TADEJ POGACAR
Este esloveno se adelantó al futuro e irrumpió en La Vuelta con una actuación antológica que le convirtió, en palabras de Saronni, en "la nueva cara del ciclismo". Su secreto no son las piernas, sino la cabeza.
El tercer clasificado en La Vuelta’19 protagoniza una desenfadada entrevista con la firma de Fran Reyes.
El año pasado, la plataforma HBO estrenó ‘Years and Years’. Se trata de una serie que imagina la posible evolución de la sociedad en la que vivimos durante la próxima década. Entre las muchas tramas de aire profético que se enredaban en esta obra figuraba una adolescente que, harta de no encajar y de no encontrarse, decidía proyectarse un filtro de
Instagram en la cara. Pasaba así a llevar permanentemente en el rostro las típicas orejas de conejo, la típica lengua de perro, para ocultar sus rasgos y enseñar sólo la máscara digital que le gustaba lucir en la pantalla.
Los jóvenes de nuestro tiempo viven abocados a la indefinición a la vez que son exigidos a definirse. Hemos hecho tanto énfasis en la identidad individual que la sociedad se ha fragmentado hasta convertirse en átomos. Donde antes había dos sexos, ahora existe una decena de géneros y orientaciones sexuales. Podemos viajar a tantos lugares que olvidamos de dónde venimos. La exhortación continua a perseguir sueños nos frustra. La conexión permanente con el entorno ha pulverizado nuestra vida privada. Las redes sociales nacieron como instrumento para relacionarnos con otros humanos y han devenido un espejo donde mirarnos, una pasarela en la que lucirnos y un escaparate frente al que quedarnos saturados de deseos materiales.
A la persona de 50 años todo este fenómeno le pilla de refilón. Los adolescentes lo sufren de lleno. Por eso resulta llamativo encontrarse con uno,
Tadej Pogačar (1998, Komenda), que encarna la salida heroica a esta tesitura. Acepta que no sabe pero no se resigna a ser ignorante, ni mediocre. Es consciente de su nihilismo y sólo se rinde culto a sí mismo, a esa identidad que se ha creado y reconoce incierta. Ahí reside la clave de sus extraordinarios resultados de los últimos dos años, esas victorias en el Tour del Porvenir, en la Volta ao Algarve, en el Tour de California y en la Vuelta a España sorprendiendo a propios y extraños, adelantándose al futuro.
En ser su propio yo.
GÉNESIS
Nuestro protagonista creció sin referentes. De pequeño veía el Tour de Francia, pero no erigió ningún ídolo en su santuario particular. “Solía echar carreras con la bicicleta con mis amigos imaginando que éramos ciclistas del Tour”, recuerda. “Cada uno elegía a su favorito, siempre el mismo, y yo cambiaba todo el rato. A veces era uno de los Schleck, en otras ocasiones Contador, o incluso Armstrong”. El ciclismo era una cuestión familiar en casa de los Pogačar por razones poco convencionales. Un amigo era miembro del K. D. Rog, un club ciclista de la capital eslovena Liubliana, y convenció a los padres para inscribir al hermano mayor de Tadej. El pequeño no quiso ser menos; se apuntó también y, con nueve años, participó en su primera carrera. “Acabé el último de 40 -rememora-. En aquel primer año, mi mejor resultado fue un 15º puesto”. Sin embargo, su ánimo ciclista no decayó. “Las carreras de los domingos me engancharon. Eran muy divertidas, estaban llenas de adrenalina”. Su madre hizo el resto. Ella no era particularmente aficionada al ciclismo ni tenía interés por que sus hijos fueran deportistas de élite. Profesora de francés, su pasión personal era el país galo y en 2010 decidió llevar a su familia de vacaciones allí durante el mes de julio. Aprovechando la inclinación de sus hijos por el ciclismo, les acercó a ver una llegada en alto del Tour y el fin de fiesta en los Campos Elíseos. Fue la primera vez que Tadej Pogačar vivió en directo el ciclismo de primera división que hoy protagoniza.
CRECIMIENTO
Cuatro años después de aquella primera carrera donde acabó último, Pogačar tomó la salida en una prueba infantil disputada en circuito. La presenciaba desde la cuneta el exciclista Andrej Hauptman, medalla de bronce en el Mundial de Lisboa 2001 que se anotó Óscar Freire. Pogačar pasó delante de él bastante lejos del pelotón. “Me pareció cruel que le dejaran seguir en competición yendo tan descolgado”, contó al periodista Daniel Friebe.
“Pero resulta que no, que era él quien
se había escapado e iba camino de doblar al resto de ciclistas”. Hauptman no tardó en convertirse en mentor de su joven compatriota; “mi padre dentro del ciclismo”, en palabras del autoproclamado hijo deportivo. La trayectoria de Pogačar en categorías inferiores ya estaba lanzada. Cuando llegó a juveniles empezó a competir y triunfar con continuidad en la escena internacional. “A mí me impresionó en el Giro de la Lunigiana”, cuenta Joxean Fernández Matxin, su actual capo en UAE Team Emirates y entonces ojeador en QuickStep. “En la última etapa, yendo de líder, atacó y ganó. Luego le volví a ver en su primer año de amateur y no dudé en ir a hablar con él”. Fue así que comenzó a tratar con la perla eslovena, a quien terminó por llevarse a UAE cuando asumió el cargo de máximo responsable deportivo. Ahí le ha rodeado con Hauptman, en el rol de director deportivo, y con Jan Polanc, hijo de uno de los primeros entrenadores que Pogačar tuvo en el ciclismo y asentado en la plantilla desde 2013.
En el camino hacia el World Tour, Tadej Pogačar arrasó en la escena sub23 con la selección eslovena y el club ciclista de toda su vida, que tiene un equipo Continental conocido actualmente como Ljubljana Gusto. Con 19 años se quedó a punto de acompañar en el podio de la Vuelta a Eslovenia a Primoz Roglic
y Rigoberto Urán; le batió por apenas dos segundos Matej Mohoric. Ese mismo año se impuso en el prestigioso Tour del Porvenir, resistiendo las acometidas de la poderosa y desordenada selección colombiana a la par que ensayaba sus propias y ambiciosas ofensivas.
EXPLOSIÓN
“No es un buen corredor, sino un campeón”, explica Matxin. “Es joven, pero hay que tratarle como un campeón porque ya está preparado para ganar”. Lo dice en el primer día de descanso de la pasada edición de La Vuelta, con su pupilo ya en la palestra por su victoria sobre Nairo Quintana en Els Cortals d’Encamp, pero ya lo ha sostenido en el pasado. “La clave es su capacidad para relajarse, para concentrarse en lo que verdaderamente importa y evitar los bloqueos mentales”, describe acentuando ese potencial psicológico tan relevante como el físico.
“No tiene la cabeza propia de un ciclista de 20 años”, dice su compañero de habitación durante la gran ronda española, Valerio Conti. “Es fuerte, sí, pero lo que marca la diferencia es su mentalidad. Nunca tiene problemas. La mayor parte de las personas pensamos cosas negativas en determinados
momentos; él, en cambio, sabe vivir bien, con la mente libre, sin decirse cosas negativas. Te puedo asegurar que no sabe por qué razona así, pero razona fenomenal”.
Es cierto que La Vuelta 19 tuvo un dominador claro en Primoz Roglic. Sin embargo, la actuación antológica que será esencial para entender la próxima década del ciclismo fue la rubricada por Tadej Pogačar. Partía como el ciclista más joven del pelotón -en todo el World Tour sólo Remco Evenepoel ha nacido más tarde que él- y debutaba en una ronda de tres semanas. A lo largo de las 21 etapas fue capaz de mantener la consistencia, de imponerse en Los Machucos frente a Roglic, de jibarizar a un escalador de época como Quintana en Andorra, y de lanzar una ofensiva alucinante en la última etapa de montaña con un ataque en solitario de 40 kilómetros por la sierra de Ávila que le valió para arrebatar el maillot blanco de mejor joven a Miguel Ángel López y para auparse al tercer cajón de Madrid. Un surtido de gestas asombrosas para un ciclista tan bisoño.
FUTURO
Y resulta que la Vuelta a España no estaba en los planes de Tadej Pogačar. “Cuando le fichamos, establecimos un plan para él”, cuenta Matxin. “En 2019 tenía que hacer entre 65 y 70 días de competición; al año siguiente, Giro o Vuelta; y el tercero, ya más hecho, el Tour”. La victoria en la Volta ao Algarve, batiendo en el primer final en alto a Wout Poels y Enric Mas para afianzar el amarillo en la crono, se sumó con una espectacular Vuelta al País Vasco
-de nuevo mejor joven- para sembrar las dudas en el cuerpo técnico de UAE. La victoria en una ronda World Tour como California, superando a otro niño prodigio como Sergio Higuita, convenció a sus directores y a él mismo de asumir el reto de disputar La Vuelta. “Pero con la condición de venir sin presión y poder retirarme en cualquier momento”, aduce. Sea como fuere, Pogačar adelantó su progresión para convertirse en la sonrisa de UAE Team Emirates, que como en el final de La Metamorfosis se aferró a su nueva esperanza ante el bache de sus líderes, los Aru, Gaviria o Dan Martin que por distintas razones rindieron bastante por debajo de las expectativas. Tanto fulgor tiene la nueva estrella que en 2020 ejercerá de jefe de filas en la ronda de casa, el UAE Tour, para después afrontar su primer Tour de Francia -otra vez un año antes de lo previsto- con los Juegos Olímpicos en mente.
“Tadej es la nueva cara del ciclismo mundial, el hombre del año para nosotros y para todo el pelotón”, proclamó Giuseppe Saronni, alma máter de la estructura emiratí heredera del histórico Lampre. No sabemos si esa cara acabará proyectada cual filtro de Instagram en el rostro del ciclismo, pero en un deporte tan aferrado a su tradición y sus ídolos pasados como el ciclismo, esta designación de Saronni predestina a Pogačar tanto o más que sus actuaciones. El esloveno lo vive con el nihilismo propio de su generación. No tuvo ídolos y no tiene modelos que imitar. “No quiero parecerme a nadie”, nos dice. “Quiero ser mi propio ciclista”. ¿Y cómo es ese ciclista? “No sé. Uno que gana muchas carreras”.