VUELTA A SAN JUAN
El belga, 20 años recién cumplidos, asombró en Argentina con su primera vuelta por etapas de 2020, conquistada gracias a un mazazo tremendo en la crono y tras sobrevivir a la etapa reina del Colorado, en la que fue víctima de los abanicos.
Argentina se rindió al talento de Remco.
Cuando Remco Evenepoel sube al podio final situado en la circunvalación de San Juan, con los más de cuarenta grados azotando los sofocos de los presentes y ascendiendo como fuego invisible del asfalto hasta el cielo, Jorge Chica, secretario de Deportes de la ciudad, maestro, precursor y responsable de que en apenas cuatro años esta Vuelta a San Juan se haya convertido en epicentro y punto de partida de la temporada ciclista de muchas de las grandes estrellas del ciclismo, le entrega una camiseta albiceleste, la de la selección argentina, con su apellido y el número mágico. El 10. El que está sólo reservado para dios.
Para Messi, claro. La gran divinidad. Un poco de eso tiene Remco Evenepoel, que como el astro futbolístico empieza a destacar precoz, maravilla y deleita, y no se sabe hasta dónde puede llegar. De eso se habla en San Juan desde el desembarco de equipos, prensa y organización. De lo encantados que los sanjuaninos y su carrera están con tener al niño maravilla del ciclismo iniciando su segunda temporada como profesional, la que está llamada a ser la de su confirmación y continuo crecimiento. Porque ahora todas las miradas, los ojos y los focos se van a girar hacia el continente americano, hacia ellos. Centro del universo ciclista.
“SOY MEJOR QUE HACE UN AÑO”
Ahora ese planeta lleva su nombre. Remco. El niño que dejó de darle patadas al balón y decidió subirse a una bicicleta para convertirse en el Messi del ciclismo. En ese camino está. Aunque las comparaciones, lo de “pibe atómico”, o el “nuevo Eddy Merckx” y todos esos halagos que le llenan las orejas en el último año y medio, no le hacen mucha gracia. “Me gusta más el de niño maravilla porque no me compara con nadie. Yo no soy ni Messi, ni Eddy. Soy Remco Evenepoel”. Como si fuera poco. Un nombre y un apellido con todo el futuro por delante. Sin techo que lo frene por el momento.
Así lo demostró en San Juan. Desde la tercera etapa, la crono de Punta Negra,
en la que asestó el mazazo que iba a ser definitivo para la clasificación general de la que iba a ser su primera vuelta por etapas de la temporada. 32 segundos le metió a Filippo Ganna, pistard y corpulento, hombre de aerodinámica y especialista en el aprovechamiento de la misma. Nada se puede hacer frente a un bólido como Evenepoel. “Física, mental y tácticamente soy mejor que el año pasado”, avisó antes de comenzar la carrera. “Soy mucho mejor ciclista”. Bastan los dos días clave de la Vuelta a San Juan, esa crono en la que destroza a los rivales y los deja sin opción, y la etapa reina con final en el Alto del Colorado, para pasar de las palabras a los hechos. Para demostrar que no va de farol. Más fino, “con tres o cuatro kilos menos respecto a la pasada temporada”, explica. Más hecho, más ciclista. Aunque todavía niño. Niño maravilla.
GAVIRIA SE HINCHA
En ese transcurso de la Vuelta a San Juan, plena de sprints por la planicie propia de la Argentina, los velocistas disfrutan de oportunidades día sí y casi día también. Y aunque la carrera se abre con el triunfo sorpresa del francés Rudy Barbier (Israel Start-Up Nation) y la caída numerosa en la que los jueces deciden con acierto no contar los tiempos de los perjudicados -entre ellos Evenepoel-, las cosas vuelven pronto a su cauce, el orden se instala en la Vuelta a San Juan y Fernando Gaviria toma el mando de las llegadas rápidas y las hace suyas.
Para el colombiano, que ha rescatado del Deceuninck a su lanzador Richeze, es más importante que para nadie lo del reencuentro con las buenas sensaciones y el triunfo. El dulce sabor de alzar los brazos que tan poco probó en un 2019 “tan difícil, con la rodilla que me dio tantos problemas y me costó recuperarme. Los casi tres meses sin poder montar en bici y lo que me costó coger la forma”, cuenta. Ahora esas pesadillas se ahuyentan con las tres victorias de etapa que se echó al bolsillo, el mejor punto de partida posible para una temporada en la que quiere ser el rey, “ganar el máximo número de carreras posibles y especialmente un monumento, la París-Roubaix o la Milán-San Remo, que son mis favoritas”, señala.
Es por eso que “empezar el año ganando es tan importante. Es un gran inicio de temporada, me da mucha confianza”. La necesitaba Gaviria, y qué mejor que en este lugar talismán, en un país mágico que fue testigo de su bautizo como ciclista. “Argentina me abrió las puertas al profesionalismo y siempre le estaré agradecido”.
ABANICOS Y MONTAÑA
Fue hace ya unos años, parece toda una vida la transcurrida, cuando ese niño que era Fernando Gaviria, un desconocido con el maillot de la selección colombiana y el rostro inundado por el acné, le ganó dos etapas al entonces rey de la velocidad, Mark Cavendish, y se presentó ante el mundo. Ahora, quien toma su testigo es otro prodigio, ya de sobra conocido pero no por ello menos sorprendente con cada muestra de talento que se saca de las piernas.
Porque si Evenepoel maravilló con sus tiempos en la contrarreloj de Punta Negra, no menos asombrosa fue su actuación en la etapa reina con final en el Alto Colorado. A 35 kilómetros para el final, cuando la carrera se acercaba a la subida decisiva, el aire y las ganas de guerra hicieron saltar al pelotón en
mil pedazos. Movistar Team, con un tremendo Sebastián Mora, Cofidis, UAE Team Emirates y Bora-Hansgrohe se turnaron en los relevos para provocar un peligrosísimo corte que dejó temblando a Remco Evenepoel... y también a Óscar Sevilla.
Cortados. A sólo diez kilómetros para el final, el líder perdía casi un minuto con la cabeza de carrera. “Tuve un momento de pánico”, admitió después. Pero supo gestionarlo “con sangre fría y un gran equipo”. En la ascensión al Colorado ya estaba en la parte delantera y hasta peleó por el triunfo, pero a 400 metros para el final, otro prodigio, la nueva joyita colombiana de Gianni Savio, Miguel Flórez, dejó a los grandes nombres con las ganas.
Para Evenepoel era lo de menos. Una nueva lección, otra demostración de coraje y calidad. Y las que quedan. “Ni él sabe dónde está su techo”, dice Davide Bramati, que lo dirige desde el coche del Deceuninck-QuickStep desde que el año pasado se convirtió en ciclista profesional. “Y fue aquí, en esta misma Vuelta a San Juan”, recuerda el propio Evenepoel. “Volver un año después y ganarla me llena de orgullo. Esta carrera será siempre especial”.