Ciclismo a Fondo

"He llorado y lloraré"

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En Primoz Roglic es difícil diferencia­r sólo por su rostro entre la derrota y la victoria. El gesto es prácticame­nte el mismo. El tono de voz, idéntico. De hecho, es casi calcado el Primoz que vencedor se sentó en la sala de prensa de la Vuelta a España en la Plataforma de Gredos a un día de su paseo triunfal por Madrid, del que un año después comparece derrotado en la Planche des Belles Filles. Pero no hundido.

Frío siempre. A pesar de eso, no le importa reconocer que "he llorado y lloraré más". No se lo oculta al mundo ni a él mismo, sería absurdo hacerlo después de verle tirado en el asfalto minutos antes, vestido todavía con un maillot amarillo que ya no le pertenece, consolado por unos atónitos Dumoulin y Van Aert.

Tocó la gloria con los dedos, saboreó la miel del triunfo. Casi todo lo hizo bien. Casi. Porque cuando fue su turno en realidad, no respondió. "Estoy muy decepciona­do". El Tour de Francia que marchaba sobre ruedas, en realidad no fue más que un aplastamie­nto día sí y día también de su equipo, un Jumbo-Visma poderoso que intimidó a todos sus rivales y llevó a su líder en carroza hasta cada una de las metas. A todas en las que ellos, sus gregarios, tuvieron trabajo. Cuando fue su turno, Roglic nunca machacó, ni dio golpe alguno sobre la mesa para sentenciar el Tour en la montaña, sacando tiempo a sus rivales. Pogacar le ganó en Laruns y en el Grand Colombier y Supermán en el Col de la Loze, donde al menos descolgó a su paisano. El resto de días usaron la estrategia de dejar la fuga y meter miedo a los que se atreviesen a atacar. Avisó en la primera llegada en alto, OrcièresMe­rlette, en cuya cima batió con autoridad a Pogacar, y se vistió de líder en la novena etapa. "Ya tocaba cogerlo", dijo con superiorid­ad y socarroner­ía. La solidez de su equipo hizo el resto, porque el esloveno no sentenció.

O quizás pensó que con los 57’’ frente al inexperto Pogacar en una contrarrel­oj con final en montaña, su punto fuerte, no pasaría penuria alguna. Y no. En el primer punto intermedio, a escasos cinco kilómetros de la salida, Roglic ya se dejaba 10’’ con el del UAE. "En todo momento era conocedor de los tiempos y creo que fue lo mejor. Pero no paraba de perder segundos. Iba pensando que Tadej también atravesase malos momentos, obligándom­e a creer en mí". Nada de eso sirvió. "Rodaba sin la fuerza que necesitaba".

TODO SE TUERCE... HASTA EL CASCO

Roglic, que protagoniz­ó un cambio de bici bastante deficiente en la base de la Planche, estrenaba casco, más aerodinámi­co le dijeron, con el que iba a ganar la etapa y el Tour, le prometiero­n. "Está claro que no ha sido una buena idea usarlo, pero dejemos el material a un lado. Si tienes vatios y potencia puedes ir más rápido". Y él no fue capaz. A pesar de su hieratismo no ocultó sentirse "desilusion­ado por el resultado, no por el rendimient­o". Y, más que por él, se apenó por sus compañeros, "que han dado lo mejor que tienen por mí y les pido perdón -repitió en varias ocasiones-.

Del cielo al suelo. Vencedor al sprint en el primer final en alto en Orcières-Merlette, llegó completame­nte descompues­to a la meta de la CRI en la Planche des Belles Filles.

Estoy orgulloso de ellos y de las exhibicion­es que han dado cada día".

Dice sentirse satisfecho de haber "peleado cada metro" de este Tour al que no fue capaz de echarle el cerrojo. Porque si el Jumbo-Visma fue comparado durante toda la ronda gala con el Sky de los grandes tiempos por su control de la carrera, Roglic nunca fue el Wiggins, Froome o Thomas que sentenciab­a en una etapa de montaña con más de dos minutos de ventaja. "No he podido ir más rápido. Me hubiese gustado que las cosas hubieran acabado de una forma diferente", comentaba. Partió con 57’’ de ventaja y Pogacar le asestó 1’56’’. "No he tenido mi mejor día y Tadej estaba en otro planeta". Volando hacia el Tour. Lo primero que hizo al levantarse del suelo fue dirigirse a él y felicitarl­e. Deportivid­ad. "Marcará una era y puedo estar orgulloso con el segundo puesto. Ahora resulta difícil pensar con claridad, pero es mejor haber sido segundo que tercero", se consolaba.

No le queda otra. Eso, y que el tiempo sane las heridas para recuperar la fuerza mental de volver a subirse a una bicicleta con el ferviente deseo de conquistar este Tour de Francia que le ha maltratado en 2020. "Necesito un tiempo de desconexió­n para pensar con más claridad cómo hacer las cosas. Siempre quieres rendir mejor y ser más rápido. Tengo motivación para eso", promete.

Ainara Hernando

Kei Tsuji/Bettini Photo

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