Sonrojando a Trump
Antes de que el empleo de autobuses fuese moneda común en el ciclismo profesional, no era extraño ver en algunas ediciones del Tour de Francia de principios de los años noventa un modelo de dos plantas al servicio -según lo requirieran- de formaciones de la época procedentes de Bélgica u Holanda. Decorado vagamente con la publicidad del propio equipo, sobre su carrocería blanca resaltaba un logotipo horizontal donde ponía Sauna Diana al que acompañaba en la parte trasera un dibujo de una mujer ligera de vestimenta, con el que no se dejaban demasiadas dudas sobre la actividad ejercida en el establecimiento.
La raíz de esta historia hay que encontrarla en Corry y Frans Siemons, matrimonio neerlandés propietario de un club de alterne así denominado en la localidad de Zundert, al sur del país, y a su vez padres de tres hermanos ciclistas de los que dos, Marc y Jan, acabarían llegando a profesionales. Conocidas las estrecheces vividas por sus hijos y compañeros a la hora de cambiarse antes o después de competir, y aprovechando que contaban con un bus de dos pisos para publicitar su negocio, un buen día decidieron llevarlo a las carreras y aprovechar la amplitud y medios que ofrecía en su planta baja para ponerla al servicio del equipo de la localidad, de paso también patrocinado por su Sauna Diana y que terminaría siendo uno de los más potentes en el panorama aficionado del país. Su cocina, bañera y mesas con asientos, unidas a la amplitud de espacio para cualquier uso que el vehículo ofrecía frente a lo habitual por entonces, acabarían dando el salto al campo profesional justo en el momento que Jan, su hijo mayor, vivía su mejor época como deportista. Primero sería al servicio de su propio equipo, el TVM, quien alquilaría los servicios del bus para el Giro y el Tour de 1989, y con el tiempo le seguirían formaciones como el Tulip belga o el GB-MG, ya dirigido entonces por Patrick Lefevere. Tras un lustro de trabajo y un más que notable éxito mediático, y con los buses cada vez más generalizados, la familia Siemons vendería el suyo en 1997 y cerraría esa etapa de un local que hoy continúa abierto y regentado por dos de los hijos, Jan y Ruud.
Meses antes de aquel bautismo profesional, el conjunto aficionado viajaba a EEUU para participar en el efímero Tour de Trump - impulsado por el magnate y actual presidente-, marcando uno de los hitos del paso de la Sauna Diana por el ciclismo. Nadie entre los organizadores de la prueba había reparado inicialmente en qué escondía un patrocinador cuyo logo verían después en los botellines de los ciclistas acompañado por una silueta femenina que no dejaba lugar a demasiadas interpretaciones. La alarma cundió de inmediato entre Donald Trump y los suyos al saber de la verdadera actividad de aquella 'sauna', obligándoles de inmediato a cambiar sus botellines por los oficiales de la prueba para evitar herir susceptibilidades entre la afición local, teniendo en cuenta que además Eddy Bouwmans, uno de sus corredores, subía al podio a diario como mejor joven. "Era demasiado explícito, pero para nada obsceno", afirmaban los Siemons, añadiendo una reflexión global sobre su aventura ciclista. "Quizá hoy hubiésemos acabado en la cárcel; hablamos de otros tiempos muy distintos".