Así comenzó todo
Esta historia de "casi media vida", como la define Rubén Plaza al comienzo de esta entrevista que se ha acabado convirtiendo en una charla, tiene su inicio en Ibi, "en los pisos de las afueras donde vivíamos. Mi padre era profesor y el ayuntamiento facilitaba unos pisos para los maestros. Ahí viví hasta los doce años. Tengo un tío que montaba mucho en bici. Cuando salía, siempre paraba a visitarnos. Su bici de carreras fue la primera que vi y me quedé alucinado. Era un crío", recuerda. Luego, con diez años, empezó a montar "pero no tenía ni idea de nada. Hasta dos años después no competí porque no sabía que eso se podía hacer. Me acuerdo de coger la guía de teléfonos y buscar el número de la Federación Alicantina de Ciclismo. Pregunté cómo funcionaba y si había carreras. Me dijeron que tenía que ir a un club ciclista y apuntarme". Cuenta que "el siguiente paso fue ir a la tienda de bicis del pueblo y preguntar allí. Era donde se juntaban todos los ciclistas y me contaron en qué consistía. En Ibi no había escuelas y me tocaba ir a la del pueblo de al lado, Castalla. Tenían un grupo de chavales que entrenaban uno o dos días a la semana en el velódromo y ahí empecé. Al año siguiente ya nos juntamos tres o cuatro del pueblo y se hizo una escuela en Ibi". Así arrancó una historia fulgurante, germen de una larga carrera a la que Rubén Plaza pone fin ahora y que ha tenido de todo, momentos de gloria eternos y también periodos de oscuridad y dudas. Él también ha sido testigo del enorme cambio que ha vivido el ciclismo en estas dos décadas de modernización y globalización. "Antes había mayor camaradería, se hablaba mucho más en el pelotón y todo era más familiar; yo soy de ese ciclismo -admite-. La llegada de los equipos anglosajones ha hecho todo más arisco".