Ciclismo a Fondo

Primavera amarilla

Wout Van Aert completó su perfecta campaña italiana con su primer monumento, la Milán-San Remo, en la que respondió a un tremendo ataque de Julian Alaphilipp­e en el Poggio. Alex Aranburu, magnífico en su debut, fue séptimo.

- Texto Fotos

Ainara Hernando

Luca Bettini/Bettini Photo

Hay mil millones de planes para un sábado -muy caluroso- de agosto. Extender la toalla sobre la arena de cualquier playa, un paseo por un monte alto y fresco, un picnic a la sombra de cualquier árbol o una simple terraza de bar. Es un sábado de agosto y hace calor. Mucho. Pero no, no hay mejor plan que ponerse delante del televisor para ver la Milán-San Remo, la carrera más predecible del calendario, el monumento más insípido. Pero ahí está toda la parroquia ciclista, a la que no se le obliga ni se pide que se quede en casa, pero lo hace. Es que había tantas ganas de ciclismo...

Porque la Milán-San Remo es en realidad una gran definición de lo que es la pasión por el ciclismo. Ese deporte para tantos anodino pero tan emocionant­e, que es ahí precisamen­te donde radica su encanto. Lo que hace enganchars­e y enamorarse de él. La Classiciss­ima es, de entre las grandes, la carrera donde resulta, dicen, más fácil llegar a meta con opciones, pero también la más difícil de ganar. El misterio más bello de domar. Aunque bien es cierto que las quinielas de estos extraños tiempos en los que la Primavera florece en agosto estaban muy reducidas y había apuestas sobre seguro. Entre todas, el sol que más brillaba en pleno verano es el amarillo del JumboVisma, con lo más atractivo que el ciclismo tiene para refulgir poderoso, que es Wout Van Aert. El chico que todo lo gana y todo lo quiere. Tiene 25 años y anda descubrién­dose a sí mismo. Divirtiénd­ose en cada carrera en la que se pone un dorsal, sea la que sea, ciclocross, sterrato o monumentos, que todas las gana.

DEL DOLOR A LA GLORIA

Aunque para llegar hasta aquí, hasta la Via Roma de San Remo que hace suya, también ha habido algo de dolor. No todo va a ser pasárselo bien. Ahora brilla el sol, pero hace no mucho las nubes lo cubrían todo. Aquella tarde de la contrarrel­oj del último Tour de Francia en Pau, cuando Van Aert, que partía como uno de los grandes favoritos para llevarse la etapa, se fue al suelo en una curva que cogió lanzado. Una valla estiró

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