El Tour de la pandemia
Ya se habían celebrado varias carreras en la reorganización del calendario después del parón al que el mundo en general y el ciclismo en particular se han enfrentado, pero sin lugar a dudas la máxima expectación estaba puesta en el Tour de Francia. Pocos habrían apostado a que se celebraría y menos que llegaría a París, pero con unas estrictas medidas de seguridad la ronda gala dio ejemplo de que en medio de la pandemia y en un país como Francia, duramente azotado por los rebrotes, era posible celebrar carreras y salvar esta extraña temporada. El Tour se blindó con varias burbujas que aislaron por una parte a los corredores y equipos, de los que no se supo ni los hoteles en los que estaban alojados, la organización y la prensa. Todo aquel que se acreditó para cubrir la carrera debía presentar una prueba PCR con resultado negativo hecha como máximo cinco días antes del inicio.
Los ciclistas pasaron controles tanto en los días antes del arranque en Niza como en los de descanso. Y ahí llegó buena parte de la presión, porque la organización estableció que si un equipo tenía dos positivos por coronavirus sería expulsado de la prueba. En la primera jornada de descanso, cuatro miembros del staff de diferentes escuadras -Cofidis, Mitchelton-Scott, Ineos Grenadiers y Ag2r- resultaron positivos, además de Christian Prudhomme, el director del Tour de Francia, que tuvo que confinarse y no regresó hasta la última semana. En la segunda, todos los controles fueron negativos y el espectáculo continuó, con restricciones al público en salidas y metas, muchas vallas y la supuesta obligatoriedad de mascarillas para el público que siguiera el Tour a pie de cuneta, aunque muchos no la cumplieron.