Remar hacia delante
Ha pasado ya un mes desde que escribí mi última columna para la revista y en esta nueva entrega me gustaría compartir cómo ha evolucionado mi mentalidad y mi actitud frente a la situación que nos envuelve.
Si bien en el anterior número concluía que "lo que ayer parecía extraño, ahora es normal", treinta días después la percepción que tengo de la situación actual no dista mucho de esa afirmación. Con lo que ello conlleva habiendo transcurrido ese lapso de tiempo, pues durante este mes se han vuelto rutinarias noticias como la cifra de fallecidos por día, la reiterada prolongación del confinamiento -lo cual me lleva a desconfiar de las fechas de levantamiento de las medidas- o la continua suspensión y aplazamiento de carreras. Jamás imaginé un verano sin poder disfrutar del Tour de Francia y, aunque trato de ser optimista, si mañana me dijeran que se cumplen los peores pronósticos y se cancela, no me resultaría descabellado.
Como podéis ver y seguro muchos estaréis padeciendo situaciones similares, el caldo de cultivo que tenemos es poco alentador. Y eso es algo que no podemos controlar. Sin embargo, creo que esta situación me ha hecho mejorar en cómo afrontar toda esa retahíla de información y hacer que no repercuta negativamente en mí. Aunque la nula información nunca es la solución, personalmente el exceso de información me estaba haciendo más complicado el día a día. Subirse al rodillo cada día costaba un poco más. Y no me refiero únicamente a telediarios y medios de comunicación, sino también a las redes
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Photo Gomez Sport
sociales que tanto marcan nuestro comportamiento. Lo que mejor me ha funcionado es limitar el flujo de toda esa información que nos bombardea a lo largo del día, y restringirla a unas horas determinadas que me ayudan a centrarme en las noticias relevantes y saber de aquella gente con la que realmente tengo trato. Lo cual además me permite aprovechar el resto del tiempo en actividades que hagan que mis días en cuarentena sean un sumatorio o un multiplicador en lugar de una resta.
Con el fin de ilustrar mi día a día, voy a narrar una jornada cualquiera en confinamiento. Suelo variar mi hora de despertar en función de lo que vaya a entrenar ese día -tal como hacía en los previos a la cuarentena- para tratar de terminar hacia las 14:00 y así comer con el resto de mi familia. El entrenamiento matinal es bastante variado -lo cual agradezco- y suele constar de una primera sesión de rodillo en ayunas a baja intensidad, seguida de otra más exigente o un circuito de ejercicios de tonificación o core después del desayuno. Después de comer me gusta tumbarme un rato y disfrutar de alguna película o serie. Actualmente estoy viendo Ozark y me tiene bastante enganchado. Si se trata de un día de doble sesión, a eso de las 17:00 me monto otra vez en el rodillo o, en su defecto, saco a mis perros, lo que me ayuda a despejarme y ser consciente de lo privilegiado que soy por disponer de unos minutos para pasear en el exterior. Después, todos los días suelo hacer una videollamada en la que nos reunimos gran parte de los amigos de la cuadrilla, o con integrantes del equipo que se preocupan por nuestro estado y tratan de aconsejarnos sobre cómo hacerlo más llevadero. Sin duda me han ayudado mucho y aprovecho estas líneas para darles las gracias. Seguida va la cena y una película para cerrar el día. Soy bastante cinéfilo y el confinamiento no hace sino fomentar esta faceta.
Hasta aquí la columna de este mes. Sin certeza de cómo se desarrollará esta situación, pero con la convicción y el objetivo claro de remar hacia delante. Me valgo de estas palabras para hacer ver cómo los ciclistas pasamos por dificultades similares a las vuestras. Somos sólo personas que se encuentran en una situación incómoda con la que intentamos lidiar lo mejor que sabemos.