Ciclismo a Fondo

ACERO Y RASTRALES

El campeón galo, fenómeno único de popularida­d en la historia del ciclismo, falleció en noviembre a los ochenta y tres años.

- Texto Lorenzo Ciprés Fotos Bettini Photo/Archivo Ciprés

Lorenzo Ciprés homenajea a Poulidor.

No ha sido demasiado afortunado 2019 para el olimpo de los campeones ciclistas. Si en verano perdimos a Felice Gimondi, el 13 de noviembre llegaba la noticia del deceso de Raymond Poulidor. Sucesivas complicaci­ones sufridas desde julio minaron la salud de uno de los corredores más reconocido­s y queridos. Sus recurrente­s desencuent­ros con el

Tour de Francia acabaron provocando la veneración por su figura.

En la gran vuelta de su país, pese a imponerse en siete etapas y ser ocho veces podio -récord de la prueba-, nunca pudo ganar la general ni vestirse de líder. Todo ello unido a diversos episodios de mala suerte le otorgaron una injusta aura de segundón -complicado llamar así a quien acumula casi dos centenares de triunfos profesiona­les- que sumada a su sencillo carácter en contraposi­ción del de muchos de sus rivales, le harían ser en Francia y en el mundillo en general tan querido o más que el resto de figuras de este deporte.

PROFESIONA­L HASTA LOS CUARENTA

Raymond Poulidor se inició en el ciclismo viendo competir a dos de sus hermanos mayores, André y Henry. Nacido en 1936 dentro de una familia de agricultor­es del departamen­to de la Creuse, en el centro de Francia, obtuvo 24 victorias en su periodo como aficionado partido por el servicio militar -efectuado entre Alemania y Argeliadon­de llegaría a acumular hasta 15 kg extra de peso. En 1959 cerró su paso a profesiona­les con Antonin Magne y Mercier, firma gala de bicicletas con la que estuvo siempre vinculado en sus cuatro equipos: Mercier-BP, FagorMerci­er, Gan-Mercier y Miko-Mercier. Sus 18 temporadas vividas hasta los cuarenta años en la máxima categoría arrojaron como fruto un notabilísi­mo

palmarés, injustamen­te condiciona­do por el triunfo final en el Tour de Francia que nunca obtuvo.

En total se fue hasta 189 victorias entre las que se encontraba­n la Milán-San Remo, la Flecha Valona, dos ediciones de la París-Niza y el Dauphiné Libéré, junto a la Vuelta a España de 1964. En el Giro de Italia, pese a su demostrada querencia por las pruebas por etapas, nunca participó, algo que sería bastante común entre la mayoría de figuras francesas de su época.

ROMANCE INCOMPLETO

Catorce participac­iones, tres segundos puestos, cinco terceros, siete etapas, dos abandonos... la relación de amorodio entre Poulidor y el Tour de Francia fue un largo periplo donde el nivel de los rivales en ocasiones, y episodios cargados de infortunio otras veces, le impidieron cerrar el círculo con una victoria final.

Al margen de la dificultad que supuso encontrars­e adversario­s de la talla de Anquetil, Gimondi, Ocaña, Merckx o

Thévenet, por citar algunos, Poulidor adoleció del punto de suerte que acompaña a las estrellas en su asalto al maillot jaune. Caídas, inoportuna­s averías y algún episodio de ayudas interesada­s en su contra se fueron acumulando en un periodo donde uno de los momentos menos afortunado­s lo vivió en la edición de 1964. Un error en la novena etapa le impidió luchar por un triunfo bonificado con un minuto en la pista del Estadio Luis II de Mónaco. Ese día pensó que había terminado cuando

en realidad quedaba una vuelta y se impuso Anquetil, que acumuló sesenta segundos de bonificaci­ón que, vistas las diferencia­s, le darían semanas después su quinto Tour. 2º a sólo 55 segundos acababa el propio Poulidor...

El gran éxito en pruebas por etapas de Poupou llegaría en nuestro país, en la edición de 1964 de la Vuelta a España, donde se impuso a las figuras del pelotón nacional de la época que ocuparían las nueve siguientes plazas en la general. Cómo el mismo reconocía tras ganar en

Madrid, sólo las continuas rencillas entre los españoles le posibilita­ron un triunfo que de otro modo hubiese estado muy complicado. “Sin la lucha entre Otaño, Pérez Francés y Manzaneque para mí era imposible. Me limité a dejarme llevar y esperar a la crono de Valladolid. Sin equipo y en un envite de 65 kilómetros he salido airoso de un combate de casi 3.000”, reconocía en Madrid después de conquistar la única grande de su palmarés.

Caballero de la Legión de Honor de su país y miembro del primer Salón de la Fama de la UCI, su figura fue objeto de los más variopinto­s homenajes hasta nuestros días: cómics, canciones, complejos deportivos, calles, rotondas, circuitos ciclistas o avenidas han ido tomando su nombre en distintas localizaci­ones de Francia, país donde su apellido se emplea en el lenguaje popular para referirse a quien se queda frecuentem­ente a las puertas del triunfo. “Hubiese preferido que me silbaran más a menudo”, aseguró alguna vez al respecto de esa continua veneración que siempre le profesaron los suyos.

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1 Empeño personal. Luchando durante un Tour de Francia, carrera que tanto se le resistió y donde subió ocho veces al podio.
 ??  ?? 2 Dos mitos. Junto al belga Eddy Merckx, quien le tocó en suerte como adversario durante la segunda parte de su carrera.
2 Dos mitos. Junto al belga Eddy Merckx, quien le tocó en suerte como adversario durante la segunda parte de su carrera.
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