante­s en las que hacer de puente para Landa y Quintana. Estuvo con el colombiano en Izoard y Galibier antes de que atacara y también un día después, en la fallida etapa de Tignes, de inicio y junto a Marc Soler esperando los movimiento­s desde atrás. Fue, además, de los primeros en acudir en socorro de Mikel Landa cuando se cayó en la décima etapa y perdió sus opciones de podio y tiró como un descosido en el Soulor, la ascensión previa al Tourmalet, para revivir al alavés intentando llevarle a un triunfo de etapa. Fue allí donde se produjo una de las imágenes más tiernas de este Tour. Ya descolgado tras hacer su trabajo, trepando hasta el Tourmalet vio de lejos unas banderas costarrice­nses y a sus padres. Se paró a saludarles, pero antes de dar un beso a su madre Raisa no pudo evitar preguntarl­e: “¿Cómo van por delante? ¿Qué están haciendo los compañeros?”. Gregario entregado. “Hemos dado guerra absoluta, hemos muerto con el todo o nada”, resumió Andrey. “Queríamos darle un vuelco a la carrera y lo intentamos todo”.

LA ENTREGA DE SOLER

También Marc Soler, el otro gregario ejemplar, se salvó de la quema en cuestión de críticas. Empezó el Tour con una escapada camino de Brioude en la que de entrada no se metió, pero atacó desde el pelotón en un esfuerzo tremendo para enganchars­e a la cabeza de carrera. Lo pagó después, al no aguantar los envites que terminaron con Daryl Impey como ganador de la etapa. “Lo intenté, aunque es complicado rematar en el Tour, hay mucho nivel en la fuga. Por la mañana hablamos en la reunión y estaba planificad­o que debía entrar en el corte, pero lo hice a destiempo. Me costó, llegué un poco muerto y en el último puerto lo pagué. Me hubiera gustado pelear por la victoria”. Pero ese no era su cometido en el Tour. “Aquí estoy para los líderes”, refrendaba el catalán. No hubo más que esperar a la crono de Pau para comprobarl­o. Soler levantó el pie, se olvidó de disputar una etapa en la que, con sus prestacion­es, podía haber estado con los mejores y se reservó para los Pirineos. “Lo primero que debo hacer es tenerlos cubiertos a ellos, que no les falte de nada”. Y por su parte, nada les faltó. Igual que Amador, apretó el ritmo en el Soulor antes del Tourmalet y también un día después, camino de Prat d’Albis, con Nairo Quintana. Formó tándem de nuevo con Amador tirando de Landa cuando el alavés arrancó desde atrás en el Muro de Péguère. Le esperaron y tiraron de él con hasta el último gramo de fuerza que tenían para meterle en el grupo delantero, donde Quintana ni siquiera le miró cuando llegó, ni mucho menos le dio un relevo. En los Alpes ambos se mostraron igual de ejemplares que hasta entonces. En el Izoard, el Galibier, camino de Tignes y en la última y recortada etapa unipuerto de Val Thorens. Allí, Soler también arrancó esperando que otros rivales se uniesen a la fiesta en una intentona postrera. Sin éxito. “No ha habido manera, pero lo hemos probado. Al final no ha sido posible”. Aun así, ellos dos fueron lo mejor del Movistar Team, que revalidó su triunfo por equipos. Dos ejemplos a los que no sólo los hombres de equipo, gregarios puros, sino también los líderes, deberían imitar por su entrega sin condicione­s.

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