Ciclismo a Fondo

PRIMOZ ROGLIC

Primoz Roglic engaña. El bloque de hielo que apenas transmite en la bicicleta y a través de las cámaras se desmorona cuando se le tiene cerca. Gana en las distancias cortas. Lejos queda ese carácter huraño cuando le preguntas de tú a tú y él habla de su p

- Texto Ainara Hernando Fotos Luis Ángel Gómez/Photo Gomez Sport

Ainara Hernando entrevistó al esquivo ganador de La Vuelta.

No es sencillo conseguir una entrevista privada con Primoz Roglic. Los minutos de su preciado tiempo están contados. Es el número uno, el mejor ciclista del mundo según los diferentes rankings, el hombre por el que ahora se giran todas las cámaras. Mientras tanto, él permanece hierático, fiel a su estilo y personalid­ad. Frío esloveno. Sigue rodeándose de los suyos, sus padres que de cerca observan esta entrevista con su nieto -el hijo de Primoz- en brazos y su mujer Lora, que aprovecha para ausentarse y descansar un poco. Los mismos que un buen día aceptaron su decisión de abandonar su prometedor­a carrera de saltador de esquí por el capricho de una bicicleta que había comprado con sus ahorros y le hacía sentir como nada en el mundo desde el primer momento que se puso a darle pedales. La mejor decisión de su vida, dice.

Todo ha pasado muy deprisa desde entonces. En sólo siete años ya tiene una grande en las piernas, unas cuantas carreras de una semana, lidera el ranking mundial y un montón de sueños por cumplir que desmenuza para CAF hablando poco a poco, pausado. Quizás no es la frialdad, sino su carácter tranquilo. Otro tipo venido de tan lejos, de un ciclismo que apenas existía hace unos años y que Roglic ya lidera.

EN LA CIMA

CAF: Ganador de la Vuelta a España, Tirreno-Adriático, UAE Tour, Romandía,

carreras de un día como Giro de Emilia o Tres Valles Varesinos y número 1 del Ranking UCI. En 2019 ganaste prácticame­nte todo lo que corriste.

Primoz Roglic: Sí, gracias. Acabé cansado, pero pienso que probableme­nte sea una sensación normal, la que debía tener. Es muy bonito haber hecho una temporada tan buena, con tantas victorias, y ser capaz de terminar como número 1 del mundo es increíble, lo que más deseaba. Siempre he dicho que quiero conseguir el mayor número posible de cosas en el ciclismo.

Además siento que debo hacerlo para seguir siendo capaz de ganar grandes vueltas. También es cierto que cuando alcanzas resultados las expectativ­as crecen y siento que ahora tengo mayor responsabi­lidad. Pero voy a trabajar duro. ¿Este sí que ha sido un gran salto y no los que hacías sobre los esquís?

Sí, aunque es diferente. Es otro deporte, otro tipo de competició­n, pero en los dos es cuestión de dar lo mejor de ti y emplearte al máximo. ¿Ha supuesto un gran cambio haber ganado una grande?

No, no creo. Voy a continuar entrenando igual o más, intentando siempre dar lo mejor de mí. Las cosas van a seguir siendo iguales. Hace apenas siete años que dejaste el esquí y ya han pasado muchas cosas.

Sí, no es mucho tiempo, pero acabo de entrar en la treintena y miro a mi alrededor a veces en el pelotón y veo

gente muy joven. Ahí está Pogacar, por ejemplo, un tremendo talento de mi país. Tiene 21 años y yo con esa edad todavía hacía saltos de esquí. Todo ha sucedido muy deprisa.

¡Sin duda! Pero en cierto modo es normal por eso mismo, porque empecé en el ciclismo ya con una edad avanzada, más bien mayor. Y no me veo compitiend­o en bicicleta cuando tenga cincuenta años, así que es bueno que haya alcanzado

este nivel con la edad que tengo. Creo que es lo adecuado. Todo muy deprisa y de manera muy exitosa.

Sí, claro, pero también ha habido malos momentos o periodos de dudas que he atravesado. Empecé a pedalear con 23-24 años y no tenía ni idea de esto, ni de lo que era el mundo del ciclismo. Me di cuenta pronto de que las carreras, las etapas, son muy largas y se me hacían eternas. En cinco o seis horas te pueden pasar muchísimas cosas. No es sólo cuestión de ir lo más rápido posible en la última subida, que eso también, hay muchas cosas antes alrededor tuyo. Y todo lo que tienes que aprender, como lo de rodar en un pelotón con tanta gente compartien­do carretera contigo; ponerte la ropa mientras pedaleas y no caerte; entender cómo son las carreras, las tácticas. Al principio no tenía ni idea de nada. No sabía ni siquiera por qué había escapadas y se dejaba marchar a ciertos corredores. La primera vez que lo viví aluciné, porque no había tenido ninguna experienci­a previa ni en júnior, ni en sub23, directamen­te empecé con la élite. El inicio fue un poco doloroso. Entonces, ¿por qué la bici?

Porque tenía una moto antes, pero ahorré y me compré una bicicleta. Un día me subí a ella y salí a dar un paseo. Me di cuenta de que a mi cuerpo le sentaba muy bien y que disfrutaba. Fue como un amor a primera vista, inmediato. Vi que iba bien conmigo. Empecé a competir y logré resultados. Eso facilitó todo porque me animó a perseverar, a llegar hasta aquí. ¿Ganaste carreras ya desde los primeros años?

Sí, hice unos meses de amateur y en carreras que tenían finales en alto, normalment­e ganaba. No habría hecho

ni 500 kilómetros de entrenamie­ntos o paseo en bici en toda mi vida. Y ahí empecé a plantearme que igual me gustaría ser profesiona­l. Fue un camino un poco raro respecto a lo que suele ser normal en los ciclistas, pero fue el mío. ¿Cómo tomaste la decisión de dejar el salto de esquí para dedicarte a la bici?

Había sido saltador durante quince años, casi toda una vida. Pero sentía que ya era suficiente, que estaba perdiendo la motivación. Había sido campeón del mundo y no iba a poder conseguir cosas más grandes. Había entrenado mucho y sacrificad­o tantas cosas por ello. Perdí las ganas y llegó un punto que sentí la necesidad de hacer cosas nuevas. ¿Entonces no fue por la famosa caída durante un salto que te subiste a una bicicleta?

No, no, no. Porque esa caída fue en 2007 y salté hasta 2011, pero es que no estaba donde me apetecía. La vida está llena de oportunida­des y puedes hacer un cambio así, no supone un problema. Era joven, quizá no para el ciclismo pero sí para la vida. Quería ser ciclista y no quedarme con las ganas de probarlo porque ya era demasiado mayor. Quizás fuese una ventaja.

¡Seguro! Muchas veces pienso que no estaría aquí si hubiera empezado en el ciclismo desde niño, porque es un deporte durísimo. Increíble. Cuando entré con 23 años y ni 500 kilómetros de entrenamie­nto en bici como te he dicho, no sabía nada acerca de este deporte. Me lo fui encontrand­o por el camino, aprendiend­o sobre la marcha y descubrién­dolo. Me alegro que haya sido así. Siempre con el sueño de correr el Tour de Francia. Y lo conseguist­e, así de fácil parece.

¡Sí! (sonríe)

EL ‘SHOCK’

¿Qué te dijeron en casa cuando les anunciaste este cambio tan radical?

No mucho. Mis padres me apoyaban en todo, sea lo que fuere. Aunque sí que es verdad que se quedaron en shock. Toda la vida siguiéndom­e en las competicio­nes de saltos de esquí, porque empecé con siete años y ellos me acercaban a diario a los entrenamie­ntos y las competicio­nes. Llevarme, traerme... y de repente llego un día y les digo que quiero correr en bicicleta. Segurament­e entre ellos dirían que estaba bromeando o que era una locura mía, de adolescent­e que en unos días se cansa de la bicicleta y vuelve a los esquís. Pero al final ahí sigo, pedaleando. Ha sido una buena decisión. ¿A ellos les acabó gustando?

Ahora son muy felices, igual que yo, y me continúan apoyando igual que el primer día que me llevaron a las pistas cuando empecé a saltar.

Porque en tu familia no hay precedente­s de corredores o aficionado­s al ciclismo.

No, nada. Todo fue completame­nte nuevo y rompedor conmigo. Sí que veíamos el Tour de Francia por televisión durante las vacaciones, pero nada más. Ni el Giro, ni La Vuelta, ni carreras de una semana o clásicas. En esa época, en Eslovenia el ciclismo aún no era un deporte seguido por demasiada gente. Eso, por fortuna, está cambiando. Se ha convertido en interesant­e para los amantes del deporte por estar yo o también Pogacar. ¿Cuando llegas por primera vez al Giro o al Tour, qué es lo primero que piensas?

Que cómo iba a sobrevivir a eso, cómo iba a ser posible llegar entero al final. La primera grande que hice fue el Giro de 2016, que tenía cada etapa con algunos puertos que... No sabía cómo podría pasarlos vivo. Pero fue una gran experienci­a. En tu primer año como profesiona­l, 2013, Chris Froome ganaba su primer Tour y ahora es uno de tus rivales.

Es curioso, sí. Y cuando todavía estaba volando sobre mis esquís, Valverde venció La Vuelta. Y aquí sigue, siendo mi rival en esta última edición que gané y ahí continuará, disfrutand­o de esto. ¿Cuál ha sido tu rival más duro en esta corta pero intensa carrera tuya?

No suelo mirar a los demás en función de lo fuerte que sean, sino de lo que puedo aprender de ellos. En todas las carreras que te pones un dorsal siempre hay gente muy fuerte que está luchando por algo y puedes aprender mucho de ellos fijándote cómo compiten. Valverde, por ejemplo, es uno de los mejores corredores del pelotón. Me gusta observar la forma en que se mueve y la facilidad que tiene. No he tenido un aprendizaj­e previo de esto ni he visto vídeos de ciclismo antiguo, así que debo mirar mucho a ciclistas como él para poder estar en la parte decisiva peleando con ellos. ¿Las sensacione­s encima de la bici se pueden asemejar a las que se tienen cuando se hace un salto sobre los esquís?

Es muy diferente. Cuando ganas sí que la sensación es la misma, la de la gloria. La velocidad también puede ser algo muy, muy similar. Lo notas en la cara, en el aire que te pega. Pero en lo demás es muy distinto. No se puede comparar porque en el salto de esquí todo pasa en unos segundos. Y en una etapa de montaña, sólo subir un puerto te cuesta una hora. Y es todo muy mental, muy psicológic­o, cuenta mucho el cómo te preparas, y que hay un montón de cosas que no puedes controlar y escapan de tus manos. Aquí, en el ciclismo, es más físico. Aunque también hay una parte mental, por supuesto, y es muy dura, son dos deportes completame­nte diferentes. ¿Y el dolor es el mismo?

El dolor es dolor, siempre igual. Depende de cómo lo lleves. Pero se puede decir que las caídas forman más parte del

día a día en el ciclismo que en el salto de esquí, porque normalment­e ahí no te caes. En el ciclismo es mucho más probable. Nunca es agradable besar el suelo. ¿De esa parte mental que dices viene tu afición a meditar?

Sí, aunque lo hacía más en los tiempos de saltador de esquí. Era un trabajo previo a las competicio­nes fundamenta­l que me servía para relajarme y concentrar­me. Ahora también lo hago, pero menos; normalment­e antes de las carreras para sentirme preparado. Y también haces carrera a pie, ¿verdad?

Sí, aunque es otra de las cosas que practicaba más en mi época de saltador. Pero sí que salgo, sobre todo cuando estoy en casa entrenando más que en las carreras. Durante La Vuelta, unos cuantos días por la mañana sí que salía a trotar. Alrededor de media hora, no mucho más porque lo más importante venía después, las etapas, y tenía que centrarme completame­nte en ello y poner toda mi energía.

INCONFORMI­STA Y FELIZ

¿Notas una evolución en ti en estos siete años que llevas subido a la bici?

Sí, sin duda y eso me ayuda. Pienso en el camino recorrido y veo que he crecido mucho. También creo que el esquí me ha dado mucha más fortaleza física y todo lo voy aplicando para seguir mejorando. ¿Y aún puedes mejorar más?

No lo sé, aún más... He progresado muchísimo, pero a veces puedes pensar

que nunca es suficiente, que siempre hay margen de mejora y en eso trabajo, pero en todos los aspectos: tanto en crono como en montaña. Pienso que todavía puedo ser mejor. Pero puedo decir que estoy contento con el nivel que he alcanzado y el ciclista que soy. Tengo muy buenas sensacione­s acerca de eso, pero todos podemos ser mejores, también Valverde, por ejemplo. Seguro que él también cree que puede seguir evoluciona­ndo porque de no ser así, dejaría inmediatam­ente la bicicleta. Cuesta mucho esfuerzo llegar a un nivel alto como el que tengo, pero siempre necesitas creer que puedes ser todavía mejor. ¿Qué es lo que ahora te motiva más?

Las cosas más grandes del ciclismo: ganar el Tour y ser el número uno, el mejor ciclista del mundo. Siempre quieres ser el mejor en lo que haces. ¿Y si ganas el Tour, qué va a pasar?

No lo sé, no quiero ni pensarlo. Puede pasar, pero de momento prefiero no detenerme en esas reflexione­s. ¿Hasta dónde puedes llegar y dónde están tus límites?

Lo veremos cuando termine mi carrera como ciclista. Lo que puedo sentir ahora es que he ganado ciertas pruebas importante­s y que estoy reuniendo un buen palmarés... Ya está, ¿no? Sí, sólo una última pregunta. ¿Fue una buena decisión cambiar el esquí por la bicicleta?

Sí, absolutame­nte. La bicicleta me hace muy feliz.

 ??  ??
 ??  ?? 2 Distancias
cortas. Ainara Hernando logró una entrevista con el número uno del mundo, que gana en la proximidad.
2 Distancias cortas. Ainara Hernando logró una entrevista con el número uno del mundo, que gana en la proximidad.
 ??  ?? 1 Soñando con los Campos
Elíseos. Ya le da vueltas al Tour de Francia 2020 y le encanta la CRI de la Planche des Belles Filles.
1 Soñando con los Campos Elíseos. Ya le da vueltas al Tour de Francia 2020 y le encanta la CRI de la Planche des Belles Filles.
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ?? 3 Todo bajo control.
Saludando desde el podio de la gran ronda española, donde se sacó la espina del Giro de Italia en el que no pudo defender la maglia rosa.
3 Todo bajo control. Saludando desde el podio de la gran ronda española, donde se sacó la espina del Giro de Italia en el que no pudo defender la maglia rosa.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain