"En carrera no hay espacio para sonreír"
Ya en el pasado Giro de Italia, Primoz Roglic no cautivó al público por su forma de correr, tan criticada por propios y extraños. Sacó de sus casillas hasta a Vincenzo Nibali por, según el italiano, pegarse constantemente a su rueda y no darle relevos. "Si quiere puedo llevarle hasta mi casa y enseñarle todos mis trofeos", llegó a declarar el Tiburón.
El esloveno tiró de frialdad y no quiso entrar al trapo de esa guerra.
Tampoco lo hizo en la Vuelta a España cuando le llovieron críticas por su carácter esquivo y huraño, en especial con la prensa, a la que dedicó el tiempo mínimo tras las etapas desde que se vistió con La Roja en la crono de Pau. Ni habló ni apenas empatizó con nadie. Arisco. Sólo aceptaba dos o tres preguntas por día en las conferencias de prensa, que despachaba con monosílabos y, en la del último día de montaña en la Plataforma de Gredos, donde el ganador de una grande está obligado a atender a los medios de manera más extensa, comenzó con un bostezo que tronó en toda la sala de prensa y respondió únicamente tres preguntas. Y eso que su gente más cercana dice de él que es una persona alegre y simpática. "Es que vosotros me veis cuando estoy luchando por un objetivo muy importante y en esas circunstancias creo que es normal estar concentrado en la carrera y en las cosas que tengo que hacer para ganarla. En competición no hay mucho tiempo para sonreír o relajarse, para eso ya hay otros momentos", se defiende Roglic.