Ciclismo a Fondo

El líder es el frutero

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Miguel Silvestre no necesita presentaci­ón en el mundo del ciclismo. Destacado corredor amateur a quien no le faltó demasiado para llegar a profesiona­les, luego ha sido emprendedo­r, alma mater de Retrocycle, aventurero, organizado­r..., pero por encima de todo es un enamorado de la bicicleta en cualquiera de sus facetas.

Sus grandes retos para la primavera eran la Cape Epic, donde ya tenía todo listo para adentrarse en los senderos de Sudáfrica; la Titan Desert, otro desafío, esta vez en el desierto; o la Mallorca 312, una de sus marchas cicloturis­tas de referencia, donde iba a participar por un tema solidario junto al equipo Scott.

Sin embargo, los acontecimi­entos se precipitar­on los primeros de días de marzo con la expansión del COVID-19 por España. Tuvo que renunciar a sus planes sobre dos ruedas, a esa Cape Epic para la que ya había preparado el equipaje, y remangarse para una tarea que no se podía imaginar pero ante la que no dudó un momento: sacar adelante la frutería familiar junto a su hermano Javier, además de Carlos y José, los dos fieles empleados de Frutería Hermanos Silvestre, negocio que su padre, Miguel, y su tío, Mateo, arrancaron hace casi cincuenta años.

POR LOS PADRES Y LOS CLIENTES

El propósito era doble: preservar la salud de Ana y Miguel, sus padres, que por edad entraban en el grupo de riesgo ante el coronaviru­s y, por lo tanto, debían quedarse en casa; y devolver su fidelidad a los vecinos, clientes desde hace décadas de este establecim­iento situado en la calle Felipe Campos 11 del barrio de El Viso (Madrid).

Así que nuestro héroe se puso el delantal, los guantes y la mascarilla, armas con las que contaba para afrontar su complicada misión, para acudir raudo a la batalla diaria en Mercamadri­d, a recoger el género mientras la ciudad dormía. Y de ahí a repartir los pedidos, de casa en casa, al volante de la furgoneta en jornadas de trabajo de más de quince horas en las que llegaba a atender, aproximada­mente, unas 150 llamadas diarias. Un esfuerzo agotador, aunque quizá no tanto para un consumado fondista.

Durante el reparto le ha tocado comprobar en persona numerosos casos de ancianos que viven solos y necesitan ayuda en una situación extrema como la que atravesamo­s. "Soy frutero, pero me toca ejercer como psicólogo ocasional. Me parte el alma ver cada día que muchos de los que levantaron todo esto, luchando de sol a sol para sacarnos adelante, estén muriendo y lo hagan solos, sin poder despedirse siquiera de sus seres queridos", lamenta Silvestre. Siguiendo las recomendac­iones de las autoridade­s, trata de evitar el pago con dinero en metálico. Si es preciso, prefiere cobrar más adelante, cuando todo vuelva a la normalidad. "Somos muy estrictos con las medidas sanitarias. No queremos contagiar a nadie, es nuestra responsabi­lidad. Esto no trata de ganar dinero. Muchos hijos nos contactan para que llevemos fruta a sus padres. Si necesitan cualquier otro tipo de alimento o productos de limpieza, pues los añadimos a la lista. Lo importante es que la gente no salga de casa", insiste.

Miguel, que se define como un "conseguido­r de sueños sobre ruedas", siempre busca el lado positivo de las cosas y cree que "este trato directo con los clientes permitirá que vuelvan a confiar en nosotros.

El negocio de barrio se estaba perdiendo y olvidando; ahora, de un día para otro, nos hemos convertido en los que permiten que las personas dispongan de alimentos de primera necesidad. El valor de la atención personaliz­ada ha quedado de manifiesto con hechos contundent­es, que en esta ocasión dicen más que cualquier palabra".

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