La espina clavada del Giro
De la primera etapa que Rubén ganó en La Vuelta, la crono en Alcobendas en la que batió a Roberto Heras, a la última, en Cercedilla, pasaron diez años. 2005 a 2015. Eso deja bien a las claras la longevidad, la perseverancia y la serenidad mental que el alicantino ha mostrado durante toda su carrera. También en 2015 se impuso en Gap, en la 16ª etapa del Tour de Francia, el triunfo de toda una carrera, según él. Sólo queda una espina clavada en su trayectoria, no haber podido cerrar el círculo de entrar en el selecto club de los ciclistas con victorias en las tres grandes. Le faltó la del Giro de Italia.
"A nivel personal, era el último reto que me había marcado y eso me permitía seguir motivado y con ilusión", dice, porque "este deporte se tiene que hacer por eso y por amor. Es tan duro que si no disfrutas sufriendo, no puedes continuar". Por ese último gran sueño trabajó, "concentrándome en Sierra Nevada, entrenando y haciéndolo todo bien", y lo rozó con la punta de sus dedos en la
18ª etapa de la Corsa Rosa de 2018 con final en Prato Nevoso, donde le superó Schachmann. "Sentí una pena muy grande porque la tuve ahí y sabía que como esa ocasión no se me iba a presentar otra". Confiesa que "es el último día que he llorado en la bici. Cuando llegué al autobús no fui capaz de subir, me monté en el rodillo para desahogarme un poco. Era mi última oportunidad y lo sabía, por eso se me saltaron las lágrimas".